"Lo que se haya hecho muy mal estos años debe ser demolido"

01 de julio 2012 - 01:00

-Como estudioso de la historia, ¿cómo cree que juzgará a la arquitectura española de los últimos veinte años?

-La arquitectura española de los últimos veinte o treinta años ha tenido mucha fortuna, se les ha dado muchísimas oportunidades a los arquitectos. Es una arquitectura conocedora de los problemas de las arquitectura universal en un mundo globalizado, y sin embargo trata de acomodarlos y dar respuesta en un país y en una cultura un poco más modesta. Hay un cierto realismo incorporado a la discusión de la modernidad que tiene su valor, algo característico como el uso de técnicas que no son las que usan países más avanzados y haciendo uso de unos medios de construcción más o menos asumibles. Es cierto también que como mucha de la obra que hacen los arquitectos españoles es pública, sin esa intervención más directa de la propiedad, hay mucha obra arquitectónica que ha podido tener valor en un determinado momento en las publicaciones, pero que a los ocho o diez años se ha deteriorado física e ideológicamente. Ha habido un momento de debilidad, en el que los arquitectos hemos disfrutado de demasiada benevolencia, en el que la administración ha dejado la responsabilidad en manos de los arquitectos, entendiendo la libertad de que la arquitectura también es una obra de arte. Creo que eso es equivocado y un arma de doble filo.

- ¿Y a lo que ha ocurrido durante la burbuja?

-Hablaba antes de una arquitectura con ambición y exigencia profesional que va un poco más allá de esa arquitectura ligada a procesos de construcción indiscriminada en la que se han visto involucrados los arquitectos, como profesión, no tanto como la elite que contacta la arquitectura española con la de fuera.

-La presión urbanística e inmobiliaria ha dejado barbaridades, sobre todo en el litoral.

-Hay muchas actuaciones muy desgraciadas en las que el arquitecto ha debido sentirse más responsable y erigirse en árbitro, que no en juez, negándose a intervenir. Creo que si hubiera medios, tampoco sería tan difícil pensar en una cierta reversibilidad. Lo que esté muy mal debe ser demolido. Sea un edificio singular o un complejo turístico no afortunado, pero para eso hace falta una afluencia económica que seguramente no se tiene hoy, pero si un día se tuviera hay que dejar abierto el camino, y más en estos tiempos de constricción, para llevar a cabo tareas de limpieza.

-La docencia ha sido una parte vital de su carrera. ¿Qué le diría a un joven estudiante de Arquitectura?

-Que hay que acercarse a la arquitectura con conocimiento, no simplemente como una profesión aprendida en un taller artesano. Al margen de la gran satisfacción que te da vivir con la arquitectura entendiéndola tan profundamente como sea posible, creo que además eso te capacita más para afrontar el diseño específico. Claro que hay momentos en el proceso decisorio que incluyen creatividad, pero va a acompañada por un conocimiento que te permite tener la sensación de estar más próximo a la respuesta que requiere el problema. Ahora estamos viviendo un punto de inflexión por todo lo que la digitalización implica, y que ha hecho cambiar mucho el modo de producción. En estos últimos años la formación del arquitecto ha sido más acerca de cómo hacer uso de los nuevos medios que en realidad el pensamiento sobre el resultado o la ciudad.

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