¿Qué hacías cuando tenías 16 años?

Discapacidad

La adolescencia es una edad en la que se hace de cualquier problema un mundo, en la que tus compañeros te ponen etiquetas fácilmente · Es todo más difícil desde una silla de ruedas

Dos discapacitados suben a un autobús adaptado.
Dos discapacitados suben a un autobús adaptado.

06 de agosto 2008 - 01:00

PROBABLEMENTE sí, casi todos recordamos lo que hacíamos con esa edad. Echamos la vista atrás y nos situamos en el instituto, bastante más jóvenes, con más pelo casi seguro, con otras preocupaciones, con emociones y sentimientos que no se vuelven a sentir, al menos no de la misma manera. Y es aquí cuando, a toda costa, queremos ser diferentes, llamar la atención, que se hable de nosotros.

Pero qué diferentes son los chavales de ahora. Esa frase la he oído cuando tenía 16 y la digo ahora, con treinta y tantos.

Van pasando las generaciones y siempre vemos a los hijos muy diferentes a como éramos nosotros a su edad. Cambia la educación, cambian las costumbres, las ideologías, los entornos donde se crían, el número de hermanos, y parece que cada vez va todo a peor.

Pero siempre hay una nota que se mantiene. Y es que en esas edades estamos a caballo entre niños y adolescentes, entre la inocencia de los que no quieren hacer daño con sus palabras y los gestos y frases dolientes que se clavan como dagas de los que ya son casi hombres o mujeres.

Es, además de una edad para muchas otras cosas, una edad para pasarlo mal. Para hacer de todo un mundo, de la simple aparición de un grano en la cara a la mayor de las catástrofes porque tu cantante favorito viene a Málaga y tus padres no te dejan ir a verlo. Es una edad para llenar de ilusiones corazones aún sin estrenar, es una edad para jugar con las margaritas, para creer en los sueños, para respirar tan profundo por un simple roce que nos dé igual llegar tarde a casa, que se nos olvide recoger a nuestro hermano por ver salir al chico de la moto roja. Es una edad para no estar mucho tiempo en ella, es una etapa que jamás se volverá a vivir, pero que recordaremos siempre.

Sobre todo si no fueron justos con nosotros, si éramos de los que a nadie importábamos, sobre todo, si éramos diferentes por ser nosotros, por ser como somos, por ser como éramos.

Y es que la vida no está hecha para tener 15 años y no ser igual que el resto.

Si a esa edad te gusta aprender y estudiar, eres un empollón y nadie quiere hablar contigo.

Si los fines de semana te vas al campo con tus padres, eres un cateto, y te tratan como tal.

Si a los 15 años, vas en silla de ruedas, eres la de la silla. Da igual como te llames, da igual como seas, no importan tus gustos, porque sencillamente, serás la chica de la silla.

Y tú te empeñas en agradar, en ser simpática, en hacerles entender que no es algo que tu hayas elegido, que a ti tampoco te gusta. Pero no te lo ponen fácil. Tus amigos no tienen coche para llevarte, y ha de hacerlo tu padre, lo cual ya te incomoda bastante, y apenas puedes entrar en ninguno de los bares a los que van tus amigos, y no hablemos del baño, que suele utilizarse de almacén.

¿Es que nadie me va a ayudar? Claro que sí. A mí me funciona. Cuando me agobio mucho, suelo irme de compras. Parece una tontería pero a mí me ayuda bastante.

El problema está en que si vas en silla y quieres ir de compras no podrás probarte nada, porque apenas existen probadores adaptados, y cuando existen, están ocupados como almacén.

A mis treinta y tantos, apenas me importa, a mis 15, no lo quiero ni pensar.

stats