La diáspora de los ingenieros
Muchos profesionales han tenido que buscarse la vida en el extranjero para trabajar Francisco Hernández ha hecho instalaciones en Bolivia y Portugal


Cuando pintan bastos en tu tierra hay que buscarse la vida en otro sitio. Es lo que le ha pasado a miles de ingenieros especializados en energías renovables en España, que llevan tres años protagonizando una emigración forzada allá a donde les contraten para poder generar ingresos y mantener a sus familias. Francisco Hernández es uno de ellos. "Tras mi trayectoria profesional en energías renovables y sufriendo, como muchos ingenieros, la crisis en estos años pasados decidí intentar fuera de España volver al que fue mi oficio entre 2004 y 2010, las instalaciones de energía solar fotovoltaica", expone este profesional, que denuncia que "en España, desde 2009, el sector ha sufrido a golpe de decretos, injustas retroactividades y recortes que paralizan drásticamente el sector y originan un importante desempleo".
En enero de 2014, viendo que en España todo seguía frenado, estudió el mercado latinoamericano pues estaba habiendo fuertes inversiones tanto en energía eólica como fotovoltaica en varios países como Chile. "En mi caso, como del otros muchos, mi único recurso era el know-how (conocimiento) porque no tenía capacidad económica para hacer acciones comerciales ni desplazamientos para ofrecerme en esos mercados". Para solventarlo, Hernández localizó a empresas pequeñas inscritas en asociaciones de energías renovables desde Chile hasta México y les ofrecía sus servicios vía e-mail. También habló con fabricantes con los que trabajó en España antes de 2010 y que estaban en el exterior.
De esta forma, conoció a Enersol, una empresa boliviana. "Nuestra presentación y nuestras conversaciones se produjeron únicamente por correo electrónico y por Skype, pero vimos la oportunidad de presentarnos a la licitación del diseño, suministro, montaje y puesta en marcha de un sistema fotovoltaico en la comunidad indígena guaraní de El Espino, allí en Bolivia, en junio de 2014", narra. Ganaron el concurso en septiembre de 2014 e iniciaron la obra en abril de 2015. Hernández marchó hacia Bolivia junto a otro amigo ingeniero español, Miguel Zamarián, que trabajó como co-director de ejecución.
Estuvo un mes allí y vivieron todo tipo de anécdotas. Dormían en un hostal a 20 minutos en coche de El Espino "y el tiempo para llegar dependía de la cantidad de vacas, ovejas o cabras que nos encontráramos echadas en la carretera". También conocieron a un antiguo guerrillero del Che Guevara llamado Saúl que les explicó dónde había restos de balazos cuando les perseguían.
Hernández regresó a España y en octubre de 2015 le contrató una empresa alemana para hacer instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo para industrias en Portugal. Ya ha dirigido un proyecto en Cesar, a 50 kilómetros de Oporto, y la semana pasada inició otra en Lisboa que finalizará en julio. Su casa y su familia está en Málaga, pero va allá donde haya trabajo a la espera de que se reactive el sector en España.
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