"Si fuese por el malagueño los parques de ocio de la costa estarían cerrados"

Asegura que los centros de ocio de Málaga viven gracias a los extranjeros y narra todo tipo de experiencias y anécdotas a la hora de atrapar o trasladar a los cocodrilos

Enrique Prieto posa con tres cocodrilos momentos después de la entrevista con este diario.
Enrique Prieto posa con tres cocodrilos momentos después de la entrevista con este diario.

22 de diciembre 2013 - 01:00

SE juega la vida a diario pero asegura que nunca ha tenido un percance. Ha vivido en varios países africanos y hace dos décadas impulsó, junto a un matrimonio inversor francés, la creación de Cocodrilos Park en la provincia, un centro de ocio especializado en el que conviven con más de 240 cocodrilos. Enrique Prieto nos recibe en su despacho, donde muestra con orgullo una dedicatoria de Ibáñez. "Nos visitó, le gustó y luego dibujó un cocodrilo en una de las portadas de Mortadelo y Filemón", dice sonriente.

-¿Cómo piensa uno crear un parque de cocodrilos?

-Yo soy cofundador junto a un matrimonio francés. Ellos trabajaban en Suráfrica en el criadero de cocodrilos más grande del mundo, llamado Khulmann, y tuvieron la idea. Allí había más de 30.000 cocodrilos y era un negocio enfocado a la venta de pieles, que exportaban a Japón, Estados Unidos, Francia e Italia. Este matrimonio quería volver a Europa con la intención de abrir un parque de cocodrilos turístico. Lo querían hacer en Francia, pero era difícil por la temperatura, y pensaron en el sur de España. Vinieron a Málaga, requirieron información y, como no hablaban español, un amigo mío me puso en contacto con ellos. Yo también trabajé en África mucho tiempo y me confiaron el proyecto.

-Eso fue hace más de 20 años.

-En 1990.

-Empezaron en Cártama.

-Ellos tuvieron que volver a Francia por motivos personales y yo me encargué de toda la gestión. Fue muy difícil. Cuando iba a las autoridades a decirles que queríamos instalar un parque con 200 cocodrilos se sorprendían. Había zoológicos, pero no un parque monotemático de cocodrilos. Tenía que ser un lugar con una buena orientación solar porque el cocodrilo necesita estar expuesto al sol. Visité 73 fincas en la zona del Valle del Guadalhorce y tuve que llamar a 200 personas. Estuve ocho meses sin parar hasta que encontré la finca adecuada. En 1993 iniciamos la obra y abrió el parque en 1996.

-¿Qué le decía la gente?

-En el sector turístico decían que no íbamos a durar ni un año. Llevamos casi 20 años y, al poco tiempo, nos trasladamos a Torremolinos mejorando en todos los sentidos. En este parque invertimos 350 millones de pesetas y casi 200 millones en el de Cártama, por lo que la inversión fue cuantiosa. Hemos superado todas las adversidades sin problemas.

-¿Cuál ha sido la clave para no irse al traste?

-Conforme se iba construyendo el primer parque yo ya me estaba recorriendo toda la costa visitando a los touroperadores y al resto del sector para promocionarlo. Tenía experiencia en el turismo y sabía dónde acudir para tener proveedores de clientes cuando abriéramos.

-Creo que casi todos sus clientes son turistas.

-Sí, desgraciadamente el malagueño no nos da de comer. Y no solo a nosotros sino a todos los parques de ocio de la costa, salvo los acuáticos. Si fuese por el malagueño estaríamos todos cerrados con seguridad. Esa es nuestra gran frustración. Esa cultura zoológica que hay en otros países de Europa no la tenemos aquí. Cuando abrimos en Cártama éramos el único parque de cocodrilos turístico de Europa, lo teníamos en Málaga y aún así el malagueño no venía.

-¿Es por la típica frase del ya iré?

-Sí, ya iré, ya iré pero no venían. Recuerdo que, años después de trasladarnos a Torremolinos, nos llamó un señor diciéndonos que estaba en la puerta de la finca de Cártama y que estaba cerrado. "Con la de años que estaba diciendo de ir y ahora que vengo no estáis", comentó. Le dijimos que se viniera a Torremolinos y le regalamos la entrada por haber tenido ese impulso.

-Viven, por tanto, del turista.

-El 85% son turistas extranjeros y el 15% restante son entre andaluces y españoles. Los malagueños no representan ni el 1% de nuestros visitantes. Es una pena y espero que algún día cambie.

-¿Han hecho, de todas formas, algún estudio de mercado para explicar esta situación?

-Es la idiosincrasia de Málaga. Luego ves que inauguran el Ikea y en el primer fin de semana lo visitan más personas que al Museo Picasso en todo el año. Todo lo que sea centros comerciales, comidas, tapeos y tal funciona y el resto a esperar.

-¿Habrá que hacer un gran centro de ocio del tapeo entonces?

-Sí [se ríe]. Igual tenemos que poner tapitas de carne de cocodrilo. Bueno, tenemos asumido desde hace años que la situación es así y ya casi lo vemos como una anécdota. De todas formas, nuestro parque ha recibido en 2013 por tercer año consecutivo el certificado de excelencia, otorgado por Tripadvisor for business, que es la web de viajes más importante del mundo.

-Ustedes abren todo el año ¿cómo llevan la estacionalidad?

-Es horripilante. Ha sido así toda la vida. En los años 70 trabajaba aquí en el turismo, fui director de hotel y ya había estacionalidad. Hace unos diez años cambió un poco la situación, pero con la crisis hemos vuelto otra vez a lo mismo. La Costa del Sol muere en invierno en los tres últimos años. Y no se encuentra la fórmula mágica para acabar con ella. Sé que las autoridades están haciendo de todo, pero no hay manera. Lo peor es que cada año cierran más hoteles en invierno. En éste hay en torno a un 40% de los hoteles cerrados en la costa. Lo sé porque tengo expositores situados por todas partes con folletos y nos retiran la mitad de las rutas.

