El gran bazar de la playa

Personas de distintos países recorren la costa para ofrecer desde latas de refresco y ropa hasta masajes Esta actividad, extendida por toda la provincia, perjudica a chiringuitos y kioscos

Un vendedor ambulante ofrece prendas de ropa a unas personas.
Un vendedor ambulante ofrece prendas de ropa a unas personas.
Julio Serrano Málaga

03 de agosto 2014 - 01:00

Llegan a las 11 de la mañana a la playa para intentar ganarse la vida. Algunos van cargados con neveras portátiles repletas de latas de refresco y cerveza; otros portan bajo el brazo desde collares y pulseras hasta ropa y gafas de sol. Son los lateros y vendedores ambulantes de Málaga, una imagen habitual sobre la arena de la costa que más de uno quiere que se termine.

Paco, que no quiere decir su apellido por miedo a represalias policiales, arrastra cada día dos neveras llenas de bebidas frías por la playa de La Misericordia. Este latero de 49 años fue desahuciado hace un año ante la imposibilidad de seguir afrontando los gastos hipotecarios. Antes de la crisis, se ganaba la vida en el sector de la construcción. Sin embargo, desde que explotó la burbuja inmobiliaria, Paco se vio obligado a la venta ambulante de latas en las playas, ferias y procesiones de Semana Santa, según la época del año. "Las bebidas las compro en el polígono de San Luis. La Coca-Cola me sale a 34 céntimos la lata, mientras que el Acuarius, a 45. Después lo vendo todo a un euro", explica este malagueño de nacimiento.

La actividad de latero, como la de vendedor ambulante, se encuentra prohibida por el Ayuntamiento. Esto lo sabe muy bien Paco, pero él se excusa: "Tengo que hacerlo para mantener a mi familia". Un buen día de ventas se consigue en torno a 40 euros con la venta de latas, algo más de 300 euros al mes entre días mejores y peores. Unos ingresos similares obtiene Hassane Sall, originario de Senegal, del comercio con camisetas y pantalones de, a primera vista, grandes marcas. "Una jornada favorable vendo cinco o seis prendas. Las compro en los almacenes chinos del polígono de Guadalhorce", aclara Hassane, que sostiene que él no quiere dedicarse a la venta ambulante, pues su oficio desde adolescente en Senegal es el de marinero.

Así, se cuentan por decenas las personas que se dedican a acercarse a las toallas de los bañistas para ofrecerles cualquier clase de producto, alimento o servicio. "Hace un momento, una mujer asiática se arrodilló a mi lado para darme un masaje por tres euros. Le he dicho que no, claro", comenta Laura Gallardo, bañista a la que, de todas formas, no le molesta la actividad de estos comerciantes playeros.

Un sector al que sí le importuna el trabajo de los lateros es al de los chiringuitos y kioscos del paseo marítimo. Según Cándido Pérez, presidente de la Asociación malagueña de kioscos heladeros, cada año dejan de ganar un 60% más por culpa de los lateros. "Llevamos años hablando con la delegación de Vía Pública para solucionar esto, pero no hay respuesta por parte del Ayuntamiento", denuncia Pérez. En base a estimaciones de la Asociación de kioscos, un total de 18 puestos cerraron el año pasado, en gran parte, "por culpa de las pérdidas por los lateros".

"Pago mil euros cada seis meses por disponer de cuatro metros cuadrados para mi kiosco". Como sus compañeros, Juan Camino afirma que la situación es insostenible, ya que "las 50 o 60 latas que podría despachar sin los vendedores ambulantes" le ayudarían a pagar el impuesto de autónomo y el recibo de la luz. Por su parte, Jorge García, gerente del chiringuito Los Compadres, situado en el Paseo Marítimo Antonio Banderas, desembolsa más de 20.000 euros al año en impuestos por mantener su negocio. "Si la Policía Local se dispusiera cada 200 metros en el paseo marítimo y actuara, mañana mismo se terminaría este negocio", añade García, que no considera tan dañino el comercio, también ilegal, de collares, pulseras o ropa, al no perjudicar a ningún negocio legal cercano.

Legal o ilegal, el Ayuntamiento continúa sin dar una respuesta clara a estos vendedores de la playa. De la falta de soluciones por parte del Consistorio también se aprovecha Iván Jackson, de Jamaica. Este joven de 25 años también obtiene sus ingresos mensuales a través de la venta de pulseras y collares hechos a mano por su madre y él mismo. "La gente suele ser amable conmigo porque yo me porto bien. Eso sí, en cuanto tenga la opción de trabajar de otra cosa, lo aceptaré sin dudarlo", asegura.

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