Málaga

La inquietud social de Herrera Oria

  • La figura del cardenal fue fundamental para la mejora de la provincia de Málaga, con el impulso de mejoras en las barriadas más desfavorecidas y la creación de un plan de educación básica para todos

Desde su llegada a Málaga, tenía clara cuál era su función al frente de la Diócesis que debía comandar a partir del 12 de octubre de 1947. Una provincia aún devastada por los horrores de la Guerra, con graves carencias educativas y sociales, que necesitaba una respuesta que por parte del Estado se hacía esperar. Ángel Herrera Oria sabía que la reforma social debía hacerse desde el mismo pueblo, sin esperar algún tipo de rescate. En sus casi 20 años de episcopado, el cardenal dejó huella en la sociedad malagueña.

Estas conclusiones se desprenden de las intervenciones, en el marco de las V Jornadas Católicos y Vida Pública, que realizaron ayer tres personas que conocieron de cerca al sacerdote: la trabajadora social Dori Ruiz-Gavilán, el periodista Antonio Guadamuro y el canónigo de la Catedral Francisco García Mota. El encuentro, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas fundada por el mismo Herrera Oria, sirvió para detallar los aspectos más destacados de su estancia en la diócesis de Málaga, a la que dotó de las infraestructuras necesarias para superar una etapa difícil.

"Era un hombre muy inquieto y se preocupó de todas aquellas personas que más lo necesitaban, incluso en el campo". Dori Ruiz-Gavilán recuerda desde su propia experiencia al cardenal. La trabajadora social desarrolló parte del programa iniciado por el obispo en Colmenarejo, entonces una pedanía del extrarradio de la ciudad sin carreteras ni servicios básicos. Ruiz-Gavilán recordó también que las ayudas obtenidas las repartían los propios vecinos: "Ellos mismos veían qué casas necesitaban esas ayudas, y se construyeron en nueve meses doce servicios, ya que todas aquellas viviendas carecían de ese servicio tan básico". Herrera Oria fomentó, igualmente, la construcción de barriadas como Carranque, el 26 de febrero o Palma-Palmilla, cuyas obras asumiría el estado.

Junto a la labor social, la tarea educativa realizada fue fundamental en una provincia que, en los años 40 del pasado siglo, superaba el 70 por ciento de población analfabeta. "La educación del hombre debe ser total, completando el orden natural con el espiritual", recordaba el sacerdote García Mota en palabras del propio cardenal. Herrera Oria promovió la creación de cinco escuelas del magisterio rural, con las que educar a gente de los pueblos para poder enseñar. "Don Ángel tenía claro que había que educar al pueblo para crear el pan y también para que lo pudiese administrar después", recordó García Mota en su intervención. Para ello, Herrera Oria decidió fundar la que hoy es la Fundación Santa María de la Victoria.

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