"La ciudad sigue mutilándose aunque no al nivel de los años 80 y 90"
pedro olalla. profesor de geografía e historia, dramaturgo y premio al mérito educativo
El docente cree en el espacio "sagrado" del aula no para ser mero reproductor de la enseñanza reglada sino para agitar las conciencias de una juventud preparada y crítica El teatro es su aliado
ESCUCHAR el discurso de Pedro Olalla es tener un motivo para la esperanza, es saber que siempre hubo otra forma de hacer las cosas, de vivir la docencia, de entender al alumno. De enseñar y de aprender. Licenciado en Filosofía y Letras, especializado en Prehistoria, arqueólogo de campo durante la carrera universitaria, docente con 34 años de experiencia, dramaturgo, pintor, constructor de realidades efímeras que durante un mes convierten el gimnasio del instituto Salvador Rueda en un teatro que ya quisieran muchos. Inventor, carpintero, manitas en general y maestro en particular, Olalla sufre esta Málaga que no cesa "de mutilarse" aunque cree en que un futuro prometedor que ya se asoma a su presente.
-¿En qué momento supo que unir teatro y docencia podría resultar un éxito?
-En Casarabonela, en ese paraíso a medio caballo entre la sierra y el mar. Fue la calidad y la calidez de sus habitantes, de los jóvenes de aquella generación de los años 80, la que me puso en el camino de crear con otros amigos, en este caso de la mano de José Antonio Gómez Polo, la Pasión de Casarabonela. Pensé que no me iba a atar para toda la vida al pueblo, pero no fue así. Me enganché con la escenificación y hasta hoy.
-¿Esa fue la semilla de todo?
-Para mí el teatro siempre ha sido una herramienta pedagógica formidable, para cohesionar colectivos de alumnado que están dispersos, que tienen intereses muy dispares, cuyas competencias no son reconocidas muchas veces en el aula y necesitan salir del espacio de la clase para encontrar el lugar donde se sientan realizados y, probablemente, el teatro o la teatralidad en el aula aúnan estos puntos divergentes en un mismo interés.
-¿Qué aporta de bueno la interpretación en un centro escolar?
-El alumnado se siente identificado, representado en el otro, apoyado y respetado por otra mirada, a su vez sabe que su trabajo es importante, si él no funciona la cadena empieza a fallar, y le reafirma en valores, en competencias y en posibilidades de desarrollo más allá de la mera instrucción del aula. El aula es fundamental pero se puede articular en torno a un proyecto común ilusionante y enriquecedor para ellos, que en este caso es el teatro.
-¿Aquí en el IES Salvador Rueda ha encontrado su lugar de acción?
-Sí, porque es un centro innovador en muchos aspectos. Hay otros profesores que también trabajan a través del teatro. Cuando el docente se enfrenta a un aula con 35 alumnos entre 12 y 16 años de alguna manera está haciendo una puesta en escena que tiene que ser enriquecedora, proactiva, interesante, que aglutine, que los atrape y que los meta en un mundo real.
-¿Pero es real el teatro?
-No hay nada más real que el teatro. Lo que se dice en la escena probablemente sea lo que perdura en la memoria. Las grandes verdades se dicen sobre las tablas. También hay que decirlas en el aula, el teatro no falsea la realidad del aula, al revés, pone el dedo en la llaga de la incompetencia de todos los que formamos parte del sistema educativo y de cómo podemos solucionar esas lagunas y disfunciones que siempre están.
-¿Demanda algo distinto esta generación dentro de clase?
-Sí, una actitud docente radicalmente distinta por nuestra parte. Sus expectativas están truncadas, los políticos a los que miran dejan mucho que desear en gran parte y el aula tiene que responder a sus demandas.
-La Tempestad ha sido la propuesta de este año, ¿cómo ha vinculado la obra Shakespeare con la contemporaneidad?
-Llevándonos el choque de culturas que el autor describe en la obra a este momento, a la colisión entre una Europa anclada e inmovilista y un mundo que avanza y viene hasta este continente pidiendo ayuda y refugio. El mensaje de La Tempestad es no podemos levantar muros y eso ha sido muy enriquecedor para ellos. Hablo de una alumnado desde 12 hasta 22 y 23 años, ya que trabajan muchísimos antiguos estudiantes que quieren seguir teniendo un anclaje con este centro. La Tempestad para el IES Salvador Rueda es el drama migratorio.
