El prisma

Un maestro, malos alumnos

  • Rafael Moneo, con apenas una carpeta bajo el brazo, visitó Málaga para explicar el proyecto de Hoyo de Esparteros. Algunos optaron por no aprovechar el privilegio de asistir a su clase magistral

RAFAEL Moneo. A secas. Sin añadidos ni edulcorantes, sin parafernalia a su alrededor ni palmeros aduladores. Un maestro, no sólo de la arquitectura. Su arte excede las fronteras del pensamiento enclaustrado del que algunos siguen haciendo gala en esta ciudad, fieles a una especie de dictadura del 'o conmigo o contra mi'. Es el discurso extremo de quienes cierran las puertas a nuevas aportaciones, incapaces de convertirse en esponjas de profesionales sin tacha, que hacen de su noble oficio una pasión. Malos alumnos. Sin más.

Moneo vino a Málaga. No llegó con la idea, equivocada, de convencer. Solo, con apenas una carpeta llena de bocetos y dibujos, y su mente preclara a pesar de lo avanzado de su edad. Una clase magistral para quien quiso atender. Argumentos puestos sobre la mesa para defender un proyecto, el de Hoyo de Esparteros, en el que viene trabajando desde hace casi ocho años. Se mostró tal y como se presume es. Cercano, ajeno a cualquier atisbo de grandeza universal que, por méritos propios, rodea a quien ha sido galardonado como tal.

Un privilegio que aprovecharon los más críticos con su manera de entender el futuro de esa parcela. Ni Eduardo Zorrilla ni Ysabel Torralbo, portavoces de Málaga para la Gente y Málaga Ahora, rehuyeron el ofrecimiento de escuchar a quien ponen en duda. Fue el respeto de los alumnos más díscolos hacia el maestro. Un gesto que los engrandece.

Otros, como los portavoces del PSOE y Ciudadanos, optaron por ser invisibles. María Gámez y Juan Cassá justificaron su ausencia apuntando directamente al alcalde, Francisco de la Torre, al que quisieron afear su desdén por los grupos de la oposición salvo cuando el callejón no deja otra salida. Y siendo comprensible el objetivo pretendido, resulta inadecuado el acto elegido para tal pretensión. Acabaron por obviar el ejemplo de quien acudió a la ciudad que aspiran a gobernar con el propósito único de hacerse escuchar. Perdieron la ocasión de demostrar una altura que es de presuponer para todo buen dirigente.

Ante los que se oponen a su propuesta de intervención, Moneo dio explicaciones. Compartidas o no. La palabra como mejor aliado para, al menos, dar a conocer de manera pormenorizada cada uno de los detalles de cuanto imagina para esa herida en la ciudad. La suya no fue una faena de aliño. Todo mensaje estaba, a su manera, armado de razón. Constató su conocimiento del escenario urbano repasando de manera sosegada la transformación lenta pero constante de una parcela que, con el paso de los siglos, ha ido perdiendo protagonismo, al punto de convertirse en una laceración sin curar que duele desde hace décadas. Tantas, admitamos, como las que se han dejado pasar sin conservar cuanto en este espacio se levanta. Incluida, claro está, la antigua pensión La Mundial. Nunca un edificio había generado tanto alborozo en una ciudad acostumbra a ver caer sus iconos patrimoniales. Pero lo que hoy es reivindicado como símbolo en la defensa de ese mismo patrimonio histórico no siempre tuvo el valor que ahora quieren darle muchos de cuantos se niegan a su demolición.

Hubo siglas que incluso facilitaron desde una administración superior las herramientas para alcanzar el momento presente, en el que el planeamiento urbanístico permite levantar un inmueble de hasta diez plantas sobre un terreno en el que, hasta hace apenas unos años, las dimensiones quedaban limitadas a la mitad.

Sorprende el énfasis con el que las voces críticas alzan el tono para exigir el mantenimiento de aquello que no siempre se defendió. Pero esa es cuestión de otra etapa. La que toca ahora es la de agarrarse a La Mundial y evitar su destrucción. El interrogante es si eso ha de ser así a toda costa. Habrá que ver los episodios venideros, cuando el alcalde, Francisco de la Torre, lejos de advertir, ponga sobre la mesa los documentos oficiales en los que se tasen euro a euro los costes que para el Ayuntamiento tendría una posible anulación de la operación de Hoyo de Esparteros. ¿Serán capaces los grupos opositores a mantener firme el discurso en el supuesto de que La Mundial acabe asemejándose al despilfarro del Astoria?

Queda por verlo. Son razonables, en cualquier caso, sus demandas de información, sus exigencias de análisis profundos, en los que calificativos como el de "oneroso" vayan acompañados de números ciertos. Mientras llega ese momento, sigo viendo a Rafael Moneo, sin la chaqueta, en tirantes, afanado en su explicación sin límite; sigo observado con la atención debida y exigida a quien llega a confesar que no hay nada que le guste más "que se una voyeur de ciudades".

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