La Baviera Romántica XVI: Nuremberg

Es una ciudad cuya belleza no se limita a sus monumentos, sino que habita en el aire, en las piedras, en las historias que susurra cada calle

López Cohard: “Para un español es difícil no sentirse en Sicilia como en casa”

Iglesia de St. Lorenz, en Nuremberg.
Iglesia de St. Lorenz, en Nuremberg. / M. H.

En el corazón palpitante de Baviera, donde el río Pegnitz serpentea suavemente bajo puentes medievales, se erige Núremberg, una ciudad cuya belleza no se limita a sus monumentos, sino que habita en el aire, en las piedras, en las historias que susurra cada calle. Es una ciudad que, al caminar por ella, parece detener el tiempo y permitir que el visitante viaje a través de los siglos, del Renacimiento a la modernidad, sin perder jamás su esencia antigua.

Es una de las ciudades imperiales más importantes de Alemania, la segunda de Baviera, tras de Munich, y capital de la región de Franconia. Tiene una potente industria que abarca sectores como la electrónica, el automovilistico, el juguete y la cerveza, aparte de ser un centro cultural y universitario de primer orden. Su fundación data de antes del final del primer milenio, ya que su nombre (Nuremberc) aparece por vez primera en un documento imperial de 1050. El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II Hohenstaufen, conocido como “el hombre de Apulia” y “estupor mundi”, que fue rey de Sicilia y Jerusalén, y también uno de los escritores más representativos de la Escuela poética siciliana, que él mismo creó, le concedió a Nuremberg el estatus de ciudad libre que mantuvo hasta 1806. Tuvo su máximo esplendor en los siglos XV y XVI, cuando sus comerciantes eran dueños y señores del comercio con Oriente y sus artesanos y sus artistas, la convirtieron en la Meca cultural de Alemania. Con la Guerra de los Treinta Años comenzó su decadencia a la que también contribuyó el desplazamiento comercial ocasionado por el descubrimiento de América. Después, a mediados del s. XX, Hitler la convirtió en la sede de sus congresos y tras la Gran Guerra sería conocida por los procesos contra los cabecillas nazis.

Hago un triste paréntesis, en este alegre viaje, porque cuándo visité el lugar recordé aquellos Juicios de Nuremberg que fueron consecuencia de la más atroz deshumanización imaginable. Allí se juzgaron a personas que habían cometido crímenes masivos contra la humanidad, especialmente contra los judíos. Y hoy que lo escribo, cambiadas las tornas, estamos presenciando la masacre que el gobierno de Israel está cometiendo en Gaza con el pueblo palestino. ¡Qué horror! Solo me vienen a la mente los versos de nuestro poeta, Miguel Hernández: “Tristes guerras/si no es amor la empresa. Tristes, tristes.//Tristes armas/si no son las palabras./Tristes, tristes.// Tristes hombres/si no mueren de amores./ Tristes, tristes”.

El imponente Kaiserburg, el castillo imperial, parece ser el alma de Núremberg, observando la ciudad desde lo alto, como un centinela que ha presenciado la transformación de la ciudad desde tiempos medievales. En su sombra, los adoquines de la ciudad, gastados por los siglos, cuentan historias de mercaderes, artesanos, soldados y poetas que hicieron de este lugar su hogar. La huella de grandes figuras se siente a cada paso. Como la de Albrecht Dürer (Durero), el renombrado pintor y grabador del Renacimiento, hizo de Núremberg su taller y su musa. En su casa natal, ahora convertida en museo, podemos explorar los espacios que vieron nacer su genio. Cada trazo, cada detalle de su obra parece capturar no solo la luz, sino también el alma de la ciudad, como si la ciudad misma fuera un cuadro viviente; o Hans Sachs, el poeta zapatero de Núremberg, que dejó en sus versos el reflejo de la vida cotidiana de la ciudad, una poesía que resonó en los corazones de sus contemporáneos y que Richard Wagner convirtió en el personaje principal de su ópera cómica Los Maestros Cantores de Nuremberg. Una ópera que celebra el espíritu creativo y tradicional de esta tierra.

