Domingo Blanco: un objetivo pedagógico fundamental
Muy a finales del siglo pasado el profesor Domingo Blanco nos interpelaba: “ ¿Qué porcentaje de ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca conoce que ésta es la doctrina jurídica de la comunidad internacional? ¿No deberían hacer mucho más los políticos constitucionalistas y los media para evitar que los nacionalistas exploten esa concreta ignorancia?” Nuestro maestro –un bilbaíno en Málaga y Granada- se estaba refiriendo a una falsa y perversa educación para la ciudadanía consistente, fundamentalmente, en fundar el derecho a la autodeterminación y secesión de los pueblos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. De ahí, entre otros muchos temas, la oportunidad que nos da su recién publicado libro -Figuras de la muerte en la vida buena. Última línea. Málaga, 2025- para tomar conciencia crítica respecto a la posibilidad de que España se disuelva, desaparezca como Estado en beneficio de la política de esa concreta ignorancia.
En éste libro se dan las objetivas razones argumentativas ante el error que afirma que España es una Nación de Naciones. Ahí tenemos de partida un conflicto radical que atañe a la ética en los que se basan los principios de las sucesivas Declaraciones: la Universalidad no es de los territorios ni de esta o aquella lengua, sino de los individuos o personas porque esa dignidad lo es de la persona en cuanto parte de la familia humana.
Elegimos (su esposa Theodora Welhammer y un servidor) el título del libro, que presentaremos el 8 de octubre en la SEAP de nuestra Málaga, porque de todos sus capítulos nos pareció el filosóficamente más inquietante. Domingo se hizo eco, en medio la disputatio contra Heidegger y su axioma ontológico: “el ser es para la muerte”, hízose eco de la famosa discusión de aquellos dos personajes de la novela de Thomas Mann La montaña mágica; novela que describía la tensión del espíritu alemán entre la defensa de la vida y del individuo o persona frente a la transformación que se venía dando en el concepto de subjetividad deglutida por el pensamiento colectivista de el ser como raza.
En el coloquio de Davos, 1929, esta misma discusión se repitió entre el neokantinao Cassirer y el ontólogo Heidegger. Pues bien, el maestro nos ha dejado un problema duro de roer: “Los planteamientos que hacen depender de la respectividad a la muerte la comprensión más amplia de lo real abocan al juicio sobre la existencia a la arbitrariedad y a la depreciación· (cursivas mías). ¿Como reintegrar la muerte, nada accidental, al aristotélico “la vida buena”? Aquí se proponen dos figuras que el lector puede meditar a través de reflexiones literarias, no sólo filosóficas, que cumplen con la propia fenomenología de un lector incansable de Maurice Merleau-Ponty. Porque, ahora que miramos hacia atrás para su Homenaje ,lo que nos enseñó de forma tan kantiana fue a huir de le reproducción en yeso de una persona viviente. La rica pluralidad de temas y de autores de su libro dan fe, no mis palabras, de una vida lograda.
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