Las gaviotas, esas aves que se asocian a los enclaves de costa, suelen resultar inofensivas para el ser humano, con el que se han acostumbrado a convivir, pero en muchos lugares su presencia supone en ocasiones algo más que una incomodidad: atacan a los drones y te roban la tostada.

Es jueves, son las 10:15 horas de la mañana y María G. Suárez sube a la última planta del hospital Quirónsalud de Marbella. Le han hecho una analítica y antes de regresar al trabajo ha pensado en desayunar en la cafetería del centro médico, ubicado en primera línea de playa, porque hace sol y la terraza tiene unas vistas estupendas", cuenta a EFE.

Pide un café con leche y una tostada con jamón, y se dirige a la terraza, pero se le cae la cuchara, así que se dispone a dejar su consumición en la mesa y a acercarse a la barra para pedir una nueva. La camarera, que la ve e infiere su intención, la alerta para que no se mueva.

"No deje usted la mesa desatendida que las gaviotas están al acecho y le roban la tostada", le comenta la chica entre risas, mientras le lleva unos cubiertos limpios.

Mucho de realidad y poco de ficción

Esta historia, que tiene mucho de realidad y poco de ficción, se repite a diario en esta cafetería de Marbella. No es la única en la que se oyen historias sobre pájaros que han aprendido a beneficiarse de su relación con los humanos, aunque por su envergadura dan más miedo que los gorriones que se comen las migas de la mesa.

Víctor Manuel Ballesteros regenta el restaurante que abrieron sus padres, Juan y Pepi, junto al puerto de Benalmádena, la Taberna Marinera, y allí no les molestan las gaviotas, explica a EFE.

No suelen entrar en su local, a pesar de la proximidad del establecimiento al agua y las embarcaciones, aunque recuerda que hace unos años encontraron "una gaviota que se veía que estaba enferma y que se había refugiado en un rincón cerca de la entrada".

La dejaron quedarse allí y la alimentaron -es un restaurante donde sirven pescados y "siempre hay algo que sobra", relata-. Al cabo de varias semanas, se paseaba entre las mesas y cuando recuperó fuerzas y estuvo bien, se marchó.

Una de las quejas más frecuentes que recibe la gerencia del Puerto Deportivo de Benalmádena es "por los excrementos de las aves, sobre todo de las gaviotas", que son especialmente corrosivos y dañan la pintura de los barcos, explica a EFE el director comercial de esta instalación, Fernando Rodríguez.

Una gaviota sobrevuela Málaga.

Espantarlas sin dañarlas

Ellos han optado por una solución amable para "espantar a las aves, no dañarlas" -apunta Rodríguez- que pasa por una empresa de cetrería que realiza uno o dos vuelos semanales con rapaces -halcones o águilas- y las mantiene alejadas de la zona portuaria.

Esta es la misma opción por la que se han decantado en la villa El Martinete, la que fuera la casa de Antonio el Bailarín en Puerto Banús, en Marbella, y donde hoy se realizan con frecuencia proyectos audiovisuales y publicitarios.

El personal que trabaja en la propiedad cuenta a EFE que en alguna ocasión las gaviotas -aves muy territoriales- han llegado a atacar a los drones que estaban grabando imágenes aéreas.

"No se trata de un servicio de captura", apunta desde Biofauna el experto en cetrería Alfonso J. Pérez Espíldora, que insiste en que "se trata simplemente de ahuyentarlas con la presencia del ave rapaz, su mayor depredador".

Un animal inteligente y territorial

Es un trabajo que requiere ser "muy constante y mucho tiempo para que sea eficaz" porque la gaviota es un animal inteligente y territorial, "que se resiste a abandonar la zona donde cría y come", relata.

Entre quienes demandan su presencia, además de puertos y aeropuertos, están los ayuntamientos debido a la sobrepoblación de palomas en el casco urbano, servicios como los de las norias y los teleféricos o algunas empresas alimentarias por cuestión de higiene.

"Dentro de los métodos de control de aves, la cetrería es -a su juicio- el más natural y el más eficaz a día de hoy", aunque dependiendo de la especie a controlar, "la metodología cambia", aclara.