Málaga

"Un bocadillo no es la solución"

Enrique trabajó en dos restaurantes con estrellas Michelin. El jueves a mediodía preparaba arroz con pollo. Los huesos los había aprovechado para hacer un caldo que bullía sobre el fuego. Alrededor, cinco pinches de entre 20 y 61 años de edad con un pasado común. Hubo un tiempo en el que los seis durmieron y sobrevivieron en la calle, sin otro norte que sus adicciones y sus vidas rotas. Ahora se recomponen. Son usuarios del programa de rehabilitación social del centro San Juan de Dios en Málaga. Hablan de la dignidad. De los sentimientos. De los hijos. Y de los errores. Cuesta imaginarlos en aquel pasado.

"Lo más duro no son las adicciones, sino reconocer tus fallos, dejar atrás el rencor y saber perdonarte", reflexiona José Antonio, tan orgulloso de hablar a diario con su madre y su hermana "después de 12 años sin hacerlo", como de la relación que ha restablecido con su hijo de ocho años.

"Lo peor es volver a la calle y mantenerte con los valores aprendidos aquí", apunta Francisco. Él sabe de qué habla. Es la segunda vez que pasa por el centro de San Juan de Dios. La primera vez recayó. Hace ocho meses volvió al programa. No ha olvidado "lo difícil que es volver a dar la cara". Su reto ahora es "ser un padre digno" para sus hijos.

José, de 61 años, llegó hace 28 meses. Comparte piso con José Antonio. Podría vivir por su cuenta si dispusiera de medios. Está a la espera de una pensión no contributiva, mientras el más joven, de 20 años, apuesta su futuro a un módulo de formación profesional. "A lo mejor cocina", apunta.

Pasan las mañanas siguiendo programas contra las adicciones en Proyecto Hombre. Después se ocupan de preparar la comida y de la limpieza de los pisos y habitaciones en los que viven, al tiempo que siguen diferentes terapias dirigidas a la autoexploración personal y a reforzar valores, así como talleres que comprenden desde pintura hasta clases de matemáticas o lengua.

Los seis coinciden que la peor solución para salir de la exclusión social es "un bocadillo en la calle. Te agarras a eso, te abandonas y no luchas para salir de la calle", afirma Francisco. Araceli López Rúa, responsable del programa de rehabilitación social de San Juan de Dios, comparte el punto de vista. Es una firme crítica de facilitar manutención de subsistencia sin "entrar en la raíz de los problemas que inciden en la marginalidad". Es más, afirma que es un serio obstáculo en el proceso de recuperación.

"Dar comida es lo fácil, pero hay que hacerlo de una manera honesta y digna, en condiciones de salubridad, y, sobre todo, analizar cada situación para darle una respuesta", indica en alusión a los múltiples cuestiones que cobija la mendicidad: adicciones y problemas de salud mental, que solas o juntas son las circunstancias más frecuentes, a las que se suman la ruptura de lazos familiares y la pérdida del empleo o de los medios de vida.

Salir del túnel no es fácil, pero tampoco difícil. Enrique y sus circunstanciales pinches en la cocina de San Juan de Dios lo saben. "Hay que analizar cada situación, ver el potencial de cada persona, motivarla y darle las herramientas que necesita, porque incluso si vuelve a la calle siempre le quedará algo", subraya Araceli López Rúa mientras extrae una carta enviada por un preso desde la cárcel de Botafuegos en la que lamenta sus errores y su recaída, pero, sobre todo, confiesa el agradecimiento por el cariño y la felicidad que encontró en este centro de Málaga. "Incluso cuando se fracasa hay éxitos", resume la responsable del programa de rehabilitación social.

Esta vía de reinserción en la sociedad que comprende para los usuarios tanto alojamiento en el centro y pisos compartidos en los que recobran la autonomía, se combina en San Juan de Dios con los programas de higiene (ducha y ropa limpia para hombres y mujeres), acogida y albergue, iniciativas de las que se encarga la trabajadora social Yesenia Cortés. Finalmente dispone también de pisos tutelados para aquellos otros usuarios que no tienen capacidad económica y sufren patologías o discapacidades que les impiden la autonomía total.

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