Una joya entre pueblos blancos

Las cuevas del Gato o la Pileta, enclavadas en un paraje natural insólito, son la excusa perfecta para visitar Benaoján, uno de los pueblos de la Serranía de Ronda, donde comer y pasear se convierte en un placer

Casas de una típica calle del pueblo, cargadas de buganvillas.
Casas de una típica calle del pueblo, cargadas de buganvillas.
Carlos J. García / Benaoján

28 de julio 2008 - 01:00

De las sierras rondeñas es también hija Benaoján, como otras tantas localidades en cuyo nombre el pasado sigue siendo presente. Dice la historia que, de evidente origen árabe, Benaoján puede aludir a los hijos de Oján, una tribu bereber. Pero hay quien dice que el significado tiene que ver con la casa de un panadero. Estos días reza curiosamente un cartel a la entrada del pueblo: El día 1 no hay pan. A Benaoján ha llegado el verano.

Rodeada de grandes montañas de piedra caliza que se enfrentan cara a cara con la conocida meseta de Ronda, las tierras de Benaoján fueron pobladas mucho antes de que comenzara a escribirse la Historia. A 14 kilómetros de la ciudad del Tajo, tras abandonar la carretera que une Sevilla con la Costa del Sol, una conexión provincial nos lleva hasta el pueblo. Viajamos en paralelo a la vía del tren que va a Algeciras y al río Guadiaro, que da nombre a todo el valle. Dejamos atrás, sólo de momento, la entrada a la Cueva del Gato y a la Estación de Benaoján, un pequeño núcleo de población perteneciente al municipio.

La Avenida de la Constitución cruza todo el casco urbano en su zona más baja. Y aparecen las primeras industrias chacineras de este pueblo serrano.

Como hace calor, junto a una gran rotonda hacemos nuestra primera parada: el local se llama El Encuentro. La segunda parada se impone justo al lado. En La Palma, Manolo sirve con maestría algunas delicias gastronómicas locales: tapas de carrillada y manitas de cerdo, choricitos al vino o mollejitas de pollo. "Tanto gusto" y nos marchamos.

Benaoján es una de las localidades con mayor renta per cápita de toda Málaga, con 14 industrias de chacinas y decenas de tiendas de carnes. La tradición se remonta a principios del siglo pasado y por eso "aquí casi no hay paro, aquí vivimos muy bien", dice un vecino al consuelo de un refrigerio. Durante el verano, la población aumenta considerablemente, puesto que llegan al pueblo quienes lo abandonaron y viven todo el año en otras localidades. Pasear por sus calles al fresco de la noche es uno de sus mayores reclamos.

Todavía a plena luz del día, proseguimos nuestro otro paseo. La calle Presbítero José Moreno, otra de las principales, se pierde por decenas de estrecheces y casas pintadas de blanco, hasta desembocar en la plaza de San Marcos, donde se encuentra la Iglesia de la Virgen del Rosario. Acabamos de topar con los dos patrones del pueblo. Más adelante, en la Calle La Fuente, nombre dado por una fuente natural que emana de la misma montaña, podemos descansar en un nuevo mirador que ofrece magníficas panorámicas de Benaoján.

"Estamos trabajando para seguir mejorando nuestras calles y embellecer aún más el municipio", cuenta Soraya García, la alcaldesa, que relata cómo el Ayuntamiento ha iniciado un proyecto para recuperar una quincena de arcos que hay sujetando las ahogadas paredes entre algunas de las casas blancas. Se están colocando, como antiguamente, macetas que cuelgan de esos muros.

Para descansar de tanto andar, conviene no marcharse de Benaoján sin probar el típico arroz con conejo que llevan haciendo más de 30 años en la venta de la Cueva del Gato. En la Estación de Benaoján, un viejo apeadero de tren se ha reconvertido en el mejor de los restaurantes: al horno, bien merece la pena degustar también un estupendo solomillo ibérico. Y para rebajar la comida, al fresco de muchos árboles y del nacimiento de los Cascajales, las mejores tartas y dulces del lugar se sirven con café en el conocido Molino del Santo, uno de los mejores restaurantes de la zona.

Con cinco hoteles y decenas de casas de alquiler en un municipio de apenas 1.700 habitantes, la actividad turística en este pueblo de la zona malagueña del Parque Natural de Grazalema es innegable.

Al cobijo de sus propias sierras, la actividad senderista y los deportes de aventura tienen sentido con parajes como la conocida Cueva del Gato, santuario de la espeleología en toda Andalucía y tercera cavidad más grande en la región. Cruzada por un río, muchos soportan el calor de estos días en un lago creado a las puertas de la misma cueva donde la temperatura es mucho menor que en el resto de la Serranía. Aguas nítidas propias del mejor de los sueños.

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