La moda de los accidentes 'fantasma' para estafar al seguro: la trama de la suegra que iba a embolsarse 240.000 euros

Así operaba una banda criminal con una suegra y 32 detenidos

La Policía alerta del elevado volumen de fraudes a las compañías

Tres hombres heridos tras ser apuñalados en un domicilio de Palma-Palmilla

Uno de los falsos partes amistosos elaborados por la organización. / Policía Nacional

Entre él, su pareja y la suegra, respaldados por su círculo más íntimo, orquestaron presuntamente una trama dedicada a la simulación de accidentes de tráfico para estafar a las compañías aseguradoras. Ni había testigos ni policías. Tampoco ambulancias. Todos los siniestros que inventaron se resolvían con falsos partes amistosos rellenados por conductores que se declaraban culpables. A la postre, un monto total de indemnizaciones de 240.000 euros que ya sólo estaban pendientes de cobro. Pero los investigadores los adelantaron por la derecha; la banda de estafadores no pudo embolsarse más que unos 46.000 euros. El Grupo I de Delitos Económicos de la Udef de la Policía Judicial de Málaga destapó el fraude, con 32 implicados, la mitad de ellos delincuentes en activo. Catorce hombres y 18 mujeres afincados en La Palmilla y el barrio de Los Palomares que vieron “un chollo” en el negocio de fingir siniestros en carreteras y estafar al seguro. “El primer accidente ficticio les salió bien y se vinieron arriba. El negocio funcionaba y entonces se sumaron varios primos y gente del barrio. El círculo se abría, como una estafa piramidal”, sostiene el responsable policial, que alerta del elevado volumen de fraudes a las compañías.

En este caso, los investigados tenían entre 20 y 40 años y una “situación económica precaria”. Eran dos los cabecillas, uno de ellos considerado el presunto cerebro del entramado. Un “buscavidas” que se había conjurado con un antiguo taxista experto conocedor del gremio para sablear a las aseguradoras. Los roles habían sido antes definidos. Unos cobraban comisiones y otros se ocupaban de las gestiones para dotar de realismo a a los accidentes.

Era una estafa profesionalizada, pero hacía agua. “Fijaban incluso dónde debía sentarse cada uno en el coche que se accidentaría. Todo estaba bajo control, pero lo desmontamos”, revela el inspector al frente de la investigación. Siete siniestros en ocho meses con una treintena de personas involucradas . Vehículos similares a los todoterrenos que arrendaban a una misma empresa de alquiler y que después entregarían en buen estado.

Pero las piezas del puzzle no encajaban y una empresa de detectives contratada por la compañía de seguros investigó a los sospechosos para constatar el engaño. Los arrestados habían incurrido en numerosas contradicciones, sin cuidar detalles elementales que los pondrían contra las cuerdas. “Indicaban que una parte del vehículo había sido dañada, pero después en el taller le arreglaban otra. En realidad, no tenían ningún daño, porque el accidente no se había producido”, cuenta el policía.

El otro patrón que hizo saltar las alarmas era la estrecha relación entre los perjudicados: todos tenían lazos de consanguinidad o amistad. Y con lesiones muy similares: latigazos cervicales imposibles de demostrar. “En un radiografía no salen esos problemas, ni tampoco los mareos ni la pérdida de equilibrio”, apostilla el responsable de la investigación. Las lesiones eran ficticias, pero los documentos eran reales: informes médicos, partes amistosos y reclamaciones bien redactadas. Las aseguradoras, frente a una documentación aparentemente legal, pagaban.

“Las estafas buscan siempre el fallo del sistema”, reconoce. Hubo quienes aprovecharon varias de las 10 sesiones de rehabilitación que la compañía le cubría. Sólo alguno confesó que “todo era ficticio”. Los 32 investigados están en libertad mientras el caso se sigue instruyendo.

De los pasajeros de un autobús que se tiraron al suelo a los que planeaban estrellarse contra el Metro

En un cruce anodino del barrio malagueño de Cruz del Humilladero, un vehículo frena en seco. Detrás, otro impacta de forma sospechosamente precisa: la velocidad no era excesiva, el tráfico no era denso, pero el golpe ocurre. No hay heridos graves, aunque tres pasajeros se quejan de dolores cervicales. Nadie llama a la Policía. Se rellenan papeles, se intercambian datos, y cada uno se marcha por su lado. Es un accidente menor. O lo parece. Pero en los días siguientes se convierte en un parte médico, una baja laboral, una reclamación al seguro y una factura abultada que alguien —una compañía, o el propio ciudadano— pagará.

Este patrón se repitió al menos 21 veces en Málaga entre 2015 y 2018, según descubrió entoncs la Policía Nacional en la llamada Operación Mirlo, uno de los mayores escándalos de fraude al seguro detectados en la provincia. Los investigadores pusieron sobre las cuerdas a una banda cuyos miembros estaban dispuestos a ser golpeados al olor del dinero que les reportaría la aseguradora. El grupo criminal planeaba, además, estrellar varios coches contra un vagón del Metro.

Un año después, la Policía sacaría, de nuevo, toda la artillería contra otro grupo de timadores. La escena del engaño había sido como sigue:15 personas subieron juntas a un autobús, contra el que golpea un vehículo. La reacción de los pasajeros, pese a la simpleza del impacto, “fue desproporcionada”. Hubo gritos y caídas. Los investigados “aprovecharon una frenada” del bus para presuntamente “tirarse al suelo de forma intencionada” y, después, pedir una reclamación de daños y perjuicios.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último