Familias que dan hogar a menores en desamparo: “Lo único que se necesita para acoger es cariño”
Diego, Tina, Encarna y Gloria cuentan a 'Málaga Hoy' sus experiencias y piden que más personas se sumen a la causa
El aumento de niños en desamparo en Málaga provoca que falten familias de acogida de urgencia
Víctor nunca llegó a conocer a su padre biológico. De su madre, apenas tiene recuerdos. Ella a veces iba a visitarlo a casa de su abuela, quien –junto con su tío– se hacía cargo de él y de su hermano. Cuando tenía poco más de dos años, nació su tercera hermana y sus familiares ya no podían hacerse cargo de los críos, que fueron trasladados a un centro de acogida. Recuerda que, cada cierto tiempo, durante media hora, su madre, su tío y su abuela iban a visitarlos. Hasta que su progenitora dejó de hacerlo. Falleció. Después de tres años, fueron acogidos por una familia y, más tarde, en 2011, conocieron el es que su hogar.
Nacido en Cádiz, el joven recuerda su llegada a Málaga, con poco más de ocho años, como “un cambio muy grande”. Los tres hermanos dejaron atrás su ciudad natal a la vez. El mayor fue amparado por una mujer residente en la Estación de Cártama. La hermana de ésta y su marido, Tina y Diego, decidieron hacerse cargo también de Víctor y de la pequeña, Lola, para que no perdieran el vínculo familiar.
“La mayoría de familias que acogen a niños en nuestra situación son temporales, así que cuando supimos que ya nos íbamos a quedar permanentemente con ellos fue un alivio”, confiesa Víctor. El matrimonio lo tuvo claro desde el principio. Se adaptaría a las necesidades de los pequeños y éstas exigían que se quedaran con ellos permanente porque su familia extensa nunca se iba a poder hacer cargo.
El camino no es fácil reconocen. Uno de los aspectos fundamentales para ambos es normalizar la situación de estos niños y no culpabilizar a las familias biológicas. “Intentamos transmitirle que sus allegados se han encontrado inmersos en una problemática y que les ha sido imposible hacerse cargo de ellos”, explican. Con ello, tratan de evitar el sentimiento de abandono que muchos de ellos padecen. Tal y como reconoce Víctor.
“Las heridas existen, pero ya han cicatrizado”. “Hubo un momento en el que costó, pero maduras y aprendes a acogerlo como parte de tu vida”. Ahora solo siente “agradecimiento”. Gratitud hacia sus padres, los que lo han criado, le han brindado una educación, unos valores, una familia y un hogar.
A sus 20 años, Víctor está a punto de terminar un grado superior a la par que trabaja en un supermercado. Y sus padres no se pueden sentirse más orgullosos. “Yo estoy muy feliz de ver a nuestro niño con una vida encarrilada y con la cabeza tan bien amueblada. No fuma, no bebe, es un chico sano y no está metido en ningún problema gordo”, señala Tina.
Un sentimiento de felicidad que comparte con el resto de sus hijos. Y es que en su vida no solo están Víctor y Lola. Hace 28 años, antes de que naciera Hogar Abierto –la fundación destinada a la promoción y desarrollo del acogimiento familiar–, el matrimonio decidió acoger esporádicamente (los fines de semana y en vacaciones)a un niño con 12 años. Durante un tiempo, este menor llamado Cristian volvió con su familia biológica, pero, poco después, fue de nuevo decretado en situación de desamparo junto con su hermano Miguel. “Es muy difícil que una familia quiera acoger a un adolescente porque tiene algunas complicaciones añadidas, por eso nosotros decidimos quedarnos con él y con su hermano, para no separarlos”, relata Tina.
Los chicos, que han estado viviendo con ellos hasta que la situación laboral les ha permitido independizarse, siguen formando parte de su familia. Sin embargo, esto no les ha impedido mantener un régimen de visitas con su madre biológica. “Al principio ella tenía mucho miedo porque era todo muy innovador y pensaba que iba a perder a sus hijos, pero con el tiempo nos ha dado las gracias”, apunta Diego.
En mitad de los dos procesos de acogimiento permanentes de la pareja nació su hijo biológico, Pablo, quien, en palabras de sus padres, siempre ha vivido la situación con normalidad y considera a todos ellos sus hermanos. “A muchas familias les da miedo romper su propia unidad familiar, pero yo creo que ocurre todo lo contrario, lo fortalece. Pablo no es el típico mimado, lo comparte todo. Muchas veces pienso que, además de ayudar, hemos enriquecido nuestra familia”, expresa Tina.
