El mapa al revés
calle larios
lParecer una ciudad del Norte, aunque sea por unos días, no es moco de pavo
A un frío de este calibre le faltan mayores niveles de prosperidad e industrializacion
Eso, para empezar
El pasado viernes conversaba con el artista holandés Marcel van Eeden, que acababa de presentar su exposición 1525 en el CAC, y en una de éstas, como suele ocurrir entre personas que apenas se conocen, nos pusimos a hablar del tiempo. Van Eeden, que vive buena parte del año en Zurich, y que se trajo a Málaga a un grupo de 15 de sus alumnos para que hicieran proyectos artísticos relacionados con la ciudad, me contaba que el martes disfrutaron del "espléndido clima" de la Costa del Sol, con temperaturas de hasta veinte grados que en el centro y norte de Europa únicamente se asocian al verano puro y duro. Sin embargo, los termómetros se desplomaron el miércoles "y entonces nos encontramos el tiempo que tenemos habitualmente. Para nosotros es un ambiente agradable, sobre todo si te sientas al sol; pero me llamó la atención ver a los malagueños parapetados con sus bufandas, sus gorros y sus abrigos, como si estuvieran en Siberia, mientras yo tenía la sensación de estar en casa". Ciertamente, que un holandés se sienta como en su casa en Málaga a cuenta del clima es una noticia sorprendente, pero me dio por pensar entonces qué sería de la ciudad si su localización geográfica fuese la de Zurich o La Haya, o cualquier otra ciudad suiza, holandesa, danesa o belga. Incluso, por no irnos tan lejos, del País Vasco o de Cantabria, donde el frío (pero el frío de veras, no el que sucede durante la mayor parte de nuestros inviernos) también es moneda de cambio al uso. Con esta ola de biruji polar, cunde la impresión de que el mapa de la Península y de Europa entera se ha puesto al revés: ahora Málaga es una ciudad del Norte, sometida al azote de los vientos gélidos, con infraestructuras capaces de soportar la nieve y los aludes, con potentes climatizadores aún en los cuchitriles más dudosos. En El Cabra ya no sirven boquerones, sino arenques y anchoas, regados con el correspondiente txakolí. De paso, claro, en los colegios e institutos nadie pasa frío: el derecho a la calefacción se respeta escrupulosamente y no hay aula sin su correspondiente equipamiento. Las actividades al aire libre se concentran únicamente en los meses de buen tiempo: el resto del año, la población nativa se distrae yendo al teatro, a los museos, a las sociedades gastronómicas y a las tertulias político-literarias. Los transportes públicos son altamente eficientes y puntuales, con una red que llega a todas partes. El atractivo turístico de esta Málaga del Norte es, lamentablemente, mucho menor. Los visitantes buscan sobre todo una oferta cultural que no tienen en casa, la práctica del esquí y rutas de senderismo, de acuerdo con un calendario que regala muchos menos días de sol. A cambio, Málaga ha experimentado un desarrollo industrial notable y es una ciudad tecnológicamente puntera, con un sistema de producción ligado a su universidad. El objetivo esencial es que quien quiera desarrollar una actividad próspera pueda hacerlo aquí en lugar de otra parte. El sector servicios no representa, ni de lejos, el primer nicho de ocupación.
Sí, sería interesante comprobar qué puñetas habría sido de Málaga de haber ocupado su espacio allá arriba, lejos de influencias andalusíes, enclavada en el Camino Francés y con pequeñas iglesias románicas por doquier. Este mal tiempo de las narices nos recuerda que el frío aquí es una cuestión excepcional. Aquí se estila la marca Ciudad del Paraíso, que ha venido a definir los mimbres de un lugar donde hace sol todo el año y donde, por tanto, todo es habitualmente más sencillo. Basta con ver pasar los días e ingeniar algo para reducir un tanto el aburrimiento. No hay razones para ponerse en plan borde y hacer de la ciudadanía un agente con poder de tomar decisiones y llevarlas a cabo, por más que la desigualdad sea insostenible y se nos acumulen las mayores bolsas de pobreza de Europa, por más que los barrios estén sucios y en muchos casos abandonados frente a un esplendor efímero y de atrezzo del centro, por más que los hosteleros estén dispuestos a expulsar a todos los vecinos del mismo a base de ruido y de invasión de espacios, por más que la política municipal pase por levantar rascacielos y desestimar cualquier idea sobre un nuevo parque. No, donde hace frío es en el Norte. Allí sí que tienen razones para movilizarse y rebelarse contra lo que no les gusta. Pobres, qué sabrán.
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