Málaga

Un espejo demar y luz

  • El pregón de Pablo Aranda, un espectáculo de fuegos artificiales cargado de novedades y el concierto de Efecto Mariposa abrieron las fiestas con la ciudad entregada

Por más que resultara predecible, el verdadero espectáculo se encontraba a ras de suelo, donde el gentío llenaba todo el litoral como si la ciudad entera hubiese decidido echarse a la calle para no perdérselo. La Feria de Málaga tuvo ayer con el Puerto como eje esencial su puesta de largo con todos los ingredientes de siempre: el pregón, los fuegos artificiales y la música, en una conjunción de mar, luz y sonido que brindó una alternativa multitudinaria a las Perseidas de agosto. Hubo novedades de diversa consideración en una velada que quiso ser más formal, más artística y más ambiciosa a la hora de ofrecer un determinado retrato de la ciudad, y que terminó, sin remedio, entregada al frenesí que habrá de perdurar hasta el domingo 19 de agosto, lo que se dice pronto. Sea como sea, la noche de los fuegos ganó ayer en alcance y madurez sin dejar de ser divertida. Ésa era la cuestión.

De hecho, el escritor Pablo Aranda, autor de enorme proyección y querido como pocos en Málaga, comenzó su pregón (vibrante, cálido, cómplice con la memoria y sazonado con un jugoso anecdotario) reivindicando la diversión con cabeza, lo que resultó más que oportuno ante los días que nos aguardan: "Es la hora de divertirse. Divertirse no es fácil, aunque lo parezca. Divertirse bien. Tratar de no molestarnos por lo que hacen los demás y tratar de molestar nosotros menos todavía". Recordó Aranda el pregón que pronunció Manuel Alcántara en 1988 ("cuando yo tenía melenas"), un llamamiento en el que el poeta y columnista afirmaba que "cualquier malagueño que acuda a su trabajo por la mañana, dispuesto a ganarse el pan y el aperitivo, va pisando tumbas de fenicios sobresalientes y de moros notables, y esa minería de antepasados se nota". Tras evocar a otros escritores pregoneros que le precedieron en el cargo como Antonio Soler, María Victoria Atencia y Rafael Pérez Estrada, Pablo Aranda tiró de su propia minería para brindar su particular memoria de la Feria: "Me recuerdo en un autobús de línea, dispuesto a empalmar la Feria del Centro con la del Real (...) Yo en la Feria he amado y también he sufrido mucho. Mi peor momento fue el día en que subí a la noria inmensa y mi vértigo me impidió disfrutar de la vista espléndida. Incluso con mi superpoblación de dioptrías, que entonces no eran tantas, se veía de El Palo a La Paz, de La Malagueta a Capuchinos, el barrio donde habito. Todo muy bonito, sí, pero ¿qué hacía yo dentro de una taza de café, volando voy, volando vengo? Me quedé ronco gritando". Reivindicó el novelista el carácter abierto de Málaga, donde "cualquier persona es bienvenida. La piel cubierta de salitre durante casi tres mil años certifica nuestra hospitalidad histórica. Sigamos siendo así, sigamos considerando de Málaga a la gente que esté aquí, traiga el acento que traiga. Málaga es una ciudad grande y convivimos en ella muchas tribus. Ninguna vale más que otra. Un pacto entre tribus rige la convivencia, que nadie rompa ese pacto. Tratemos de dejar Málaga mejor de lo que nos la encontramos". Y recordó Aranda con especial énfasis que ésta es la Feria del no es no: "Toca pasarlo bien, muy bien, sin malajes ni medusas, recordando que no es no. Es hora de desmelenarse. Sana, alegre, mediterráneamente".

Después, a la hora convenida, con la medianoche por bandera, comenzó el espectáculo de fuegos artificiales, que por primera vez llevaba la firma de la empresa valenciana Ricasa. El montaje, titulado Málaga mira al mar a modo de declaración de intenciones, despachó durante trece minutos sus ochocientos kilos de material pirotécnico entre lentejuelas, sirenas, zumbadoras, perlas, efectos descolgantes y otros muchos efectos multicolores para la admiración del respetable. Especialmente sonados, por novedosos, fueron los dispositivos de realidad aumentada, en un órdago tecnológico que dejó con la boca abierta a más de un incauto mientras sonaban lo mismo canciones de Adele y Thomas Bergensen que fragmentos de la banda sonora de Kill Bill y La Bella y La Bestia. El trance fue todo lo hipnótico que se esperaba y regaló imágenes de gran belleza en el cielo merced a los disparos pirotécnicos lanzados desde el dique de Levante. Si los más pequeños tuvieron su ración de magia, entre no pocos adultos cundía la nostalgia. Que también así se disfruta.

Para terminar de reivindicar una Feria distinta, menos estridente y más para todos, la aportación musical corrió a cargo de la banda malagueña Efecto Mariposa, que llegó al inicio de la fiesta con su nuevo disco, Vuela, bajo el brazo. Eso sí, el ya veterano grupo revisó tanto su material más reciente como sus canciones más emblemáticas en una actuación brillante, depurada y a la vez tocada de una gracia contagiosa que no tardó en meterse al público en el bolsillo, con una apuesta pop tan efectiva a la hora de agitar al respetable como impecable en su factura. Así quedaron boca arriba todas las cartas de la Feria de Málaga, un envite con un día extra que tendrá hoy su definitivo despliegue tras la conquista de la Feria del Centro (ofrenda floral a la Patrona mediante) y la inauguración del alumbrado del Cortijo de Torres. Seguirán, por tanto, la música, la tradición, el humor, la alegría compartida y las ganas de fiesta: lo que haga falta para que Málaga descanse por unos días, incluso, de sí misma.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios