Maternidad en Málaga

Madres gracias a embriones congelados en la pandemia

  • La técnica, que revolucionó hace unos 15 años la reproducción asistida, permitió a parejas detener su proceso hasta que se supiera más del Covid y el embarazo

Mariángeles con Manuel, su pareja, y sus hijos Gonzalo y Alonso (el bebé).

Mariángeles con Manuel, su pareja, y sus hijos Gonzalo y Alonso (el bebé). / M. H.

El inicio de la pandemia sembró la incertidumbre entre las personas. Y de forma muy especial, entre aquellas que estaban en el proceso de tener un hijo ya que no se sabía cómo podía afectar el Covid al embarazo. Así que las clínicas de reproducción asistida –como podían congelar los embriones– optaron por esta técnica para hacer un paréntesis. “Recurrimos a esta posibilidad por cautela, hasta no tener las cosas claras”, explica el ginecólogo responsable de la Unidad de Reproducción del Centro Gutenberg, Claudio Álvarez.

Ahora, muchos de aquellos embriones son ya bebés que colman de felicidad sus hogares. Hoy es el día de la madre y hay muchas maneras de serlo. Una de ellas es con embriones congelados. En este caso, vitrificados durante la pandemia.

Al comienzo de la reproducción asistida, la congelación de embriones se hacía con un proceso lento, similar al de las neveras de una casa. Pero desde hace unos 15 años se generalizó la vitrificación, que es una congelación ultrarrápida en la que el embrión fresco pasa de la temperatura ambiente a 190 grados bajo cero en cuestión de segundos. Esta técnica revolucionó la reproducción asistida. Porque con la congelación lenta se formaban cristales que en muchas ocasiones rompían el embrión durante la descongelación. Algo que no ocurre con los embriones vitrificados, por lo que las posibilidades de conseguir un embarazo son las mismas que si fueran frescos.

Leticia Ceño y Mariángeles Jiménez celebrarán hoy su día. Ambas han sido madres con embriones vitrificados y transferidos en el Centro Gutenberg. Las dos hicieron un parón en su proceso reproductivo gracias a esta técnica durante los primeros meses de la pandemia.

Leticia (gafas claras) con Alba, su pareja, y su hijo Daniel. Leticia (gafas claras) con Alba, su pareja, y su hijo Daniel.

Leticia (gafas claras) con Alba, su pareja, y su hijo Daniel. / M. H.

Leticia estaba a punto de someterse a la punción para que le extrajeran los óvulos cuando comenzó el confinamiento. “La incertidumbre fue horrible”, confiesa. El 16 de marzo de 2020 se los extrajeron. Eran los tiempos de los cierres perimetrales de las provincias. Ella y Alba, su pareja, viven en Los Barrios (Cádiz). Tenían que venir a la clínica a Málaga. Además, existían muchas dudas sobre el embarazo y el Covid. Así que una vez que el Centro Gutenberg logró los embriones con esperma de donante –porque son una pareja de lesbianas–, los seis conseguidos fueron vitrificados. “Fue un palo tener que congelar. La espera fue muy angustiosa”, admite Leticia.

Tras la primera ola, el 9 de junio de 2020, le transfirieron los embriones. “Me pasé los cuatro primeros meses vomitando, como la mayoría de las embarazadas”, recuerda. Pero la gestación fue muy buena y el 23 de febrero de 2021 nació Daniel. Le falta poco para echarse a andar y su presencia hace olvidar a sus madres los momentos de incertidumbre vividos.

Mariángeles ya tenía a Gonzalo, su primer hijo. También de un embrión congelado. Estaba pensando con su pareja, Manuel Quesada, en el hermanito. “Pero llegó el confinamiento y paramos la idea. Como estaba la situación nos dio reparo. Preferimos ser cautelosos”, cuenta. Además, son de Torre del Campo (Jaén) y venir a Málaga, con los cierres perimetrales de provincias, les obligaba a justificar razones médicas para desplazarse a Málaga. Prefirieron esperar. Finalmente, el 31 de mayo de 2021, en la clínica le transfirieron otro embrión que había sido vitrificado. Alonso tiene ya dos meses. “Es tranquilote, pero cuando tiene hambre no conoce amigos”, cuenta la madre. De momento, crece sólo a base de pecho. “Somos muy felices. Con el trabajo que nos ha costado... Nunca imaginé que llegaríamos hasta aquí”, se emociona. Ese “hasta aquí” es una familia feliz de cuatro miembros.

El ginecólogo de Gutenberg explica que la vitrificación (congelación ultrarrápida) de embriones supuso un gran avance en la reproducción asistida. Con la congelación lenta de los comienzos, la tasa de embarazo era más baja. Por eso se transfería a la mujer más de un embrión y había más gestaciones múltiples. Desde que hace unos 15 años irrumpió la vitrificación, como la tasa de embarazo es más alta, se tiende a poner solo un embrión, lo que es más seguro para el feto y para la madre. “Ahora podemos congelar sin temor a que esa congelación sea un problema para el embrión”, explica Álvarez. Añade que la tasa de embarazo es igual que la que se consigue con embriones en fresco. Por eso acota que la vitrificación “salvó” la maternidad durante la pandemia ya que se pudo congelar el proceso de muchas parejas –nunca mejor dicho– sin mermar las posibilidades de gestación al retomarlo luego.

Álvarez explica que, según la ley, las parejas son “responsables” de sus embriones vitrificados. Pueden destinarlos a un segundo intento si ha fracasado el primero en fresco o, si ha sido exitoso, a un segundo hijo; a donación para otras parejas con fines reproductivos, siempre cumpliendo estrictos requisitos; a donación para investigación o a descongelación sin uso (destrucción).

Así, en laboratorios de las clínicas de reproducción asistida se guardan miles de embriones a 190 grados bajo cero. Muchos serán niños algún día, otros no. Pero esta técnica de vitrificación ha cambiado la Medicina reproductiva y la vida de muchas familias. Como las de Leticia y Mariángeles, madres con la particularidad de haber congelado sus embriones. Madres que, gracias a los avances de la ciencia, hoy celebrarán su día. Madres al fin...

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