La cara más cosmopolita del taxi
Sunny Izedome, Mustapha Kamel, Youssef Imgharen y Pablo Dubra son cuatro asalariados procedentes de Nigeria, Argelia, Marruecos y Argentina que narran sus peripecias como taxistas en Málaga
Lo más habitual es que el taxista que nos lleva hasta casa se llame Luis, Antonio o Pepe, pero en Málaga también es posible encontrase con Mustapha, Sunny o Youssef. Ellos ponen la cara más cosmopolita a un sector tradicionalmente ligado a la población autóctona. Se trata de un gremio que empieza a ver como algo habitual la presencia de compañeros extranjeros entre sus miembros y que lejos de darles la espalda trata de ayudarles para su rápida integración.
Los que no siempre entienden que el que les lleva sea un extranjero son los clientes. Sobre todo cuando no habla un castellano fluido y, especialmente, cuando el color de su piel es diferente. Sunny Izedome nació en Nigeria, pero lleva en Málaga desde hace 12 años. Lleva sólo un año como asalariado, pero ya ha vivido en sus carnes el rechazo de algunos ciudadanos. "Lo que más me sorprendió fue que un día, hace un mes, en la Estación de Autobuses, había siete personas esperando. Llegué y les dije '¿quién es el primero?' y nadie quería subirse. Al final se animó una mujer", relata con amargura.
El nigeriano habla inglés, algo de francés y castellano, por lo que es una muy buena baza para los clientes extranjeros. Lleva más de una década en la ciudad, pero su presencia a bordo de un taxi nunca deja de sorprender a los usuarios, que le someten a todo tipo de preguntas sobre su origen. Está casado con una malagueña y perfectamente adaptado a la vida en la ciudad.
"Me considero ya casi malagueño", afirma Mustapha Kamel. Nació en Argelia hace 39 años, pero desde hace 16 vive en la capital de la Costa del Sol. A él siempre le gustó el mundo del volante. Por eso no se lo pensó dos veces cuando le dijeron que se podía examinar para ejercer como taxista en Málaga. Ya lleva año y medio en el sector y su conocimiento del callejero no tiene mucho que envidiarle al de otros compañeros. Con todo, a veces necesita la ayuda de otros veteranos, para los que él sólo tiene palabras de agradecimiento.
La mayoría de clientes piensa que Mustapha es marroquí. Él ya se encarga de aclararles que es en Argelia y no en Marruecos donde nació. Quien sí procede del país vecino es Youssef Imgharen, que lleva aún más tiempo que el argelino en el taxi: dos años. Este tiempo le ha bastado para sentirse casi malagueño y para asumir el que algunos ciudadanos se sorprendan de que los lleve un extranjero. "Se extrañan porque aún no tienen cultura de que haya gente de fuera en el taxi", explica.
La presencia de profesionales foráneos en el sector ha experimentado un notable crecimiento durante los últimos años, pero aún es testimonial. Apenas si supera el 5% según las cifras que maneja Arturo Kindelán, representante de los asalariados en CCOO de Málaga. "Al principio les resulta un poco complicado por el callejero, pero ya es raro el que no tenga un tom tom o un navegador en el coche. No obstante, al final, el cliente es siempre el que te lleva", explica. A su juicio, la integración de compañeros extranjeros en el sector se ha realizado con toda normalidad.
Actualmente son más de un centenar los profesionales del volante foráneos que trabajan diariamente en las calles de Málaga. Nigerianos, argelinos y marroquíes, pero también peruanos, colombianos, rusos y ucranianos, entre otras nacionalidades.
Especialmente numerosa es la presencia argentina. Pablo Dubra es uno de los aproximadamente diez taxistas procedentes de ese país que están afincados en Málaga. Lleva tres años al volante que han dado para varias anécdotas y algún que otro mal rato. El episodio más pintoresco que recuerda es el de un cliente que se subió en Portada Alta y tras hacerle dar varias vueltas inútiles se confesó: "Me dijo 'te voy a contar la verdad. Estaba con una mujer en un bloque de aquí al lado y me he escapado porque ha aparecido el marido. El problema es que me he dejado mi coche en el aparcamiento del edificio y no puedo ir a recogerlo porque podría verme. Necesito que me lo saques". Tanta fue la insistencia que terminó por aceptar. "Aquello fue de película de Fellini", rememora el argentino. Menos anecdótico fue el susto que se llevó cuando le paró la Policía porque el cliente que llevaba a bordo había comprado droga en la Palmilla; suerte que la cosa no iba con él. Desde entonces se lo piensa dos veces antes de llevar a ciertos clientes a esta barriada.
Pablo, Mustapha, Sunny y Youssef saben lo que es trabajar entre 12 y 14 horas diarias para sacar un sueldo. En eso, como en casi todo, son como el resto de asalariados de Málaga. La suya es la cara más cosmopolita del sector.
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