Medio Ambiente

Las palomas y las cotorras argentinas, la otra 'invasión' del Centro

  • Vecinos y comerciantes de la Alameda de Colón están hartos de los excrementos y los ruidos de estas aves y han pedido una solución en el portal ‘Change.org’

No pueden más. Vecinos y comerciantes de la Alameda de Colón y otras partes del Soho están hartos de la suciedad y el tremendo ruido que provocan las palomas y las cotorras argentinas en esa zona de la capital. Les está ocasionando múltiples molestias e incluso perjuicios económicos –los toldos de los restaurantes y cafeterías de la zona deben ser cambiados con frecuencia por las manchas de los excrementos de las palomas– desde hace años y una vecina, llamada Federica González, ha decidido denunciar la situación a través del portal Change.org y exigir una solución al alcalde de Málaga. González lanzó esta petición el lunes por la tarde y ayer ya había sido apoyada por más de 300 personas.

“La situación cada vez es más lamentable, las palomas ocupan pisos vacíos y cualquier hueco donde puedan anidar. Los vecinos estamos desesperados por la suciedad, insalubridad, ruidos, miedo de transmisión de enfermedades (piojos, pulgas, enfermedades respiratorias, etcétera). Los patios interiores están invadidos por las palomas ensuciando continuamente poyetes, paredes, aires acondicionados y no pudiéndose tender”, detalla González en ese portal. Este diario se puso ayer en contacto con ella y aseguró “nos están invadiendo”. González piensa además en posibles repercusiones médicas porque “mi hija es alérgica y mi marido tiene problemas respiratorios y los neumólogos dicen que esta proliferación de palomas y cotorras pueden afectar a su salud”. Esta vecina teme que esta continua exposición a las aves, sus plumas y excrementos pueda provocar a su familiar o a cualquier otro vecino una neumonitis por hipersensibilidad a las aves.

En el ojo patio de su vivienda, un gran bloque de 17 plantas, hay continuas manchas de excrementos de palomas, los tendederos están vacíos porque nadie quiere colgar la ropa “porque en cuanto se tiende hay que quitarla manchada”, hay pinchos en los poyetes para que no se asienten las palomas y bolsas de plástico, discos o botellas de agua cortadas para intentar ahuyentarlas, sin apenas éxito. “Llevamos años así, hemos hablado con Medio Ambiente pero nos dicen que solo pueden poner jaulas y que no tienen suficientes. Hemos llamado hasta a un halconero, pero no tenía fácil solución”, añade González, quien lamenta que “entre las palomas y las cotorras esto parece un aeropuerto”.

María José Palomo es vecina y tiene una herboristería en la Alameda de Colón. “He dejado de salir al sol a leer porque el ruido es insoportable, por la tarde noche tenemos que poner el televisor a todo volumen para poder escucharlo y hasta he comprado cactus para que no me destrocen las plantas de mi terraza, aunque les da igual acercarse. Son las dueñas de la Alameda de Colón”, explica. Palomo subraya que las palomas “son además agresivas, se pelean entre ellas y luego hay muchos cadáveres por la calle, lo que es un riesgo sanitario”.

Carlos Merchán es el propietario del bar The new tostá y comenta que la situación es insostenible desde hace mucho tiempo. “Hay que echar siempre los toldos porque si no a los clientes le pueden caer excrementos o plumas y tengo que cambiar las sombrillas cada poco tiempo”, comenta este hostelero, que señala que los clientes se quejan del ruido, de la suciedad y de que se desprenden hierbajos de las palmeras.

El concejal de Medio Ambiente, José del Río, reconoce que la cotorra argentina es una especie invasora difícil de controlar, aunque afirma que la competencia es de la Junta de Andalucía. “Cuando hay exceso de ruido la Junta solo nos autoriza a retirar los nidos”, expone el concejal, quien precisa que han hecho un informe y que pretenden tomar medidas consensuadas con la Junta y con la Diputación. “La población de las cotorras argentinas se duplica cada cuatro años y somos la tercera zona de España con mas censo tras Madrid y Barcelona”, dijo Del Río. Los vecinos, mientras tanto, esperan una solución definitiva.

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