Málaga

Las huellas del gilismo

  • El deterioro del arco es el fiel reflejo del paso del ex alcalde por Marbella La glorieta de los barcos, el Pirulí o la estatua del ruso aún disfrutan de un excelente grado de popularidad

Poco más de un año llevaba el que fuera presidente del Atlético de Madrid al frente de la Alcaldía de Marbella cuando se levantaron sobre la antigua N-340, ahora A-7, los arcos que se convertirían en emblema de la ciudad. Uno de ellos daba la bienvenida a los conductores que llegaban desde Estepona y el otro a los que venían desde Málaga. La obra cumplía todos los requisitos de la marca GIL: tamaño XXL, inversión millonaria, y ausencia de permisos o autorizaciones.

Al igual que las letras blancas de las colinas de Hollywood, que Jesús Gil intentó emular sin éxito en el pico de La Concha, los arcos se convirtieron en el logotipo que durante años dio vueltas, en versión mini, por los platós televisivos de todo el país convirtiéndose en el souvenir favorito que el alcalde entregaba a los visitantes de la ciudad así como a los vencedores de las diferentes pruebas deportivas, eso sí, con el correspondiente baño de oro, plata o bronce, según correspondiera.

Aún a día de hoy hay establecimientos en la ciudad en los que, por 55 euros, quién lo desee se puede llevar a casa una copia del mítico arco que no atraviesa uno de sus mejores momentos. El paso del tiempo y la corrosión del mar han hecho estragos en la estructura metálica que sostiene las placas blancas que la revisten hasta tal punto de que los bomberos han tenido que retirar algunas de las piezas ante el riesgo de desprendimiento. Desde el Ayuntamiento anuncian que colocarán redes de protección en cuatro puntos del arco mientras deciden si restaurar o demoler.

El debate está servido. Mientras algunos consideran que eliminar la estructura supondría dar un simbólico carpetazo definitivo a la etapa GIL, otros entienden que se trata de una seña de identidad de la ciudad mundialmente conocida y que debe conservarse sobre todo teniendo en cuenta que el arco gemelo de San Pedro fue eliminado por el ministerio de Fomento en 2010, momento en el que se ejecutaron las obras de soterramiento de la A-7. Aunque sin lugar a dudas el arco es el legado del GIL más identificativo de Marbella hay otras huellas de su paso que disfrutan de un excelente estado de salud y popularidad.

Si se entra a la ciudad desde Málaga, después de pasar bajo el arco, se pueden encontrar con la glorieta de los barcos, una imponente rotonda que regula el tráfico entre el populoso barrio de la Divina Pastora y el puerto de La Bajadilla y en la que se representan las popas de tres embarcaciones encalladas.

En el caso de que se llegue a Marbella desde el punto opuesto, es decir, desde Puerto Banús, al final de la Milla de Oro lo que recibe a los conductores es el Pirulí, otra de las señas de identidad de la ciudad. Ubicado en el centro de la plaza Monseñor Rodrigo Bocanegra, este faro recubierto de placas de cobre da la bienvenida al casco urbano y realiza también las funciones de glorieta y enlace entre las avenidas príncipe Alfonso de Hoenlohe y Ricardo Soriano, punto este en el que también se encuentra la estatua en honor a otro de los enamorados de Marbella: Jaime de Mora y Aragón, cuyo busto también se instaló en la ciudad bajo el mandato de Jesús Gil.

Una vez atravesado el centro de la ciudad la siguiente parada monumental del gilismo sobrevive en pleno corazón de Puerto Banús. Se trata de la estatua del marbellero, más conocida como la estatua del ruso que se levanta sobre la rotonda existente al final de la avenida que Gil bautizó con el nombre del archiconocido cantante Julio Iglesias siguiendo una política de nomenclatura de calles que también otorgó a Lola Flores un espacio en el callejero de la joya de la corona del turismo Marbellí.

La estatua en cuestión, además de llamar la atención por su enorme tamaño, arrastra una rocambolesca historia tras de sí que incluso llegó a terminar en los tribunales con robo de expedientes de la sede judicial incluido. Esta escultura, obra del artista Zurab Tsereteli y con 106 metros de altura, fue donada por el alcalde de Moscú al Ayuntamiento de Marbella, o al menos así lo aseguró en su día Jesús Gil si bien posteriormente se investigó una complicada operación de compra venta con inmuebles de por medio por valor de 141 millones de pesetas a través de una de las empresas municipales.

Aunque el arco, la rotonda de los barcos, el pirulí y la estatua del ruso son los cuatro elementos monumentales más destacados del gilismo en la ciudad también quedan repartidas por sus calles decenas de esculturas como las de Dalí que jalonan la avenida del Mar, arteria que une el parque de la Alameda con la playa en la que aún sobrevive una de las duchas con forma de elefante que se instalaron a lo largo de todo el litoral.

En la playa de El Cable, mientras tanto, sobrevive la pintura azul sobre el antiguo cargadero de mineral cuyo mantenimiento se encuentra más o menos en la misma situación de riesgo que el arco de entrada a la ciudad. Las líneas azules de varios tonos daban color a los bordillos de todo el término municipal dejando claro hasta donde llegaba el imperio de GIL que años después se extendió hasta Estepona. Hoy solo sobreviven en medio del mar, sobre uno de los elementos patrimoniales más importantes de la ciudad y más identificativos de la playa más populosa de Marbella.

Se trata de los vestigios de una etapa negra para la historia de la ciudad pero en la que también hubo luces entre las sombras. Equipamientos como el teatro municipal, las pistas deportivas o los paseos marítimos han quedado para uso y disfrute de unos vecinos a los que las siglas del GIL han puesto en demasiadas ocasiones en el ojo del huracán.

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