calle larios

Algo, al fin, que se nos da bien

  • lDice un figura de YouTube que lo deja y se paraliza el país

  • Maldita sea, me estoy perdiendo algo

  • Adivinen dónde se junta hoy más gente a hacer cola que antaño para ver torear a Manolete

El abuelo 'youtuber' presume de marca: que no se diga.

El abuelo 'youtuber' presume de marca: que no se diga. / javier albiñana

Acabo de ver el vídeo de YouTubeen el que El Rubius (o ElRubius, o elrubius, o como puñeta se escriba) anuncia que lo deja y no he entendido nada. No es que no entienda sus razones, es que no entiendo lo que dice. El chico se tira siete minutos delante de la cámara (siete minutos de pega tras el montaje, claro; su intervención aparece cortada a ritmo de spot casi en minúsculos frames) para no decir nada. Bueno, sí, para decir que no se encuentra bien y lo deja, metiendo un o sea cada tres palabras. Y ya está. Y la cuestión es que es tal el volumen de visitantes que el figura recibe en su canal de YouTube que la noticia ha adquirido trascendencia nacional, hasta el punto de que casi le saca las castañas del fuego a Rajoy tras el escándalo a cuenta de la corrupción. Alguna vez me he metido en uno de esos canales de youtubers picado por la curiosidad ante lo abultado del fenómeno y la experiencia ha sido lo más parecido a ver crecer una planta, pero ése es mi problema. Considero, qué remedio, que el éxito de tales fórmulas de ocio constituye un fracaso de la especie humana, pero desde luego me parece genial que haya quien se lo pase en grande viendo y haciendo vídeos en los que sale un tipo intentando duchar a un gato; y si encima se hace de oro y se convierte en una estrella del rock, allá se las apañe el capitalismo salvaje con sus contradicciones (quien realmente se lleva el gato al agua en estos asuntos es el poder político con las empresas de telecomunicaciones como fieles intermediarias, pero esta historia y la de las puertas giratorias merecerían un artículo aparte). Viene todo esto a cuento porque el otro día fui a El Corte Inglés del Centro Comercial Bahía y encontré a gente haciendo cola como para derribar las murallas de Jericó. La cola estaba armada en el exterior a primera hora de la tarde, con un calor importante, en su mayor parte por niños en edad escolar que habían acudido acompañados por sus padres, familiares, tutores o, en fin, mayores al cargo. Resultó que todos ellos guardaban pacientemente su turno para llevarse firmado un libro de The Crazy Haacks, una familia youtuber con más seguidores que la Legión formada, creo, por una madre experta en marketing digital y sus tres hijos menores de edad. Al parecer, según he podido comprobar después en un vistazo fugaz (lo siento, no doy para más), los críos se dedican a grabarse en vídeo haciendo, fundamentalmente, lo que hacen o deberían hacer todos los niños: jugar y pasarlo bien. Otra cosa es que la explotación comercial de la vida infantil produzca más o menos tristeza, o que igual alguien debiera llamar la atención sobre el hecho de que esta explotación lleve aparejada la de la imagen de unos niños en un medio tan delicado como Internet, pero serán los adultos responsables los que, como siempre, tendrán que comprobar hasta qué punto merece la pena.

Total, que sí, que había allí más gente que la que se juntaba para ver torear a Manolete. El problema llegó a la hora de que los protagonistas firmaran los libros, ya que se había impuesto un máximo de 150 dedicatorias y la mayor parte de las más de mil almas que guardaban cola no se habían enterado, y seguían sin haberse enterado después de haber comprado sus libros. De modo que cuando los youtubers se largaron sin más estalló la frustración, la rabia y el llanto en mejillas pecosas mientras algunos padres indignados acudían a las cajas para reclamar la devolución de los libros. Recordé lo que me contaba hace poco Antonio Escohotado en una entrevista sobre el aburrimiento: el verdadero problema es que la mayoría de la gente no sabe aprovechar bien su tiempo libre. Si para Albert Camus el empeño en la tarea basta para llenar el corazón del hombre, no hay nada como no tener nada mejor que hacer para vaciarlo. Resulta, eso sí, que a la provincia de Málaga esto de YouTube se le da de fábula: El Rubius, de madre noruega, nació en Mijas, y The Crazy Haacks, de ascendencia británica, tienen casa en Fuengirola (todo muy cosmopolita, que no se diga). También hay en Torremolinos un abuelo youtuber que es todo un pelotazo. Ya ven, algo, al fin, sí que se nos da bien. En este sector sabemos atraer talento como nadie. A ver de qué nos sirve en el futuro.

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