"Le clavaron una navaja en la cabeza para robarle. Querían matarle"

La mujer del carnicero, también agredida el sábado, pide "que se haga justicia" y se detenga a los autores

Graciela, la esposa del carnicero, junto a su hija en el portal de su casa.
Graciela, la esposa del carnicero, junto a su hija en el portal de su casa.
Celina Clavijo Málaga

10 de noviembre 2014 - 01:00

Antonio, que todavía se recupera de las lesiones -una de ellas, con una navaja- provocadas por unos atracadores en su vivienda para robarle el dinero que llevaba encima, siente, además de dolor, rabia e indignación. Ni él ni su esposa, Graciela, cuyo testimonio ha sido recogido por este periódico, dan crédito a lo ocurrido. "Es injusto que uno se levante a las 6 de la mañana, trabaje hasta las 11 de la noche y le quiten, en su propia casa y a plena luz del día, el dinero que ha ganado", se lamenta la mujer, que espera "que se haga justicia".

Aunque es el segundo robo que sufren, no sospechan de nadie. Los autores, según recuerda Graciela, parecen ser distintos a los de hace varios meses. Los responsables del último atraco, ocurrido el sábado hacia el mediodía, aún no han sido detenidos. La Policía continúa investigando quiénes siguieron ese día a Antonio o si sabían de antemano dónde vivía. La víctima había vuelto a casa tras acabar su jornada como carnicero en el mercado de Atarazanas cuando fue asaltado.

La mujer regresó de su trabajo a la vivienda, situada en el número 3 de Pasillo de Atocha, hacia las 14:30. Estaba preparando la comida. En la casa también se encontraba la hija que la pareja tiene en común y que ayer cumplió ocho meses. El marido subió a las 15:40. Minutos después, sonó el timbre de la puerta. No esperaban a nadie. Él miró por el cerrojo y vio a una chica delgada que llevaba una carpeta. Tenía una melena castaña que le llegaba a los hombros. Antonio decidió abrirle ya que, al ser el presidente de la comunidad, pensaba que podía tratarse de un vecino interesado en plantearle un problema. "¿Quién se iba a imaginar que una mujer bien vestida podía estar detrás de esto? Yo la vi de lejos y mal porque la entrada estaba oscura, pero mi marido la reconocería si la tuviera delante", asegura Graciela.

Inmediatamente después de abrir y preguntar a la extraña qué deseaba, dos hombres -uno de ellos, corpulento y ambos con una estatura próxima a 1,80 metros- aparecieron de la nada, se echaron encima de Antonio, que en ese momento tenía a la niña en brazos, e irrumpieron en la vivienda. "Aunque lo intentó, no pudo cerrar la puerta. Ellos eran más fuertes. Le dijeron que le diera el dinero y de un empujón lo tiraron al suelo. Cayó con la niña, que se dio un golpe en una ceja. Como estaba llorando y gritando por el susto, uno de los hombres la cogió y me la dio para que se callara", relata Graciela.

Los autores del robo parecían tenerlo todo preparado. Uno llevaba puesto un casco de moto y el otro una máscara de goma anaranjada. Iban armados con navajas y una pistola. "A mi marido le pegaron patadas, puñetazos e incluso le metieron un dedo en un ojo. Le llegaron a clavar una navaja, de hoja fina, en la cabeza. Querían matarle. El arma se disparó y cayó al suelo. Yo la cogí y la guardé. Veía que seguían golpeándole. Me dijeron que les entregara el dinero y yo respondí que lo que Antonio llevaba en el bolsillo era todo lo que teníamos", narra la esposa.

En ese momento, los atracadores amenazaron a la niña con una navaja en el cuello. Graciela gritaba con desesperación por su hija. "Les pedía que lo que fuera me lo hicieran a mí, pero que a ella no la tocaran. Cogí la pistola y amenacé con disparar si no se iban de mi casa. La mujer vino corriendo hacia mí para impedirlo. Cuando disparé, me di cuenta de que el arma era de fogueo. Me dieron un puñetazo en la cara y, al caerme, me hice un arañazo en la espalda", detalla Graciela. Al alertar a Antonio de que la vida de la menor corría peligro, éste entregó el dinero a los ladrones, que huyeron con el botín.

Fue ella quien llamó a la Policía. También lo hizo una vecina, alarmada por los gritos de socorro que había escuchado. "Vivimos en la última planta. Cerca hay unos estudiantes y otro hombre, que trabaja. Nadie podía salir a ayudarnos", se lamenta la mujer. Una ambulancia del 061 trasladó a Antonio hasta el Hospital Regional. Allí permaneció hasta las 22:00, que le dieron el alta. "Se encuentra fatal. No se puede mover y casi no habla", sostiene aún compungida.

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