El corazón del aeropuerto
infraestructuras | radiografía del principal aeropuerto andaluz y cuarto de españa
Unas 6.000 personas trabajan en un recinto que abre todos los días del año
El aeropuerto de Málaga es vital en el desarrollo turístico de la Costa del Sol y del resto de Andalucía. Es el cuarto mayor de España en volumen de pasajeros y por sus instalaciones pasarán este año cerca de 14 millones de personas. Siempre ha sido una infraestructura imponente y su presencia se ha agigantado tras la creación de la terminal 3. Una ciudad que está operativa todos los días del año y cuya puesta en funcionamiento requiere del esfuerzo de unas 6.000 personas, de las cuales medio millar son de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) y el resto de compañías, tiendas, seguridad pública y privada, personal de información... Este diario se ha adentrado en el corazón del aeropuerto Málaga-Costa del Sol para saber cómo y quiénes gestionan día a día esta infraestructura clave en la provincia.
Hacemos la primera parada en el Centro de Operaciones (Ceops), lo que consideran el aparato locomotor del aeropuerto. Mientras el avión que sale o llega está en el aire, la responsabilidad es de la torre de control, pero en cuanto toca suelo son los técnicos de este centro los que toman el mando. Son los que asignan las puertas de embarque, los mostradores de facturación o las cintas de recogida de equipajes. También dirigen a los aviones que han tomado tierra y les indican cuál es su aparcamiento. Al Ceops llega el plan de vuelo de cada aeronave y gestionan los planes de emergencia. Trabajan 24 horas al día, con seis personas de 8 de la mañana a 11 de la noche y tres de 11 de la noche a 8 de la mañana.
Tienen que estar prevenidos y alertas ante cualquier incidente, porque muchas veces hay que responder rápido. Es frecuente, por ejemplo, que aviones de la ruta Madrid-Melilla acaben aterrizando en Málaga porque en el aeropuerto melillense suele haber viento cruzado y nubes bajas. En otra ocasión ocurrió que un avión que volaba desde Reino Unido hasta Almería tuvo que parar en Málaga porque tenía problemas para aterrizar y necesitaba una pista larga como la existente en este aeropuerto internacional.
Pasamos posteriormente al Centro de Gestión en Tiempo Real (CGTR), el gran hermano del aeropuerto, pues en su sala hay un control absoluto de todo lo que ocurre gracias a las 1.200 cámaras instaladas en el recinto y a las pantallas de televisión. Su función es evitar que haya cualquier tipo de problema y para ello hay tres técnicos y un coordinador, además del resto del personal, los Aapuc (apoyo y atención a pasajeros, usuarios y clientes), que atienden sobre el terreno.
Su tarea más habitual es evitar que haya grandes colas a la hora de facturar o en los controles de seguridad. Si detectan, a través de la cámara, que hay muchas personas en fila y que, por ejemplo, se está dificultando el paso al resto de las personas, se le pide a la compañía que abran más mostradores o que haya más personas en el filtro de seguridad. Se contabiliza el número de personas que pasan por este filtro para ver los flujos y el tiempo medio de espera. La norma es que nadie pase más de diez minutos esperando para hacer el control, siendo el tiempo medio de cuatro o cinco minutos. Lo vigilan todo. Si a alguien se le cae una botella de agua, lo ven en la pantalla y automáticamente dan el aviso para que vaya el personal de limpieza, evitando así posibles accidentes y mala imagen.
En el sótano están los técnicos del Sistema Automatizado de Tratamiento de Equipaje (SATE), considerado el aparato digestivo del aeropuerto. Son los encargados de que no se pierda ninguna maleta y, según explican, lo hacen bien "porque el índice de pérdidas es de una maleta de cada 50.000 y no se pierde sino que se queda en tierra porque se ha facturado mal". Tienen trabajo para dar y regalar y los datos lo confirman. En 2014, por ejemplo, trataron 4,4 millones de equipajes y entre enero y mayo de este año ya llevan 1,6 millones. El récord de equipajes tratados en un día fue, por ahora, el 16 de agosto de 2014 con 22.881, mientras que el récord de equipajes tratado en una sola hora fue el 21 de julio de 2013, con 2.393 maletas. Otro dato para los amantes de las estadísticas: el vuelo AEA083, que partió el 25 de julio de 2013, fue el más cargado de maletas en la historia de la terminal 3 con 387 equipajes en la bodega.