Nos sorprendió la muralla. Antes de entrar en la ciudad merece la pena recorrerla. La impresionante muralla tiene cuatro puertas, una en cada punto cardinal y un foso hoy desecado. Su longitud es de unos 5 Km y cuenta con unas 120 torres defensivas. En la entrada a la ciudad por el Burg, escoltada por dos robustas e impresionantes torres, es donde comienza el eje principal y peatonal de la ciudad antigua. Dicha vía comienza llamándose Burgstrasse y acaba con el nombre de Königstrasse. La fortaleza castillo imperial, cuyo interior es visitable, tiene en la plaza de armas un mercado con tiendas de artesanía local que es una verdadera delicia. Nada más comenzar nuestro paseo por la ciudad nos encontramos con dos iglesias, St. Marta, gótica del s. XIV, que fue antigua escuela de los Maestros Cantores, y St. Klara, del s. XIII, y junto a ella un depósito de grano, gótico tardío del s. XV. Si con solo entrar en la bellísima ciudad, ya te embarga ese espíritu romántico por el mundo medieval que atrajo a los grandes viajeros y escritores del XIX a recorrer Europa, cuando te plantas ante una iglesia como St. Sebald, una antigua basílica románica del s. XIII, en la que se encuentra una magnífica obra maestra de Peter Vischer El Viejo, como es la sepultura de San Sebaldo (Sebaldus Grab), acabas idealizando el medievo como Luis II de Baviera.

Llegados a la plaza Hauptmarkt la gente se agolpa ante la fuente Shöner Brunnen, otra exquisita y espectacular obra maestra del siglo XIV. En ella se encuentra también la Frauenkirche, iglesia gótica tipo salón (hallenkirche), o sea, que tiene todas las naves de la misma altura, la más antigua de la región de Franconia, construida sobre los restos de una sinagoga en el s. XIV, y el Rathaus o Ayuntamiento que también es un edificio gótico de la primera mitad del s. XIV. No pasa desapercibido que la plaza tiene un olor especial. Un olor que despierta los jugos gástricos, incitando a comer unas nürnberger rostbratwurst (salchichas pequeñas), asadas y servidas con panecillo o chucrut, y unos dulces lebkuchen (panes de jengibre cubiertos de azúcar y especias), que sirven en asadores callejeros.

Pasada la plaza, ya en la Königstrasse, nos encontramos con la iglesia de St. Lorenz. La más importante iglesia evangélica es también la más grande y la más bella obra maestra del gótico pleno. Ante su doble portada, cuyas estatuas del s. XIV, nos narran la vida de Cristo, sus vidrieras, su coro, el baldaquino y todas sus obras maestras del mejor gótico alemán que atesora, es inevitable padecer el síndrome de Stendhal. No nos pasó desapercibido, por su innovadora arquitectura, el Puente de la Carne (Fleischbrücke), renacentista del siglo XVI, que se encuentra entre ST. Sebald y St. Lorenz, ni tantos otros monumentos que ofrece esta ciudad.

Pero Nuremberg ofrece también un ramillete de museos interesantísimos, de los que algunos son de obligada visita, tales como el Museo Nacional Germano (Germanisches Nationalmuseum) que es el museo más grande de historia cultural de Alemania, con más de un millón de objetos que recorren desde la prehistoria hasta el arte moderno, aquí nos encontramos con obras maestras de Durero, arte sacro medieval, instrumentos científicos y vestigios del pasado germano; el Museo del Juguete (Spielzeugmuseum), en el que no se puede olvidar que Núremberg es la capital histórica del juguete y exhibe aquí desde muñecas antiguas y juguetes de hojalata hasta construcciones LEGO y trenes eléctricos, sin duda, la nostalgia y la ternura están garantizadas; o el Museo de los Juicios de Núremberg (Memorium Nürnberger Prozesse), ubicado en la Sala 600 del Palacio de Justicia, que ofrece un testimonio impactante de los juicios a los líderes nazis tras la Segunda Guerra Mundial. Documentos originales, audios y vídeos reconstruyen uno de los episodios más importantes de la justicia internacional.

Nuremberg es una ciudad de leyenda, de historia, de arte y de vida. Una ciudad que invita a ser descubierta, a ser explorada, a ser vivida. En Núremberg, cada calle es un verso, cada edificio una palabra, y la ciudad en su conjunto una poesía escrita con el tiempo. Una poesía que sigue viva, esperando ser leída por todos aquellos que se atrevan a caminar sus calles, a perderse en su historia, y a dejarse envolver por su encanto único.

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