-Si el malagueño no viene y el turista en invierno tampoco ¿cómo sobreviven ustedes?

-Nos administramos muy bien. Somos un equipo antiguo y consolidado y defendemos esto a muerte. La crisis nos está afectando mucho porque la gente lo primero que se quita es este tipo de ocio y, en segundo lugar, nos han puesto un IVA demoledor del 8 al 21% que nos ha destrozado. Tuvimos que aumentar los precios y no podemos hacerlo otra vez el año que viene, pero sí nos sube la luz, el carburante, etcétera. Menos mal que el turista británico, que supone el 35% de los visitantes, tiene cierto poder adquisitivo. Si los ingleses dejan de venir a este parque u otros morimos todos.

-Tengo una curiosidad enorme. ¿De dónde y cómo trajeron los cocodrilos?

-Cuando lo abrimos nos trajimos de Suráfrica y Namibia 84 cocodrilos, desde crías pequeñas hasta adultos gigantes del Nilo. La mayor parte eran cocodrilos del Nilo. Luego también adquirimos aligatores y caimanes. Viajamos a Namibia y Sudáfrica y compramos varios ejemplares que estaban autorizados. De todas formas, hay que capturarlos a todos. Los cocodrilos no van como borreguitos delante tuya. Los más chicos ya te muerden los dedos e intentan arrancártelos y los mayores te pueden cortar el cuerpo en dos de un solo bocado.

-¿Cómo capturaron al mayor?

-Al más grande lo tuvimos que atrapar entre 14 personas y aún así nos hizo sufrir una barbaridad. Pesa 600 kilos y medía 5 metros y digo medía porque ahora mide 3,6 metros después de que en una pelea en el parque con otro cocodrilo perdió un metro y medio de cola. Para cogerlo tuvimos que atar varias cabras vivas a los árboles a 50 metros de la orilla para que llamaran la atención y atrajeran a los cocodrilos a tierra, porque es imposible capturarlos dentro del agua. Hay que intentar, además, alejarle de la orilla porque en cuanto ve algo que no le gusta da media vuelta con una rapidez increíble hacia el agua a 30 kilómetros por hora. Ya alejado, lo rodeamos entre todos y con sogas le tapamos la mandíbula superior, la inferior, la cola y lo intentamos cansar. Empieza a revolverse, a girar, a dar sacudidas laterales... Eso lleva un estrés que dura unos 45 minutos. Sudamos la gota gorda. De hecho, la primera vez que intentamos coger a un cocodrilo grande nos tuvimos que ir todos corriendo porque llegó un león y se comió una de las cabras.

-¿Y cómo se trasladan hasta aquí?

-Hay que inmovilizarlos. Se le precinta la mandíbula, se le giran las cuatro patas sobre la espalda y se le ata, pero no en plan bestia sino de forma cuidadosa con gasas para que no se hieran en los roces o intentando liberarse. Se le inyecta un paralizante muscular que le dura un día y medio. Van en camiones hasta el aeropuerto, en este caso de Johanesburgo, y en los primeros que trajimos volaron todos juntos al aeropuerto de Vitoria porque éste tenía tres vuelos semanales de pescado congelado de la fábrica que Pescanova tenía en Namibia. Aprovechamos que ese vuelo hacía una escala corta en Johanesburgo para traerlos a España.

-Llevar la bodega del avión llena de cocodrilos suena a película de serie B norteamericana.

-Van en cajas de madera alargadas con reforzamientos de hierro porque el cocodrilo, en cuanto despabila un poco, empieza a dar cabezazos y coletazos y puede reventar una caja de madera. En Vitoria teníamos un trailer con una temperatura de 27 grados y vinimos por carretera hasta Málaga.

-Imagino que al soltarlos en el parque saldrían como toros bravos de las cajas.

-Los grandes sí. En cuanto le quitábamos la tapa intentaban salir como un misil hacia el agua. Lo malo es que había que cortarle los precintos de las mandíbulas y las patas, aunque lo hacíamos rápido.

-Con todo ese trabajo tanto para atraparlo como para transportarlo, ¿cuánto cuesta un cocodrilo?

-En su momento, el gran reproductor nos costó en total unos ocho millones de pesetas. En total, los 200 cocodrilos nos salieron por unos 28 millones de pesetas.

-¿Y se han reproducido mucho en el parque?

-Nosotros lo que hacemos ahora es recoger los huevos que las hembras entierran en la arena y los enviamos a diversas universidades para que hagan estudios de desarrollo embrionario. Aquí nos quedamos solo con unos pocos huevos al año por tener algunos bebés que mostrar a la gente. Hay reproducción, pero no se ve el resultado porque lo evito, que también es una lucha porque quitarle los huevos a las hembras no es nada fácil. Las nuestras pesan 300 kilos y vienen a matarte cuando le expolias su nido.

-Vamos, que se está jugando la vida cada dos por tres.

-Sí, tres o cuatro veces al día. Con las exhibiciones que hacemos en directo estamos siempre en peligro.

-¿Cómo aprendió a interactuar con ellos?

-Me fui a Sudáfrica, donde hay cuatro parques de cocodrilos turísticos. Me quedé un mes y medio en el más grande de ellos para aprender el manejo directo de los cocodrilos. Saber cómo ponerte a un metro de distancia de un animal que te puede arrancar una pierna en una fracción de segundo, salir vivo y hacerlo días tras día año tras año.

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