Málaga

Un malagueño en Etiopía: "Nadie está preparado para ir a África, pero todo el mundo puede hacerlo"

  • Manuel Calderón cuenta su experiencia como coordinador de proyectos de una organización humanitaria en Etiopía trabajando hacia el desarrollo

Manuel con varios niños, en Etiopía.

Manuel con varios niños, en Etiopía. / M. H.

Un accidente de moto que lo obligó a estar dos meses en cama fue el detonante que cambió la vida para Manuel Calderón, el joven malagueño que decidió dejar su vida en la capital de la Costa del Sol para trasladar su residencia a Etiopía. Desde verano de este año, el malagueño coordina los proyectos de educación y sanidad que realiza la ONG Acción Desarrollo Sostenibilidad (ADS) en el país africano. Un joven, que sin estar formado académicamente en trabajos sociales, dedica su vida a la cooperación.

De trabajar como comercial para una operadora telefónica, su día a día ha dado un giro radical. “Llegué con la idea de trabajo europeo, en la que todo esta organizado y en África no hay ni un día igual”, explica Manuel. Él y su compañero Jorge son los dos españoles del equipo de trabajo de ADS. El resto de la plantilla está conformada por autóctonos. “Es dificultoso, a la vez de poco eficiente, llevar a cabo esta labor sin etíopes. Ellos conocen el idioma, los contactos… pero por otro lado, el objetivo de la ONG es proporcionarles a ellos las herramientas para su desarrollo. No sirve de nada tener a un grupo de europeos cualificados trabajando en el país, eso solucionaría únicamente la problemática a corto plazo”, explica Calderón, quien añade que considera trabajoso ganarse la confianza de la ciudadanía.

“En el país son muy patriotas, sus fiestas nacionales se alargan durante días. De hecho se sienten etíopes antes que africanos. Comunicarte con ellos en amárico (lengua oficial de la región) abre puertas”, explica Manuel. “Eso y hablar de fútbol español”, bromea. En los cuatro meses que el joven ha residido allí, ha ido adentrándose poco a poco en la cultura del país para conseguir aportar su grano de arena para solucionar la mayor problemática que él considera que existe: la falta de educación. “La escolarización aceleraría de manera brutal el crecimiento aunque hay que ir un escalón más abajo. No es productivo instalar colegios en los poblados cuando las niñas pasan el día recorriendo kilómetros para ir a por agua al pozo más cercano, cargando con bidones de 25 litros”, afirma Manuel a la vez que explica que la construcción de pozos es otra de las herramientas que la ONG proporciona.

“He visto tantos casos en los que la escasez de educación pasa factura. Allí una vez que tienen edad para ir a trabajar, dedican toda su vida a eso. Es normal, el concepto de llegar a fin de mes desaparece, ellos tratan de llegar al día y tener comida para unas horas”, explica.

“Si un blanco llega a un pueblo de Etiopía para repartir comida, los autóctonos no se fían de él. Es normal, la mayoría nunca han visto uno y tienen prejuicios”. El cooperante describe que otra de las iniciativas de ADS consiste en un campamento de verano para niños. “La actividad es una excusa, solo sirve para ganarnos la confianza y que durante las semanas que se extienda, los niños estén surtidos de comida. Asimismo, nos permite conocer las necesidades del lugar, este año nos hemos dado cuenta de que en ese pueblo hacía falta un pozo y una guardería”, comenta.

“Nadie está preparado para irse de voluntario a Etiopía, pero todo el mundo que quiera puede hacerlo. No va a ser el viaje de tu vida, pero sí será la experiencia de tus días”, reflexiona Manuel. Desde el punto de vista de este joven, la mejor manera de ayudar en el continente es aportando, tanto económicamente como presencialmente, con entidades que se encuentre in situ. “No sirve de nada enviar dinero gestionado desde aquí, hay que estar allí y conocer la problemática de cada caso”, explica.

Ver de cerca las dificultades de un continente con desventajas es lo que hace Manuel diariamente y así ha conocido que son muchas las herramientas que les enriquecen, afirmando que es cierto el cliché de que allí la felicidad es natural. “Manu, para ser feliz trabajando tú debes ayudar a la gente”, le dijo un amigo tras el accidente, él siguió su consejo y ahora, que ha vuelto a Málaga por Navidad, sueña con retomar una labor que lo mantiene pleno.

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