Málaga

Las cachimbas encienden las alarmas

  • Expertos advierten de que son la puerta de acceso al tabaco entre menores y que una sesión de una hora puede equivaler a casi dos paquetes de cigarros

  • Así controla la Guardia Civil su uso

"Es una nueva moda social que supone un paso atrás en la lucha contra el tabaco". La denuncia corresponde al responsable de prevención de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), Salvador Oña, que pide a las autoridad sanitarias "tomar cartas en el asunto" para frenar la práctica cada vez más habitual entre adultos y, lo más preocupante, también entre menores de fumar en cachimbas, pipas de agua o sishas. "Los perjuicios son los mismos que se atribuyen al tabaco. Se producen inhalaciones muy mantenidas en el tiempo, un atracón que supone una sobrecarga en el sistema respiratorio y también cardiovascular", afirma el experto en deshabituación tabáquica, preocupado por la "tolerancia" con el consumo en espacios públicos. El experto entiende que las cachimbas se erigen en "mecanismos de entrada para el consumo regular de tabaco", una sustancia contra la que todavía "queda mucho por hacer pese a que las tasas de permanencia han disminuido de manera notable". Pero además, a su juicio, "tienen el peligro de ser una puerta de entrada para el consumo de tabaco y de que éste se normalice desde el punto de vista social".

La Guardia Civil de Málaga, que desde el año pasado se encuentra inmersa en una campaña para intensificar el control del uso de sishas en toda la provincia, no ceja en su empeño de crear un golpe de efecto para que los hosteleros se ajusten a la legalidad. Y parecen estar consiguiéndolo. Más de un centenar de responsables de chiringuitos, teterías y bares han sido denunciados por permitir fumar en el interior de su local, vender picadura de tabaco de contrabando o sin la debida autorización administrativa. La sanción también responde al hecho de ofrecer productos que carecen de etiquetas en español de sucedáneo de tabaco y ponerlo a disposición de menores. Durante este periodo de investigación, los agentes pertenecientes a la Patrulla de Comandancia de Protección a la Naturaleza (Pacprona) han intervenido en torno a 300 kilos de picadura de esta sustancia en distintas inspecciones.

Los empresarios se enfrentan a multas de un mínimo de 2.000 euros y al cierre durante una semana del establecimiento, que puede llegar a prolongarse hasta los 32 días en caso de reincidencia. En palabras del sargento jefe del grupo de investigación, Carlos Plaja, han sido varios los denunciados que han incurrido en la misma infracción administrativa -como se tipifica estas prácticas- hasta en nueve ocasiones. El responsable asegura que la presión que se sigue ejerciendo está surtiendo efecto y prueba de ello es que en algunos negocios ya se han instalado máquinas expendedoras con cajetillas de sabor, que el cliente -nunca menores- puede fumar en cachimbas, aunque eso sí, únicamente en el exterior del local.

En las más de 250 inspecciones que la Guardia Civil ha llevado a cabo en este año y medio, se han descubierto las pésimas condiciones higienicosanitarias en la que en muchos casos los encargados conservan la picadura de tabaco. Fuera de neveras, en tuppers, a granel y con sabores mezclados. Menta, fresa, uva, melocotón y hasta mojito. "Son hebras de tabaco con sabor. Ya se compra preparado, pero omiten la fecha de caducidad. No se conoce el número de lote ni tampoco la procedencia", detalla el sargento.

Las cachimbas se tornan ya en un negocio redondo cuyo beneficio está muy por encima de los costes por los que los hosteleros adquieren la sustancia. Así, pueden llegar a vender a 15 euros apenas 15 gramos de picadura de tabaco procedente de una cajetilla que contenía el doble y que en su momento consiguieron por unos 3 euros. El precio del servicio en una discoteca VIP de Marbella se dispara hasta los 50, mientras que la sustancia que se vende oscila entre los 50 céntimos y 1 euros.

Los controles en los locales arrancan con la identificación de menores. La Guardia Civil informa a sus progenitores de que sus hijos han sido sorprendidos fumando tabaco y de que el responsable del negocio ha sido apercibido. En una de las últimas inspecciones practicadas en Torremolinos, los agentes descubrieron a una veintena de 20 menores de 13 años fumando en cachimba. Otra tetería fue sancionada con 6.500 euros tras detectar a un menor fumando sucedáneos. "Los padres creen que no es tabaco, sino fruta. Aunque fuera así, se les está incitando a fumar y se consiente que sean fumadores potenciales", recalca el sargento Plaja, que se refiere a los datos de un estudio que muestra que "una sesión de 40 minutos o una hora de cachimba podría equivaler a unos 38 cigarrillos, casi dos paquetes", afirma.

El registro sirve además para detectar qué tipo de tabaco se vende en el negocio. En caso de que sea de procedencia legal, el paso siguiente es comprobar si los dueños tienen autorización para su distribución, que solo se permite a través de máquinas expendedoras, también sujetas a permisos especiales. La sustancia incautada se pone a disposición del Comisionado para el Mercado de Tabacos por venta sin autorización. Si el tabaco es ilegal, se traslada a Aduanas.

Los agentes pueden decretar el cierre temporal del establecimiento, que deben comunicar a los dueños con una semana de antelación. El día que se hace efectiva, proceden a una segunda inspección para constatar que el local se ajusta a la normativa. No siempre es así.

Los investigadores de la Pacprona bucean también en internet para cazar a los vendedores y, para ello, se hacen pasar por clientes interesados en la mercancía. "Quedamos con ellos para comprobarlo y se presentan con dos kilos. Uno decía ser comercial autorizado, pero la marca que ofrecía no está autorizada en España", recuerda el jefe del grupo encargado de estas investigaciones. Para mantener la apariencia de legalidad, algunos mantienen los envases exteriores de cajetillas con tabaco y en su interior introducen el de contrabando. Escondido en falsos techos, en taburetes o incluso en los vehículos de los camareros. Las estrategias para camuflar el tabaco, a veces similares a la que emplean los narcos para esconder la cocaína, también revela que el negocio resulta ya demasiado suculento. "Continuaremos comunicando los cierres y seguiremos verificando si se cumple con la normativa", asevera contundente el sargento Plaja.

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