-¿Por qué los clásicos? ¿Tienen para usted un interés didáctico?
-Utilizo los clásicos porque no se equivocan. Cuando hablan de un problema doméstico íntimo y familiar en una sociedad conservadora como la que relata Fernando de Rojas en La Celestina, si lo trabajamos pedagógicamente no nos quedamos en analizar el siglo XV, traeremos ese conflicto, ese amor cortés, a nuestros días. El próximo curso trabajaremos el tema emocional, las parejas que surgen en la adolescencia sin tener las ideas claras de su desarrollo afectivo. Les sirve también a ellos como desahogo emocional.
-Adaptar, dirigir, crear el espacio escénico, dar clase... ¿Esto como se hace compatible? ¿Por amor al arte?
-El teatro me ayuda muchísimo en la docencia. Pero sí, es por amor al arte. Si no fuese por el amor al arte las sociedades se estancarían. Es justo lo que no tiene un bien ganancial, una recompensa económica donde el ser humano se deja lo mejor de él, se esfuerza más.
-Siendo un docente veterano, ¿cómo ve la educación en 2016 con respecto a otros años, otras épocas?
-La educación ha dado un paso de gigante, ha avanzado mucho. Yo fui educado en la dictadura y esto no tiene nada que ver. Vivimos en un régimen de libertades. Pero el problema que tiene la educación en España es que no se consolidan los equipos docentes, la estructura pedagógica, qué se quiere hacer con el alumnado, los planes de estudio varían cada etapa política, cada partido intenta implantar un sistema diferente, no hay un acuerdo, no hay nada parecido al Pacto de Toledo en la Educación.
-Sólo leyes sobre leyes...
-Ahora pasamos de una educación con un enfoque muy interesante a la Lomce y tenemos que adecuarnos a esta filosofía. Y dentro de otros años será otra historia. No hay una base sólida. La educación no debería formar parte del mercado político, debería de mantenerse al margen, estar blindada, haber un status quo y una línea común de intervención. No estar cada cuatro u ocho años cambiando el modelo educativo de este país. Ese es el problema.
-En este ámbito siempre se habla en un tono fatalista, ¿tan mal vamos?
-Por supuesto que no. Los informes Pisa no reflejan la realidad de la educación española. Les interesan a determinados partidos para justificar determinadas actitudes o programas. Nuestros alumnos están preparados, informados, se les da capacidad de ser críticos, de ejercer la autocrítica, saber cuáles son sus caminos, las conductas que no deben reproducirse. Es una educación en libertad, eso no se cuestiona.
-¿Por qué cambios abogaría para mejorar la educación?
-Los profesores tenemos que implicar a los alumnos en nuestro proyecto educativo porque forman parte de él. El docente tiene una responsabilidad cada vez que entra en el espacio sagrado del aula. Hay que empatizar con ellos, acompañarlos en su proceso madurativo y encontrar esos lugares comunes donde el estudiante tiene sus mejores competencias y sus mayores valores y trabajar desde esa escena positiva para él. No intentar llevarlos a nuestro terreno, sino ir nosotros al espacio que el alumnado demanda. Es un trabajo de ida y vuelta pero siempre desde la confluencia positiva.
-Su forma de estar en el mundo no es la misma...
-No tiene nada que ver con la que se tenía hace una década. El profesorado ya no es el que le va a reproducir la enseñanza reglada, sino que tiene que funcionar como un animador social, alguien capaz de cambiar la mentalidad de sus estudiantes, de abrirle la mente, convertirse en un espejo donde vean reflejado lo que pueden ser en el futuro. El profesorado tiene que ser un modelo de enseñanza, de intervención, para activar esas neuronas, esas conciencias, llenarlas de dudas y preguntas. La enseñanza no es el manual, es algo más, algo que trasciende el mero hecho del aula, llega a la familia.
-La familia, otro de los pilares importantes...
