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Málaga: Enfermeros en tiempos del coronavirus

  • Los profesionales se reivindican en su día y dicen que ahora el mejor aplauso es ponerse mascarilla

Lourdes Padilla, Ángel González y Roslía Rioja (de izq. a der), enfermeros del Hospital Clínico.

Lourdes Padilla, Ángel González y Roslía Rioja (de izq. a der), enfermeros del Hospital Clínico. / M. H.

Este martes es el Día Internacional de la Enfermería. Y la profesión se reivindica más que nunca con motivo de la pandemia. Los enfermeros han experimentado el temor de llevar el virus del trabajo a sus familias, han tenido que luchar contra un enemigo desconocido, han sudado debajo de un equipo de protección que complica su labor, han sacado adelante a todos los pacientes que han podido y, además, han desarrollado iniciativas para que los enfermos aislados no se sintieran tan solos.

Este reportaje reúne a tres profesionales, una ínfima proporción de todos los que cuidan de miles de pacientes; con y sin Covid. Este martes se cumple el bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale, considerada la creadora de la enfermería moderna. Celebran su día con orgullo. Se merecen un buen aplauso. Ahora que la desescalada es inminente piden a la ciudadanía “prudencia, prudencia y prudencia” a la hora de respetar las medidas de seguridad.

“El mejor aplauso es que los ciudadanos se pongan mascarilla, aunque no sea obligatoria”. Lo recomienda Ángel González, enfermero de Cirugía del Clínico. Él ha sufrido el coronavirus por partida doble. Perdió a su padre –que estaba ingresado en una residencia– víctima de esta enfermedad. Murió el 20 de marzo, en plena pandemia. Él no se lo pensó y al día siguiente se fue a trabajar. “Hemos tenido miedo, hemos estado expuestos, con las protecciones limitadas y lo hemos dado todo. La fortaleza del equipo ha sido la clave. Ha sido un gran trabajo de todos”, sostiene.

No se deja atrás a ninguna categoría profesional a la hora de ponderar la labor de su hospital, el primero que empezó a acusar la presión asistencial de la pandemia. Su planta, la sexta, se tuvo que reconvertir para atender a pacientes Covid. “Hemos visto a muchos compañeros que se han contagiado. A pacientes solos porque estaban en aislamiento. Hemos tenido que reinventarnos en organización, en tareas asistenciales, en el uso de protecciones”, explica.

Relata que es bastante incómodo trabajar con un equipo de protección. Recuerda que cada vez que hay que asistir a un enfermo deben vestirse y desvestirse. “El EPI pega calor; sudas, las gafas se empañan… Es difícil trabajar así”, explica. El esfuerzo se valora ahora que miles de ciudadanos saben lo molesto que es ir con una simple mascarilla por la vida. Lleva 32 años como enfermero y confiesa que nunca había vivido una situación tan extrema como esta pandemia.

Enfermeros dicen que el Covid es peor que la epidemia de cólera y los brotes de meningitis

Rosalía Rioja trabaja en el Servicio de Endocrinología y Nutrición del Clínico. Ella lleva 37 años como enfermera. Vivió los años duros del sida en pleno frente de batalla. “Pero nunca había vivido una situación tan extrema con esta de ahora”, coincide. Por una patología personal, es personal de riesgo. Pero ahí estuvo, arropada por sus compañeros y todos, como una piña, al pie del cañón cuidando a los pacientes. Ella, como experta en nutrición y dietética. “Estos pacientes apenas comen y se desnutren. Hay que hacer una valoración nutricional de cada uno, controlar la ingesta para suplementarla y darle recomendaciones a la hora del alta”, explica. Esos consejos pasan por qué deben comer cuando se van a casa y qué suplementos nutricionales tomar.

Como profesional de la salud que es, a los demás les aconseja dieta saludable y ejercicio durante el confinamiento. “Y que cuando acabe, ahora que se prepara la desescalada, no dejen esos hábitos saludables”, insiste. Como Ángel, también opina que, aunque no sea necesaria, siempre se salga a la calle con mascarilla. “Ahora que estamos a punto de pasar a la siguiente fase, hay que ser muy prudentes. Con la mascarilla proteges a los demás y te proteges tú. Hemos puesto nuestra vida en juego. Por eso, la ciudadanía ahora tiene que ser muy prudente. Ese es el mejor aplauso”, esgrime.

Lourdes Padilla es enfermera gestora de casos en el Clínico. Es la responsable de coordinar con el centro de salud la asistencia tras el alta. Lleva 41 años en la profesión. Era jovencísima cuando llegó a la sanidad y conoció la epidemia de cólera que hubo en Málaga. Y también, brotes importantes de meningitis, cuando hacía estragos porque no existía vacuna. “Pero esta del coronavirus ha sido la peor y la más global”, admite. Afirma que no tuvo miedo por ella, sino por contagiarse y transmitir el virus a sus familiares.

“Cuando fue la epidemia de cólera, sabías cómo actuar. Pero ahora no había referencias. La propia información de la Organización Mundial de la Salud era contradictoria. Nos enfrentábamos a un enemigo desconocido”, relata.

Cada día ha tenido que gestionar con atención primaria el apoyo para 15 pacientes que se iban de alta. Y eso supone informarles de cómo deben seguir la cuarentena en sus casas durante las siguientes dos semanas para mantener su salud y no contagiar a sus convivientes, a la vez que formar a estos en el manejo de una patología absolutamente nueva.

Dice que ha visto situaciones duras, de personas dependientes hospitalizadas que han perdido a su cuidador por el coronavirus y que tenían toda su familia fuera de Málaga. “Se me erizan los vellos de pensar en las historias de esas personas”, cuenta. Muchos enfermeros han hecho posible que el aislamiento de semanas de muchos pacientes hospitalizados se rompiera de vez en cuando con una videollamada de móvil.

“Esto es una pesadilla que no ha acabado. Hay que usar mascarilla para bloquear al bicho. El mejor aplauso es seguir las normas de comportamiento marcadas;respetar las medidas de higiene y las distancias de seguridad”. Y a aquellos que enfermen les tranquiliza:“Aquí estamos los enfermeros, en el hospital, para cuidarles”.

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