Francisco Palma, el coleccionista de Málaga
Soy un ludópata del arte, le gustaba decir a 'Piki', que se fue el pasado sábado
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Un dandi de altura con ojo cubista para ver de cada pieza el talento, las posibilidades, el futuro. Las tres exigencias de Francisco Palma en su deleite de sumar un ajuar artístico compuesto por las obras que se adquieren y se mueven en el mercado, ganándole dinero y a la vez colocándolas con acierto en espacios en las que estén bien acompañadas, y por aquellas pinturas a conservar en bodega, en espera de que se revalorice su estilo, su firma, su valor único.
Francisco Palma, Piki para todos los pintores y galeristas amigos de su condición ecléctica y apasionada, se fue haciendo una colección de autor, como casi todas las colecciones. Sin llamar la atención, elegante e intuitivo, escogiendo obras de Feito, de Rivera, de otros artistas de El Paso, de Franz West, de Juan Uslé, de Guillermo Pérez Villalta, de José María Sicilia, de Günter Forg, de Chema Cobo o de Miguel Barceló, entre otros nombres ilustres desde los años ochenta. Piezas de las que Piki Palma se enamoraba a primera vista en sus visitas a exquisitas galerías como las de Bärbel Grässlin en Fráncfort, la neoyorkina Gagosian o las de sus amigas Juan de Aizpuru y Soledad Lorenzo, cuya sala madrileña cerró no hace mucho. Un ejemplo más de la crisis del coleccionismo en España y el preocupante relevo en el universo de las galerías de primer nivel internacional.
También en Málaga Piki tuvo su particular apuesta, a partir de nombres ilustres del Colectivo Palmo de los 50, y estuvo atento a galeristas como Tecla Lumbreras, Carmen de Julián, Pedro Pizarro, Alfredo Viñas y Javier Marin, dejándose guiar, nunca fue intrusivo ni arrogante en sus decisiones, y seguro de su propia mirada y de sus impulsos, altruista siempre en su apuesta por jóvenes pintores como Sebastián Navas, Chema Lumbreras, José Seguí, Cayetano Romero, Rafael Alvarado al que le unía a una amistad cercana y cómplice en la pasión de charlar sobre arte. Un gusto por conversar a tiempo abierto del que disfruté en varias ocasiones, escuchándole divertidas anécdotas, perfiles de artistas, ventas que no se olvidan, pérdidas de apuestas equivocadas, los nuevos apellidos del arte en Málaga y en otras capitales de los que iba adquiriendo miradas evaluadoras y adquisiciones. Fiel a su inclinación por el arte abstracto y las firmas foráneas de las que atesoró afectos y estilos.
Soy un ludópata del arte. Le gustaba decir con su voz calmada, escrutadores siempre sus ojos, moviendo los dedos de las manos cuando te dibujaba en el aire las cualidades de un artista por el que apostaba, las del nuevo tesoro que pasaba a formar parte de su gran caja fuerte en Antequera. La nave secreta que alberga cuadros, esculturas, fotografías, objetos de gusto, clasificadas igualmente en otras oficinas de arte donde reposan como valiosas prendas.
El pasado sábado se fue de puntillas, sin apenas despedidas.
Habrá también quiénes recuerden al economista, al mago inmobiliario, al hombre de negocios de la costa. Pero hoy son los pintores, los amigos, los que gozamos de su personalidad y su pasión por el arte, los que los seguimos recordando con un brindis de viaje en la mano.
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