Málaga

Un cirujano con manos de metal

  • Un ejemplar del robot quirúrgico Da Vinci se expone dentro del XIX Congreso de la Sociedad Española de Cirugía Cardiaca que hasta hoy se celebra en Málaga

Los brazos articulados parecen las patas de una araña extraterrestre. Impone su aspecto futurista y sorprende su aparatoso tamaño. Es el robot Da Vinci, un artilugio que está abriéndose camino como la cirugía del futuro. La apariencia compleja contrasta con la sencillez de su manejo. Se colocan los dedos pulgar e índice de cada mano en dos anillos y los brazos del robot reproducen fielmente los movimientos de quien lo manipula.

La primera prueba de cualquier neófito -sea un experimentado cirujano cadiovascular o un curioso periodista- consiste en colocar unas arandelas diminutas en unos pinchos. No resulta muy difícil porque se ve en tres dimensiones, se suprime el temblor de la mano, las pinzan se ven 10 veces más grandes de lo que son y la capacidad de giro de los brazos articulados es de 450 grados, casi el doble que lo que permite la muñeca humana.

Para utilizarlo hay que colocarse en una especie de cabina contigua a los brazos de este arácnido metálico, como si se estuviera observando por un microscopio. Parece un juego, pero es nada más ni nada menos que la cirugía del futuro. El robot está estos días en exposición en Málaga, dentro del XIX congreso de la Sociedad Española de Cirugía Cardiovascular. El Da Vinci ya se emplea en la provincia en intervenciones de Urología y dentro de poco más de un mes comenzará a utilizarse en operaciones de corazón, un campo quirúrgico casi virgen.

Enrique Egea, ingeniero de la empresa que distribuye este invento, explica sus ventajas: en la cirugía tradicional, al enfermo hay que abrirle el esternón unos 20 centímetros. La cicatrización de esa herida duele mucho. Con el Da Vinci, se llega al corazón a través de cuatro orificios de ocho milímetros y uno de tres centímetros. Al rajar poco, el paciente tiene un postoperatorio más corto y menos doloroso.

Por los orificios entran hasta el corazón los dedos robóticos en los que van la luz, la óptica para que el cirujano vea, las pinzas y las tijeras. Este instrumental parece que midiera unos seis centímetros, pero apenas tiene medio centímetro. El milagro se debe a los aumentos que lleva la óptica del robot y que permiten que el cirujano tenga una visión perfecta.

"Al cabo de un rato parece que estoy operando como todos los días", se maravilla Miguel Such, cirujano cardiaco del Hospital Clínico. Prueban los más avezados y experimentan también los más jóvenes. Alejandro Vázquez, a sus 28 años, ya ha operado a una veintena de pacientes en el Hospital General de Valencia. Nunca había probado el Da Vinci. "Tiene una precisión milimétrica y es muy sencillo porque reproduce muy bien los movimientos de tu mano", confiesa asombrado.

La cirugía robótica es un salto abismal con respecto a la endoscópica -en la que también se introducen la óptica y el bisturí por pequeñas incisiones- porque amplía muchísimos grados las posibilidades de giro y además porque imita a la perfección los movimientos del cirujano.

Los robots en cirugía comenzaron a emplearse de forma experimental por la NASA. El objetivo era poder operar a distancia. Al final, se están usando en el mismo sitio en el que está el enfermo, pero están empezando a revolucionar los quirófanos.

Eso sí, estos sofisticados cirujanos con las manos de metal tienen una desventaja: no hacen nada por sí solos. No piensan, ni diciden; sólo reproducen el movimiento de quien ponga sus manos en esos anillos. Los cirujanos cardiacos pueden dormir tranquilos. El Da Vinci no los mandará al paro. Por ahora.

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