Un doble crimen del pasado

Sucesos Tragedia en Villanueva del Trabuco

El asesinato de Los Parrato recuerda a aquellos que años atrás teñían de sangre los campos españoles y que estaban motivados por rencillas crónicas, amores imposibles o arrebatos surgidos de un vaso de vino

El olivar donde se encontraron los cuerpos de Juan y Francisco Cabello, en la zona de Rajaestacas.
El olivar donde se encontraron los cuerpos de Juan y Francisco Cabello, en la zona de Rajaestacas.
Pablo D. Almoguera / Málaga

09 de marzo 2008 - 01:00

La estampa recordaba a aquellos crímenes que décadas atrás tiñeron de rojo los campos andaluces. Dos cuerpos tendidos sobre la tierra árida y rodeados por un charco de sangre. Los olivos habían sido únicos testigos de lo ocurrido minutos antes. Francisco y Juan Cabello, Los Parrato, habían sido asesinados por encargo. Su hermano pequeño, José, supuestamente los había mandado matar porque ansiaba apoderarse en su totalidad de la herencia paterna. El brazo ejecutor fue Miguel, un vecino al que conocía de antaño y que se dejó seducir por 48.000 euros para descerrajar sendos tiros en la cabeza a las víctimas. Ambos fueron detenidos horas después por la Guardia Civil.

El doble crimen acaecido hace una semana en Villanueva del Trabuco parece extraído del pasado. Como aquellos que copaban las páginas del periódico El Caso y que tenían como escenario la Andalucía más rural. Muertes labradas por enemistades entre clanes, surgidas de fatales arrebatos al albur de un vaso de vino o como desenlace de una deuda impagada. Los protagonistas de estas historias solían ser personas humildes. Trabajadores que por un instante se convertían en lobos, que veían nublado su raciocinio y que tiraban de navaja o no dudaban de apretar el gatillo de sus escopetas.

Este es el caso de Los Parrato. Tres hermanos que se habían criado en la finca familiar y que desde temprana edad pasaban largas jornadas trabajando en las extensiones de olivares que había amasado su padre. Los vecinos de Villanueva del Trabuco y Archidona -residían en ambos municipios- los describen como personas retraídas y amables, pero siempre distantes.

Un carácter que recuerda a protagonistas de crímenes como los de Puerto Hurraco (Badajoz), en los que los hermanos Patapelás asesinaron a nueve vecinos. Estos eran el referente del choque de una la España tradicional con la que comenzaba a a ser joven. Personas obsesionadas y capaces de zanjar sus diferencias a golpe de gatillo. Emilio y Antonio Izquierdo fueron condenados a 700 años de cárcel y, aunque en un principió se pensó que podían tener sus facultades mentales mermadas, se demostró que no era así.

El móvil del doble crimen de Villanueva del Trabuco es distinto, pero la forma de perpetrarlo recuerda a antaño. En este caso, el pequeño de Los Parrato, José, presuntamente quería apropiarse de una herencia familiar en su totalidad y supuestamente decidió contratar a Miguel para que acabase con la vida de sus hermanos Francisco y Juan. El pago por ambas muertes eran 48.000 euros.

Vecinos de ambos municipios señalaron que las penurias económicas de José podían tener su origen en una chica de la que supuestamente se había prendado. Estos explicaron que posiblemente era la primera relación del pequeño de los Cabello, que por su carácter apocado, forjado en una educación autoritaria, no se interrelacionaba con otras personas. Al parecer, el joven había dilapidado su dinero con esta mujer, y buscaba más para mantenerla a su lado. Sus hermanos no quisieron satisfacer sus deseos y decidió hacerlo por la fuerza. Una decisión que contrasta con la mirada ausente que destacaba en su rostro el día que fue puesto a disposición judicial.

Fuentes de la investigación explicaron que éste pudo facilitar a Miguel información de que Juan y Francisco se iban a encontrar el domingo trabajando en la zona de Rajaestacas y que se estarían solos. Éste acudió al lugar. Las víctimas no esperaban nada. Lo conocían desde hacía años. Eran vecinos de la calle Pilarejo de Archidona. El presunto ejecutor les descerrajó dos disparos en la cabeza con una escopeta de caza que había robado dos días antes y de la que se deshizo arrojándola a un río. Después se fue a su casa. El plan estaba tejido de antemano. José fue quien alertó a las fuerzas de seguridad de la ausencia de sus hermanos. Pero no contaba con la presión que iban a ejercer los investigadores del Equipo de Policía Judicial, que rápidamente vieron grietas en su testimonio. Los agentes le apretaron las tuercas y acabó derrumbándose e implicando a Miguel.

Las citadas fuentes señalaron que en estos casos, los autores sienten un gran remordimiento y que, si no se suicidan o entregan, acaban confesando. "Para ellos es como un desahogo. No son personas acostumbradas a quitar la vida y el hecho de que tengan lazos de unión con las víctimas es un peso del que se quieren liberar", manifiesta un agente experto en estas lides. Los Izquierdo, tras pasar una madrugada en el monte, esperaron la llegada de la Guardia Civil desayunando en una loma, como habían hechos muchos días cuando pastoreaban el ganado.

Paradójicamente, Miguel, considerado el elemento discordante de la pareja, sí asumió la autoría de las dos muertes ante la jueza instructora, algo que no hizo José en ese instante a pesar de que sí lo hizo cuando los responsables del caso le tomaron declaración. ¿Esconderá ese rostro inocente una cara opuesta? Es la opinión de los investigadores, que piensan que, aunque no apretó el gatillo, tuvo la suficiente sangre fría para trazar en su mente la muerte de sus hermanos y la cobardía de derrotarse cuando le presionaron. Un elemento diferenciador de lo ocurrido en Villanueva del Trabuco con otros casos del pasado es que la percepción del grado de convulsión en la ciudadanía es menor. En los años de la aldea global, el impacto se ha visto reducido por las tragedias que cada día entran en los domicilios por la televisión. La resignación que se respiraba contrastaba con los llantos del pasado que han quedado grabados en nuestra memoria.

Pero a pesar de esta extraña sensación, el caso de Los Parrato ha quedado fijado en nuestras mentes. Aunque pueda parecer crudo, no por su trágico resultado, si no por lo que lo rodea y lo convierte en un crimen del pasado.

stats