El matrimonio, que además es socio fundador de Hogar Abierto, considera que la situación ha evolucionado mucho desde que se introdujeron en el mundo del acogimiento de menores. Explican que con Víctor y Lola recibieron todos sus informes médicos e historial previo, lo que les ha permitido empatizar con mayor facilidad.
Aunque reconocen que desde las administraciones se pueden brindar más ayudas, defienden este problema como una realidad social. “Nos tenemos que pringar y las familias se tienen que lanzar a la piscina para acoger”, apoya Tina.
Encarna acogió al primer pequeño hace 12 años debido a su pasión por los niños y a los ánimos de un sobrino que ya lo hacía. Por su casa ya han pasado unos 17 menores. Este año ha cumplido 73 años y desde hace varios se promete a sí misma que será el último dando amparo a menores. Si bien, este 2023 lo empezará con Celeste (12), Yasmin (5) y Ana (5). “Es muy duro, pero engancha muchísimo”, asegura.
Ella está en la modalidad de urgencia, en el que el niño puede permanecer con la familia durante un periodo de hasta seis meses. “Tienes que estar disponible 24 horas porque te pueden llamar que la Policía ha retirado a un menor o que se encuentra en el hospital”, relata. Así llegaron a su domicilio las tres pequeñas que cuida ahora. Si bien, pasado este tiempo, reconoce que “te entra la pena y siempre quieres prolongar”. Es entonces cuando pasa a la siguiente fase, que es la temporal, en la que puede permanecer con los niños un máximo de tres años.
Gloria se encuentra en la misma situación que Encarna. De hecho, fue ella quien la animó a acoger a niños. “Yo tenía un taller de confección de cortinas en un edificio y ella vivía ahí mismo. Coincidíamos y de ahí entablamos conversaciones y luego una amistad. Siempre me contaba sobre el acogimiento, pero me costó cinco años decidirme. Decía lo mismo que todo el mundo, que no podría soportar las despedidas”, cuenta.
Y es que ambas coinciden en que decir adiós es la parte más dura de esta labor de protección. Todas son duras. Pero, algunas, calan especialmente. Encarna o “yaya” -como la llaman sus niños- recuerda especialmente a una niña que acogió con tres años y medio y estuvo con ella hasta los seis. “Cuando le dijimos que se iba, me dijo que cuando fuera mayor me buscaría en Facebook. Al rato volvió y me dijo que mejor buscaría a su tita Sandra, mi hija, porque debió pensar que a lo mejor para entonces yo ya no seguía viva”, narra. La pequeña se marchó con su familia extensa y nunca volvió a saber de ella. “Daría cualquier cosa por verla”, asegura, emocionada.
También definen como duras algunas experiencias con las que tienen que lidiar en el día a día en el plano educativo o sanitario. “Lo único que pedimos es que nos garanticen por ley lo que les corresponde”, indica Gloria. Comedor en los colegios aunque no lleguen a principios de curso y se hayan completado las plazas, que los docentes se formen y los traten con sensibilidad, y que cuenten con un apoyo psicológico adecuado son algunas de sus reivindicaciones. “Simplemente hay que intentar ayudarlos, no son maleantes, son niños que los adultos los han dañado. Son víctimas. No queremos que les traten diferente, solo que se piense de dónde vienen y que traen una mochila”, manifiesta Gloria.
Ambas hacen un llamamiento para que las familias se animen y den un hogar a esta situación de desamparo. Pero, ¿se necesita mucho dinero para acoger a menores? “Esto es algo que mucha gente nos pregunta y siempre contestamos lo mismo, lo único que se necesita es tener mucho cariño para dar”, destacan.
73 niños menores de 12 años necesitan encontrar familias de acogida de manera urgente
La delegada territorial de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucia, Ruth
Sarabia, explica que un total de 799 menores están actualmente en situación de desamparo en la
provincia. De ellos, unos 360 se encuentran tutelados en centros de acogida; mientras que el resto, con familia
extensa o de acogida. En este punto cabe destacar que el acogimiento puede ser de urgencia (por un periodo
de hasta seis meses), temporal (por un máximo de dos años) o permanente (hasta la mayoría de edad o la
adopción).
A pesar de que el Gobierno andaluz aprobó hace unos meses una ley que prohíbe que los menores de 12 años puedan estar en centros, todavía 73 lo hacen. Sarabia indica que la prioridad en estos momentos es "encontrar a las familias que faltan y sacar a los menores de estas residencias para que puedan gozar de una vida normal". Y aunque Málaga se sitúa a la cabeza de Andalucia en número de familias acogedoras, continúa siendo necesaria más solidaridad que los niños en esta situación puedan recibir también calor de una familia y de un hogar.
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