En el SATE cada técnico tiene su ordenador y, además, hay una pantalla gigante en la que se muestra al detalle el funcionamiento de las casi 2.000 cintas transportadoras que conforman una extensa red de diez kilómetros en la terminal 3 y de cuatro en la terminal 2. Si estuvieran puestas en línea, se podría ir desde el aeropuerto hasta Benalmádena andando sobre ellas. Todo está lleno de cámaras y se puede observar, casi con precisión milimétrica, la etiqueta de cada maleta.
El procedimiento es el siguiente. El viajero factura la maleta y la operaria de la compañía aérea le asigna una etiqueta a ese equipaje y se la pega. Automáticamente llega un mensaje con esa etiqueta al sistema SATE y, una vez casada la información, se le asigna un hipódromo. La maleta inicia un viaje que, si no hay nada anormal, apenas durará unos minutos hasta su entrada en el avión.
Hay varios niveles de seguridad. Todos los equipajes pasan por un rayo X y si todo es correcto va directo al avión. Si se ve algo sospechoso, la maleta pasa al nivel 2, en el que se vuelve a escanear. Si aún así hay dudas, pasa al nivel 3, en el que hay unas máquinas tomográficas mucho más precisas con las que se ve todo lo que hay en la maleta y la densidad. Si el equipaje tiene algo extraño, baja al último nivel: el 4. Allí hay agentes de la Guardia Civil e incluso un contenedor antiexplosivo para detonar maletas en caso de que tuvieran una bomba. Desde el SATE señalan que, afortunadamente, nunca ha sido necesario llegar hasta ese extremo y, por tanto, nunca se ha utilizado esa sala. No obstante, ese contenedor resiste un máximo de dos explosiones.
Está tan informatizado el proceso de tratamiento de maletas que hay una trazabilidad completa y, de hecho, guardan la información de todos los equipajes que han pasado por el aeropuerto desde 2010. Como curiosidades, ha habido personas que han llegado a facturar jamones serranos directamente, por lo que se han podido ver las patas con sus etiquetas puestas en su recorrido interno por las cintas. El aeropuerto de Málaga es además uno de los pioneros en colocar cintas más anchas que permitieran facturar los palos de golf.
Otro elemento clave en el funcionamiento interno del aeropuerto es el Centro de Procesamiento de Datos (CPD), el cerebro. En su interior hay una cámara acorazada que guarda todos los servidores del aeropuerto, por lo que están en una zona crítica y no señalizada por motivos de seguridad. Es un lugar secreto.
El aeropuerto de Málaga ocupa unas 550 hectáreas, el equivalente a 750 campos de fútbol. Para cubrir toda la zona y dar el mejor servicio posible, además del personal de Aena -dedicado a los servicios aeroportuarios, económicos, comerciales, de seguridad, operaciones o recursos humanos- hay varios miles de personas que trabajan cada día para que no haya noticia, es decir, para que un pasajero llegue, facture su maleta, haga algunas compras, entre en el avión y llegue a su destino sin problema. Además de los mencionados Aapuc, están el personal del Centro de Mantenimiento (Cemant), que gestionan cualquier arreglo; los técnicos de operaciones en el área de movimientos (Toam), más conocidos como los señaleros, que garantizan el movimiento de los aviones en la pista y en la plataforma; los ejecutivos de servicio, personal cualificado que tiene la responsabilidad del aeropuerto en caso de ausencia del director; o los halconeros, que evitan el paso o establecimiento de aves en el recinto con el uso de halcones que actúan como policías con otras aves.
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