La batalla ganada de Juanlu

Ocho años después, el pequeño de Los Prados podrá acceder al colegio que tiene junto a su casa En septiembre se abrirá un aula específica en el centro

Gema Rebollo, la madre de Juanlu, su hermana, su prima y la presidenta de la asociación de padres del centro acompañan al nuevo alumno.
Gema Rebollo, la madre de Juanlu, su hermana, su prima y la presidenta de la asociación de padres del centro acompañan al nuevo alumno.
Cristina Fernández Málaga

01 de junio 2015 - 01:00

Se hinchó de llorar cuando le dieron la noticia. Por la frustración acumulada, por el cansancio de la lucha frente a tanto escollo y la satisfacción de vencer en esta batalla, al fin. Después de años de peticiones, de visitas a la Administración educativa, de respuestas negativas y piedras en el camino, Gema Rebollo había conseguido que el colegio en el que estudia su hija, al que pertenece por su domicilio, pudiera acoger también a su mayor. El próximo curso el CEIP Los Prados contará con un aula específica y Juanlu Moreno estará en ella.

Tiene 12 años y una parálisis cerebral que le deja un 94% de discapacidad. Sufrió anoxia durante el parto. Pero es feliz y sonríe cuando su hermana y su prima lo pasean por las rampas de un colegio que estaba plagado de barreras arquitectónicas. Gracias a las obras de reforma que la Junta de Andalucía emprendió tras sus problemas de cimentación, ahora Los Prados es un centro accesible y se convertirá, a partir de septiembre, en el nuevo colegio de Juanlu, escolarizado hasta ahora en el barrio de Maqueda.

Para él será gratificante estudiar junto a su hermana. Aunque no lo verbalice como todo el mundo su mirada dice mucho, sobre todo a los que saben comprenderle cada gesto. Pero para sus padres será aún mejor. Gema y su marido llevan ocho años llevando a Juanlu a 15 kilómetros de su casa porque fue el centro que la administración le ofreció para atender sus necesidades educativas especiales. Desde que escolarizaron a la pequeña -Educación insistió en que la niña debería de estar en el centro que le pertenecía, es decir, en Los Prados-, los mismos horarios en colegios tan distantes empeoraron esta situación y la familia lleva más de tres años removiendo cielo y tierra para hacer posible que ambos pudieran estar juntos en su cole.

"El colegio era todo de escaleras, no había ni una rampa", dice Gema Rebollo, junto al ascensor que instalaron durante las obras del pasado curso. "Las barreras arquitectónicas eran una cuestión pendiente, no sólo para Juanlu, también para otros niños o profesores", agrega. "La rampa para acceder a las pistas deportivas no la querían hacer, decían que no había suficiente pendiente, pero al final decidieron que sí, ahora mismo todo es accesible, salón de actos, comedor, todo", afirma la presidenta de la asociación de padres del centro, que ha apoyado mucho en su reivindicación a la familia de Juanlu. "También la dirección del colegio y el claustro, en todo momento nos han respaldado en la petición del aula específica", agregan las madres.

Pero antes de conseguir este aula para Juanlu y otros niños del barrio -podrá acoger como máximo a cinco alumnos-, "han sido muchas reuniones, muchos no, muchas pegas, muchas trabas, muchas malas respuestas, no por parte de la delegada, pero sí, a veces, por el equipo de motórico", recuerda Gema. "Cuando nos dijeron que sí, no nos lo creíamos, han sido muchos quebraderos de cabeza", señala.

No saben qué docente o qué forma de trabajar tendrán en su nueva aula, pero espera que se parezca al trabajo que realizan con él en su actual centro. "Él trabaja con tablets, siempre con ayuda, le gusta el ordenador, la música, hace estampación con pintura, moldea plastilina con ayuda... le gusta el colegio, le gusta el jaleo", considera su madre. Los dos compañeros de Juanlu que van al aula específica de Maqueda y tendrán que abandonarla porque ya tiene los 16 años se podrán trasladar a Los Prados. El instituto de Campanillas no tiene plazas para ellos y en éste, al ser un semi D -tiene 1º y 2º de la ESO- los escolares pueden quedarse hasta los 21 años. También conocen a otra niña de la zona que podría ingresar en este aula, por lo que serían cuatro alumnos.

Recorrer 60 kilómetros al día para llevar a su hijo al aula específica no es simplemente cuestión de tiempo y desgaste. Es también económica. El transporte, la medicación, los pañales, las terapias, de todo tiene que hacerse cargo la familia. "No tiene nada subvencionado, salvo la ayuda a la dependencia, esto es una doble hipoteca", apunta Gema. "Tienes que seguir con la rehabilitación para que no se le deformen las extremidades, las caderas, para que no tenga escoliosis en la espalda y esa rehabilitación, la logopedia, todo es costeado por los padres", añade esta madre que pocas veces pierde la sonrisa. Más aún al ser consciente de su pequeña victoria, un escalón más subido en la empinada cuesta del día a día.

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