-Desgraciadamente hoy en día la familia parece que delega en el centro la educación, pero ésta también forma parte de la familia, es el otro pilar fundamental y el profesorado, a veces, se siente desnundo, solo, sin apoyo familiar. El trabajo de los docentes es clave y fundamental. Y en su inmensa mayoría son auténticos héroes y funcionan más allá de lo que se les exige.
-¿El colectivo docente está denostado?
-Hay mucho profesor que se deja la piel en este centro, que están aquí muchas más horas de las computadas por la Administración, que dan mucho tiempo libre para hacer cantidad de actividades, y, sin embargo, somos un colectivo maltratado. La gente no valora la clave de la educación como el futuro de una sociedad. El futuro de este país está en estas aulas, de aquí saldrán médicos, científicos, albañiles, ingenieros... y esa semilla está aquí.
-¿Destacaría algo bueno de la Lomce?
-No. De la Lomce lo que hay que esperar es que pase cuanto antes.
-Aunque con el panorama deparado por el 26J no parece que pueda derogarse...
-Intentaremos hacer una buena representación, a pesar de que el guión no nos encante y haya mejores, pero lo adaptaremos en todo lo que podamos. Se trata de minimizar los daños y que nos afecte lo menos posible... Eso sí, hay males de siempre que habría que atajar como cubrir las bajas antes, tener más personal, lo de siempre. La carga de trabajo ha aumentado, la burocracia...
-¿Cree que España sigue siendo un país de pandereta?
-No, España no es un país de pandereta. Podemos reconducir el futuro perfectamente, de hecho tenemos las herramientas, los medios y la manera de cambiarlo. Este país ha cambiado muchísimo, tiene futuro pero tenemos que ejercer la autocrítica, y los ciudadanos los primeros. ¿Si hemos podido elegir el cambio en las urnas, por qué no se ha producido? Aún así, aunque gane la derecha, no somos un país de pandereta. Lo que tenemos que analizar es qué queremos hacer con nosotros. Probablemente ni siquiera lo sepamos.
-¿Qué injusticias históricas más importantes destacaría?
-Probablemente la que estamos viviendo ahora mismo con la actitud europea, no es histórica, aún no hay memoria para analizarla, no está en los libros, pero estará y la imagen que damos es tremenda. Qué es el Brexit sino la reacción de una derecha extrema para no acoger a un solo refugiado y levantar muros. El Brexit no puede disfrazarse de izquierda porque no lo es. Es una reflexión xenófoba.
-¿Qué le parece esta Málaga de los Museos?
-Muy bien. Me ha dolido mucho esta ciudad. He presenciado sus mutilaciones, sus destrucciones, sus expolios, el abandono del centro históricos, de los barrios históricos periféricos, la demolición absoluta de la memoria colectiva de la ciudad y he de reconocer que se están haciendo cosas, aunque los solares sigan siendo el telón de fondo del centro histórico de la ciudad. Pero esta es otra ciudad, probablemente porque había otras Málagas dentro de Málaga y estoy empezando a verlas ahora que están emergiendo.
--¿Cuáles han sido para usted los principales aciertos?
-El derribo del silo, por ejemplo, que no aportaba nada a la arquitectura contemporánea y era un muro frente al eje paisajístico increíble de la ciudad.
-¿Y los errores?
-Muchos. Pero si hablamos en positivo también se iba a destruir el Mercado de Mayoristas y conseguimos salvarlo y se pudo demostrar que Málaga tiene una arquitectura contemporánea del XX que hay que proteger, que forma parte de la memoria histórica. Al mismo tiempo que había que conservar este edificio había que demoler la Casa de la Cultura que estaba sobre el Teatro Romano. En esta dualidad de demolición conservación se cimenta el esplendor actual de la ciudad.
-Pero es un esplendor conseguido en unas pocas calles...
-Sí, saliendo de tres o cuatro calles hay que empezar a taparse los ojos, sólo vemos solares. Esta ciudad aún no ha entendido que el centro histórico hay que conservarlo en su totalidad. Málaga sigue mutilándose, aunque ya no al nivel de lo que fue en los años 80, 90 y 2000. Han sido décadas terribles en cuanto a las destrucciones, no se conservaba nada.
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