De la honradez de una portera

Ya ven, en Barcenillas puede haber fantasmas (quién sabe), pero las historias más jugosas tienen que ver con la gente que se gana la vida en el barrio El misterio está en otra parte

La vida pasa en Barcenillas: una conquista diaria más allá de los fantasmas.
La vida pasa en Barcenillas: una conquista diaria más allá de los fantasmas.
Pablo Bujalance

12 de octubre 2016 - 01:00

EL pasado domingo publiqué un artículo sobre el devenir de los acontecimientos respecto a un episodio de casa encantada registrado hace ya algunos años en el barrio de Barcenillas. Y hacía mención a algunas conclusiones de investigadores (equipo de Milenio 3 incluido) que estudiaron el caso in situ y que apuntaban a la posibilidad de que la portera del bloque de viviendas se hubiese inventado el asunto al ver peligrar un puesto de trabajo que algunos de estos investigadores calificaban de "goloso", con lo que el expediente se dio por cerrado. Pues bien, al día siguiente de la publicación del artículo se puso en contacto conmigo un hijo de la misma portera para dejarme bien claro que su madre no había inventado nada ni tenía nada que ver con lo sucedido. Y lo cierto es que, atendiendo a lo que me cuentan personas que han hablado con la buena mujer, y a tenor de algunas entrevistas realizadas a la portera hace ya algún tiempo, resulta imposible creer que esta trabajadora llegara a armar una trama semejante y a atemorizar a todo un vecindario. Más aún, y según he podido constatar (el edificio en cuestión no me pilla muy lejos de mi itinerario habitual), la portera es una mujer querida en el barrio, que cumple con eficacia las funciones que tiene encomendadas y que se preocupa especialmente por el bienestar de sus vecinos. Y su puesto, tal y como he podido comprobar igualmente, no tiene nada de goloso; más bien, la portera se lo gana a diario a base de horas y de esfuerzo con una compensación no precisamente espléndida. Así que, si alguien quisiera sobreponerse al carpetazo y volver a abrir el asunto (me consta que algún parapsicólogo está en ello), debería obviar esta excusa y ahondar en otros elementos.

Decidí recuperar esta historia porque en su momento quedó olvidada sin más bajo la sospecha de que todo era una farsa, pero habían quedado algunos flecos sueltos y se habían dado sucesos posteriores que, quizá, merecían que se volviera a tirar del hilo (no deja de causar estupor que se despachen estas cosas dejando la responsabilidad en manos de los más débiles; la verdad, como sucede a menudo, está en otra parte). Ya los propios expertos de Milenio 3 apuntaban a un vecino que solía estar presente en las manifestaciones de los fenómenos extraños (bombillas que estallaban, cuadros que caían, objetos que salían disparados), un personaje solitario que, según me han confirmado otras fuentes estos días, actualmente se encuentra en prisión. Mi mayor sorpresa vino cuando me asaltó la intuición de que yo conocía a este vecino: al parecer, este hombre se dedicaba a amedrentar y amenazar a clientes de un cajero automático cercano del que yo soy usuario, y alguna vez vi a un hombre acercándose demasiado a quienes extraían alguna cantidad en metálico (especialmente si eran mujeres) y pidiendo que lo compartieran con él con demasiada vehemencia. Actitudes que, según otras fuentes, compartía aquel vecino asociado a los fenómenos. Lo cierto es que desde el mismo momento en que yo dejé de ver a aquel hombre en el cajero, el vecino del bloque encantado desapareció (ingresado presuntamente en prisión: parece que alguna vez perdió el control en el mismo cajero) y los sucesos paranormales se esfumaron. Si ambos hombres no fueran el mismo, se trataría de una casualidad extrema.

Algunos vecinos y otros investigadores señalan a este individuo como causante del poltergeist no de manera directa (nadie puede hacer estallar varias bombillas de un edificio a la vez) sino mediante una posible sugestión expresada en eso que llaman energía negativa: una rabia capaz de perturbar el entorno con consecuencias espectaculares. Quién sabe. Algunos de mis parapsicólogos de referencia consideran interesante la opción de comprobar si en la prisión se dan fenómenos extraños desde que ingresó este señor. A mí, les confieso, este relato de fantasmas, como todos los demás (salvo que lo escriban Charles Dickens o Henry James), me importa un pimiento. Lo que me fascina es la historia que se encuentra detrás de la gente con la que nos topamos a diario: ¿Qué demonios pasa por la cabeza de ese tipo que está de pie junto al cajero? El otro no será el infierno; pero sí es un misterio.

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