Los hospitales de Málaga aprovechan el Covid para regular las visitas a ingresados
El objetivo es acabar con el incumplimiento que lleva a que en una habitación coincidan varios familiares
Ahora se permite un acompañante tanto en plantas como en consultas externas
Antes del Covid había habitaciones de hospital que más que un lugar para la recuperación tranquila de un paciente encamado parecían un sitio de encuentro familiar que no sólo incomodaba a veces al propio enfermo, sino también al de la cama de al lado. Durante muchos años, los centros sanitarios han tratado de poner límite al exceso de visitas y muchas veces sin éxito.
Las restricciones impuestas tras la pandemia para evitar la propagación del coronavirus dentro de los hospitales –y proteger así tanto a los pacientes como a los profesionales– han contribuido a reducir la afluencia a estos centros sanitarios.
Además, el Covid ha puesto de manifiesto que una de las razones por las que se limitan las visitas es precisamente por el bien de los enfermos: para evitar la expansión de los virus y protegerlos de potenciales contagios, sea del Covid o de los cientos de patógenos transmisibles.
Los hospitales ya no exigen el pasaporte Covid. Fue obligatorio durante el periodo crítico de la sexta ola a fin de propiciar la vacunación y asegurar que quien acudía a un centro sanitario estuviera inmunizado. Pero ya no lo es.
No obstante, los hospitales mantienen los controles de acceso tanto a las plantas de hospitalización como a las consultas externas para garantizar que cada paciente sólo esté acompañado por un familiar como máximo. Éste puede intercambiarse por otro, pero se intenta erradicar esa costumbre de “tres familiares en una habitación” visitando –y a veces molestando– a un enfermo que está convaleciente.
A finales de enero, debido al pico de la pandemia y al contagios de pacientes ingresados por parte de sus propios familiares, las direcciones de los centros optaron por aplicar limitaciones. Para protegerlos de que se infectaran con el Covid.
El Clínico, los pabellones A y B del Regional, el Civil y el comarcal de Antequera, entre otros hospitales, limitaron el acompañamiento a enfermos dependientes, terminales, con discapacidad cognitiva o menores. De manera que un paciente no dependiente no podía disfrutar de acompañamiento familiar. Era la manera de disminuir el tráfico de personas dentro del hospital y, por lo tanto, las posibilidades de contagio.
Después de varias semanas de restricciones y tras el retroceso de la incidencia de Covid, a mediados de febrero comenzaron a aliviarse las limitaciones. Y los centros empezaron a restituir la posibilidad de acompañamiento en todos los casos. Pero de un acompañante. Es decir que los hospitales han aprovechado la situación generada por la pandemia para regular las visitas. Porque también el coronavirus ha servido para concienciar de que las enfermedades contagiosas se expanden más con el mayor contacto social.
“Es que más allá del Covid, no es conveniente que haya tres personas en una habitación de un hospital visitando a un enfermo, que necesita tranquilidad y no estar expuesto a ningún virus”, explicó una sanitaria del Clínico.
Pero, al mismo tiempo, los centros intentan la dosis justa de acompañamiento familiar que favorezca el bienestar emocional del enfermo, que a su vez contribuye a su recuperación. En resumen, tratan de lograr un equilibrio para que la afluencia de visitas no sea excesiva como antes de la pandemia, ni tan restrictiva como durante los picos de las olas.
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