Málaga

En los jardines del Infierno

  • Los chinos del polígono del Guadalhorce han sido acusados de comer carne de perro l Sí hay evidencias de que cultivan la guarnición en las aceras, y esto ha irritado al Ayuntamiento l Lo de que vivan hacinados habrá que demostrarlo con una "investigación más profunda" l Cinismo, le llaman

SI me pidieran una representación del Infierno, escogería el polígono del Guadalhorce. Virgilio sería un guía turístico excepcional para recorrer sus calles. Hace poco volví a atravesarlo en mi coche, me enfrenté a los camioneros locos que circulan por la izquierda a toda velocidad (están en su dominio, qué le vamos a hacer), el asfalto agujereado hasta el núcleo terrestre para la mala salud de mis neumáticos, los malos olores y los peores efluvios contaminantes, las rotondas que despachan la lógica por las cañerías, los vertederos improvisados, los bordillos reventados, la imposibilidad de encontrar aparcamiento cuando por fin has dado con el establecimiento que buscabas, las prostitutas del mediodía, todo es un humo informe que se mezcla con las ganas de salir de allí cuanto antes. Y esta vez, como siempre que penetro en el Hades, volví a preguntarme por qué quienes trabajan allí tienen que soportar día tras día las incomodidades de un territorio salvaje, abandonado de la mano de las autoridades desde antiguo, con el inconveniente añadido de los atascos que, en las horas punta, prolongan la agonía (o el trayecto desde el centro, que es lo mismo) hasta los más de cien minutos en primera y por la autovía. En la visita a la que me refería descubrí los huertos de los que ha venido informando este periódico en los últimos días, cultivados por los trabajadores chinos del lugar. Me resultaron chocantes las judías y los chicharitos plantados en las aceras, negros, nutridos de amoniaco y dióxido de carbono a espuertas. Y de lo extraño, como ocurre a menudo, me salió la tristeza por la parte de siempre. Poco después supe que al Ayuntamiento no le gustaban nada aquellos matojos porque invadían los espacios públicos. Las iniciativa del concejal de Polígonos Industriales, Manuel Marmolejo, me dejó frío: daba a los chinos 24 horas para que retiraran los huertos. Nada menos, todo un ultimátum en plan noche de los cristales rotos para unos palmos de polvo, barro y excrementos. Pocas veces el Ayuntamiento actúa con la misma determinación. Pero, calma: comprobar que los mismos chinos viven hacinados en los locales del polígono requerirá una "investigación más profunda". Igual para esto sí hace falta llamar al FBI. Faltaba sacar a colación las denuncias presentadas contra los chinos por consumir carne de perro. El cinismo de la clase política llega ya a niveles que, más que indignar, asustan. Y mientras, en el PSOE se quejaban de que el Consistorio no les había invitado a la fiesta de las minimotos. Hay cosas que merecen un pacto entre IU y Falange.

Lo de los espacios públicos tiene su miga. Ayer mismo descuartizaron los accesos peatonales entre el Compás de la Victoria y el Santuario, se supone que para hacer unos nuevos. Pero nadie se preocupó de señalar un trazado alternativo para los transeúntes, así que quien camine por allí no tiene más remedio que jugársela, saltar al mismísimo cruce y vérselas de frente con los automóviles. Algo más arriba, en Fernando El Católico, es manifiestamente imposible pasear por las aceras. Las obras las han ocupado en ambas orillas y hay que bajar al asfalto. Por no hablar de que con cualquier excusa municipal los espacios públicos dejan de ser tales (es decir, de todos) y, bajo la consagración del Festival de Cine o la fiesta de la castaña pilonga (¿han probado a llegar a pie a las lindes del Teatro Cervantes estos días, ya sea a Madre de Dios o Frailes, ustedes, a quienes El Duque les importa un comino?), se expulsa a quienes no presentan el correspondiente escapulario o no piden un autógrafo. Esto no importa. Lo que importuna son unas habas en el Infierno.

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