Málaga

Madres en tiempos de pandemia

  • Una mujer que dio a luz contagiada de Covid, otra que quedó embarazada en el confinamiento y una tercera que tuvo que congelar el embrión por la pandemia, pero todas historias con final feliz

Fátima Espinós levanta a Genoveva.

Fátima Espinós levanta a Genoveva. / M. H.

Hoy es del Día de la Madre. Habrá regalos, besos y encuentros. Pero será una jornada especial sobre todo para las que han dado a luz en estos tiempos de pandemia. Mujeres que han vivido con incertidumbre el momento más trascendental de sus vidas, que han luchado contra sus miedos y que en la mayoría de los casos apenas han pisado la calle durante el embarazo para minimizar el riesgo de contraer el Covid. Han sido madres en el periodo más complicado de salud pública del último siglo.

Ana Belén Sánchez dio a luz el pasado 16 de febrero. Tuvo a Eric, su primer hijo, a los 45 años. Su gestación fue por reproducción asistida en el Centro Gutenberg. Cuenta que casi no salía de casa para evitar contagiarse. Una semana antes del parto le hicieron una PCR que dio negativo. A la siguiente, ya cumplida y a punto de entrar en el paritorio le repitieron la prueba por protocolo. Dio positivo. Justo cuando iba a nacer su bebé. En el Materno le indujeron el parto. “Di a luz asfixiándome. Me tuvieron que poner oxígeno”, recuerda. Infectada como estaba de Covid, fue asistida por los profesionales embutidos en sus EPI. “Cuando nació, me lo enseñaron; pero no pude ni tocarlo para que no se fuera a contagiar”, relata.

Ana Belén Sánchez, con su hijo Eric en brazos. Ana Belén Sánchez, con su hijo Eric en brazos.

Ana Belén Sánchez, con su hijo Eric en brazos. / M. H.

Eric fue ingresado en Neonatología de ese hospital y ella, como presentaba neumonía, fue trasladada al Regional. Al bebé le dieron el alta a las 48 horas. A ella, siete días más tarde. “No lo vi hasta una semana después”, explica. Le daba el pecho con mascarilla y lavándose las manos con mucha frecuencia. Aunque apenas tomaba unas gotas de calostro porque no le subió la leche, los médicos le aconsejaron la lactancia materna para que le pasara los anticuerpos. “Pero no le daba besos para no contagiarlo; ha sido muy duro”, asegura. Hasta dos semanas después del alumbramiento en que ya había superado el coronavirus, Ana Belén no pudo besarlo. “El primer beso se lo di cuando 15 días después del parto, cuando mi PCR fue negativa... Ha sido duro, muy duro”, insiste. Pero ambos están sanos.

Fátima Espinós dio a luz el 9 de julio en el Hospital QuirónsaludMálaga. Ya tenía un varón y Genoveva fue la segunda. Estaba en la mitad de la gestación cuando estalló la pandemia. “Había muchas incertidumbres sobre el Covid y el embarazo. Más que miedo, sentía respeto por el virus y más que por mí, por el bebé”, sostiene. Pasado el confinamiento, no se atrevía a salir mucho por prevención; para evitar contraer el virus. Apenas lo hacía para cosas puntuales. Así que, después del confinamiento, prácticamente siguió encerrada en casa no por el embarazo, sino por el temor al contagio.

Incluso ahora,dice que “sin dejar de hacer vida normal, salimos lo justo y cuando lo hacemos es sobre todo al aire libre”. Es arquitecta, autónoma. Confiesa que el trabajo está parado. Pero tampoco se agobia porque está disfrutando de sus niños. Genoveva ya tiene nueve meses, “gatea como una loca y hay que estar muy pendiente”. Cuando se le pregunta qué regalo le gustaría por el Día de la Madre, dice sin titubeos:“Un dibujo del mayor y salud, que es lo que pediremos todas”.

Lidia García y Gonzalo. Lidia García y Gonzalo.

Lidia García y Gonzalo. / M. H.

Lidia García fue madre por segunda vez el 29 de enero pasado. “Gonzalo fue hecho en el confinamiento”, se ríe. Su hijo mayor tiene seis años. “Vino normal y rápido”, afirma. Pero el segundo se resistía. De hecho, ya estaba haciéndose pruebas para saber si había algún problema de fertilidad. Entonces llegó la pandemia, el estado de alarma y el confinamiento. Los estudios ginecológicos que le estaban haciendo se paralizaron. Y en abril... se quedó embarazada. “Fue una sorpresa”, reconoce.

Es técnica superior en alojamiento y trabaja en el Materno. Así que durante el confinamiento iba al hospital. “No veía a nadie por la calle”, recuerda. Dice que fue “un embarazo muy diferente al primero; raro, distinto”. Embarazada y con pandemia, seguía trabajando. Se dio de baja cuando vio que sus compañeros “empezaban a caer”, contagiados con el Covid. Admite que sintió miedo, no tanto por ella como por su bebé. “Fue un embarazo bonito; es el mejor momento de tu vida. Pero lo viví con muchísimo miedo de contagiarme y que tuvieran que separarme del bebé, como le pasó a una amiga”. Esa amiga es Ana Belén, la madre de Eric.

Laura –nombre ficticio porque quiere guardar su anonimato– también ha sido madre en pandemia. Llevaba dos años buscando su primer hijo. Supuestamente ella y su pareja estaban bien, pero no conseguía quedarse embarazada. A sus 37 años, no quería ni podía esperar mucho más. Acudió al Centro Gutenberg antes de la pandemia. “Quería que fuese lo más rápido y optamos por una fecundación in vitro”, comenta. Empezó su tratamiento de estimulación ovárica. Una semana antes de que le extrajeran los óvulos para fecundarlos, llegó la pandemia a España. Y con ella, el estado de alarma y el confinamiento. La Sociedad Europea de Reproducción Asistida y su homóloga española recomendaron parar los tratamientos y congelar los embriones (unión de óvulos y espermatozoides). “Me iba a dar algo”, reconoce esta madre.

“Me extrajeron los óvulos durante el confinamiento. Las calles estaban vacías, la clínica estaba vacía... Obtuvieron un embrión congelable y lo congelaron al pobre mío”, cuenta. De hecho, fue la primera paciente del Centro Gutenberg a la que congelaron el embrión tras la recomendaciones de las sociedades científicas. También, cuando se reiniciaron los tratamientos, fue la primera en retomarlos.

A comienzos de mayo le transfirieron el embrión. “Agarró a la primera”, se alegra. Su hijo vino al mundo a mediados de enero pasado. “Cuando nació me entró una paranoia... Estaba ingresada en el Materno justo cuando estalló la tercera ola. Fue estresante. Había cierta tensión en el hospital”, asegura. Por esa fecha, comenzaban a trasladar a la planta de debajo de la maternidad a pacientes no Covid de otros hospitales en donde tenían que hacer sitio para los enfermos con el virus. Así que en cuanto le dieron el alta, “salí pitando”.

Relata que al principio –debido a esta crisis epidemiológica– sólo dejaba que cogieran el niño los abuelos. “Ahora que hay más gente vacunada, ya me voy relajando algo más. Pero tengo una familia grande y echo de menos reunirme con ellos, que conozcan a mi bebé”, comenta. Su hijo, que ya tiene tres meses, entre el pecho y el biberón, engorda a buen ritmo. Sostiene además que ahora que se ha constatado que el Covid no afecta de forma grave a los niños, no tiene temor de buscar el hermanito. Y acota:“La pandemia me da igual. No tengo ningún miedo. Y será prontito, prontito”.

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