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Sin lluvias no hay estornudos

  • El equipo de aerobiología de la UMA relaciona la sequía con los niveles bajos de polen que se están detectando en la atmósfera de Málaga

La profesora de la UMA María del Mar Trigo junto con el captador de polen de la Facultad de Ciencias.

La profesora de la UMA María del Mar Trigo junto con el captador de polen de la Facultad de Ciencias. / Javier Albiñana (Málaga)

La temida falta de precipitaciones deja un metafórico aspecto positivo. Los alérgicos malagueños han sobrevivido a la primera fase de mayor concentración de polen sin tener que usar demasiados pañuelos ni tener que justificar que los ojos llorosos e hinchados se deben a su intolerancia al ciprés o a las gramíneas. Los expertos que forman el equipo de aerobiología de la Universidad de Málaga han confirmado que los niveles de polen en estas fechas suelen rondar los 200 granos por metros cúbicos de aire y que actualmente apenas alcanzan la decena. Sin embargo, lanzan un mensaje de tranquilidad. Descartan conjeturas precipitadas sobre la relación con el cambio climático y apuntan hacia la capacidad de adaptación de las plantas y el alto margen de variabilidad entre especies, zonas geográficas y características del clima Mediterráneo.

“Esta semana han subido los niveles de polen Populus y Urtica. También están aumentando los de ciprés, pero quedan lejos de los valores medios esperados para estas fechas. Por otro lado, encontramos una mayor concentración de pino que la semana pasada”, indica Enrique de Gálvez, graduado en Ciencias Ambientales y técnico de la investigación. Él es el encargado de realizar el conteo. De Gálvez revela que el 12 de febrero de 2022 contaron 11 granos de polen por metro cúbico en el aire y que el año pasado la cifra se situaba en 96. El 14 de febrero de 2021 se alcanzó el mayor pico de concentración de ciprés, con 186 granos por metro cúbico, y en el mismo día de este año se recogieron 7. La doctora María de Mar Trigo añade que esta especie es la que más se ha echado en falta durante febrero.

El graduado Enrique de Gálvez realizando el conteo de polen en la Facultad de Ciencias de la UMA. El graduado Enrique de Gálvez realizando el conteo de polen en la Facultad de Ciencias de la UMA.

El graduado Enrique de Gálvez realizando el conteo de polen en la Facultad de Ciencias de la UMA. / M.H. (Málaga)

“Los parámetros meteorológicos son los principales responsables de esta anomalía. No ha llovido nada, por lo que la escasez de agua ha frenado el desarrollo de las plantas herbáceas, lo que ha repercutido en el retraso de la floración y por consecuencia en la subida de los niveles de polen en la atmósfera”, explica la profesora María del Mar Trigo. “Tampoco valdría cualquier tipo de lluvia para revertir la situación”. La doctora explica que las precipitaciones tienen un efecto antagónico: primero limpian la atmósfera reduciendo los niveles de polen y después favorecen el desarrollo de la vegetación, por lo que aumenta su capacidad de floración así como la producción polínica.

 “Las lluvias incrementan la disponibilidad hídrica, por lo que las plantas no solo dependen de las precipitaciones en sí, sino del número de días de lluvia”, aclara. “Es más perjudicial para estos seres una lluvia torrencial que recoja grandes cantidades de litros frente a varios días de lluvia en los que se recoja la mitad”, indica Trigo, quien añade que 2019 fue un año más propicio para la vegetación, ya que a pesar de que fue un año seco, llovió de forma intermitente en diferentes jornadas. Los expertos apuntan a que las posibles lluvias primaverales harán que florezcan bruscamente las especies y que tengamos un efecto boom en los índices de polen para los meses de abril y mayo.

“Para nada, no es alarmante”. Así responde Trigo ante la cuestión de si hay que preocuparse por los niveles de polen actuales. “Un árbol no es un reloj. Podemos ver que un año florece en febrero y al año siguiente en marzo. Forma parte de la variabilidad de los ciclos de vida”. “Trabajamos en este proyecto desde hace 30 años estudiando las tendencias de polen. Sería injusto correlacionar los niveles que encontramos actualmente con factores como el cambio climático. Se debe hacer un análisis a largo plazo, ya que las mismas especies plantean variabilidad en sus ciclos de manera natural. Por lo que si vemos que en varios años han polinizado menos, tenemos que comprobar si a largo plazo se sigue registrando una tendencia decreciente y que no se corresponde con una parte del ciclo”, explica el doctor Antonio Picornell. Además, en el grupo aseguran que las variaciones no son tan significativas. “Por ejemplo, el calendario polínico de las encinas y los alcornoques no ha sufrido cambios estadísticamente relevantes”, explica Picornell. En el grupo trabajan en un proyecto europeo sobre el cambio climático llamado Lifewatch del que ya se van obteniendo algunas conclusiones.

Trigo insiste en suprimir la idea de que el comportamiento de las plantas sigue tendencias generalizadas. “Cada planta tiene una capacidad de resiliencia diferente, algunas se están adaptando perfectamente a la subida de las temperaturas. También hay que tener en cuenta el tipo de clima o la situación geográfica. Además, con el auge del cambio climático olvidamos que existen otros factores que pueden afectar a las concentraciones de polen, como es el cambio en el uso del suelo”. La doctora explica que se puede caer en suposiciones como que si un terreno pasa a ser urbanizado, al reducir la superficie arbórea, directamente disminuirá la polinación. “Si se eliminan la vegetación, primero hay que comprobar que estas fueran plantas anemófilas, cuyo polen se traslada por el aire y son las que originan las alergias. Porque si no es así, probablemente no suponga un cambio importante. También hay que tener en cuenta que se pueden cultivar especies urbanas como los plátanos de sombra, cuyo nivel de polen es muy elevado en estas fechas”.

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Los investigadores de Benín Isabelle Kenali y Jeremie Dodo junto con la profesora de la UMA María del Mar Trigo. Los investigadores de Benín Isabelle Kenali y Jeremie Dodo junto con la profesora de la UMA María del Mar Trigo.

Los investigadores de Benín Isabelle Kenali y Jeremie Dodo junto con la profesora de la UMA María del Mar Trigo. / Javier Albiñana (Málaga)

El estudio aerobiológico de la atmósfera de Universidad de Málaga se realiza de manera ininterrumpida desde el año 1991. El captador instalado en la azotea de la Facultad de Ciencias no cesa su trabajo, por lo que el recuento de polen se realiza diariamente. Asimismo, el captador de Málaga Centro, gestionado en colaboración con el Área de Sostenibilidad Medioambiental del Ayuntamiento, y el recientemente instalado en la Sierra de las Nieves, también funcionan de la misma manera. Un total de seis expertos componen el grupo: María del Mar Trigo Pérez, Marta Recio Criado, Antonio Picornell Rodríguez, José García Sánchez, Rocío Ruiz Mata y Enrique de Gálvez. Estos elaboran calendarios polínicos donde se recogen los niveles de polen medios en cada época y de diferentes especies. Para ello, además de los captadores ya nombrados, se han realizado muestreos con aparatos situados en Ronda, Antequera, Nerja y Vélez-Málaga. Desde el equipo de aerobiología de la Universidad de Málaga trabajan de manera integral con la Red Española de Aerobiología, que dispone de más de 40 captadores de polen distribuidos por toda la Península Ibérica. Por otro lado, este curso se han incorporado al equipo dos estudiantes de doctorado de la Universidad de Abomey-Calavi, en Benín, que desarrollan una estancia gracias a un proyecto Erasmus plus gestionado por el Vicerrectorado de Movilidad y Cooperación internacional.

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