Una moraga con demasiado humo

Peleas entre socios, impagos millonarios a instituciones públicas y empresas, o 'convenios fantasma' marcan un fallido proyecto de lanzar la cocina andaluza en el mundo

Dani García, en la inauguración oficial de La Moraga de Antonio Martín, en 2011 junto a dirigentes políticos de PP y PSOE.
Dani García, en la inauguración oficial de La Moraga de Antonio Martín, en 2011 junto a dirigentes políticos de PP y PSOE.
Ángel Recio Málaga

27 de julio 2014 - 01:00

De cara al exterior, el grupo hostelero de La Moraga era un ejemplo a seguir. Tenía como rostro visible a un cocinero local, Dani García, que se había hecho famoso por sus estrellas Michelín, primero en el Tragabuches de Ronda y luego en el Calima en Marbella. Además representaba el buen hacer de la escuela de hostelería La Cónsula, un buque insignia del turismo en la Costa. En la trastienda del proyecto, varios socios, entre ellos Miguel Narváez, empresario procedente del mundo inmobiliario y con un importante papel en los momentos de apuro del Málaga, antes de la llegada del jeque. Un hombre siempre en la sombra y casado con la diputada y secretaria general del PP en Málaga, Margarita del Cid.

Había talento en la cocina y, se suponía, dinero para hacer una iniciativa interesante. Para apuntalar el proyecto, la Junta de Andalucía se subió al carro y, con el objetivo de extender el modelo de la cocina andaluza por el mundo con La Moraga de referente, concedió a la empresa 600.000 euros en 2010 a través de un préstamo participativo. Un escenario de ensueño para el estandarte de la restauración malagueña. Pero era todo fachada. Los socios acabaron enfrentados y no hicieron casi ningún pago, acumulando durante años importantes deudas con la Seguridad Social, la Agencia Tributaria, el Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía, proveedores y empleados.

Dani García y Miguel Narváez, junto a otros, se embarcaron en La Moraga y hoy en día no se hablan. El cocinero asegura que fue Narváez el que le "captó" para relanzar el proyecto y el empresario dice que fue al revés y que García le intentó convencer en un partido del Málaga, un club en el que Narváez fue consejero y bastión económico en la etapa de Fernando Sanz. Independientemente de quién tenga razón, lo cierto es que hicieron piña y se metieron en la aventura empresarial a través de la sociedad Andalusian Gourmet Concept (AGC).

El crecimiento fue fulgurante. Abrieron restaurantes en Córdoba, Fuengirola, Marbella, en dos Corte Inglés de Málaga y Madrid y se quedaron con el mítico Antonio Martín de La Malagueta, entre otros. Incluso anunciaron un plan de expansión internacional que supondría la apertura de hasta 80 locales, vía franquicias, en las principales ciudades del mundo.

Cara al público todo parecía ir sobre ruedas, pero puertas adentro la gestión era desastrosa y eso generó tensiones. García fue nombrado presidente en 2010 y en enero de 2012 dejó el cargo. "Salí de la sociedad porque no cumplían con lo dicho. Solo querían montar establecimientos sin rumbo y sin profesionalidad. Me negué a abrir más restaurantes y decidí vender las acciones", comentó el pasado martes a este diario. El cocinero indicó que Narváez y Luis Ballesteros, un hostelero del Grupo Moliere que se quedó con las acciones de García en 2012, le dieron "pagarés firmados por ellos que no he cobrado nunca y me deben casi medio millón de euros". Narváez lo niega y están en juicio.

La salida de García supuso un paso atrás más en su carrera, que se ha convertido en un vaivén de aperturas y cierres prácticamente a partes iguales. "Soy cocinero y no empresario, soy el que hago las croquetas", señaló el pasado martes. Sin embargo, eso no le ha impedido, según los datos del Registro Mercantil, participar en 11 sociedades y mantener varios cargos activos en este momento. Han fracasado proyectos en los que García era clave como La Moraga o Milmilagros. En los últimos meses ha tenido que cerrar los restaurantes Manzanilla en Nueva York y en el centro de Málaga -este último se lo ha quedado un cocinero cordobés llamado Kisko García-, y ha tenido que dejar el Calima en el hotel Meliá por, según apuntan fuentes consultadas, problemas económicos, trasladándose ahora al Puente Romano. Sigue teniendo estrella y cartel -es habitual en programas como Masterchef y esta misma semana se ha anunciado como uno de los reclamos de la presentación de las estrellas de la guía Michelín en Marbella en noviembre- y ahora tiene otros proyectos empresariales cuyo futuro se desconoce.

Mientras tanto, AGC seguía acumulando impagos y tuvo que solicitar el concurso de acreedores el año pasado con un pasivo de 4,1 millones de euros. Se ha firmado un convenio con los acreedores con una quita del 50% y un plazo de devolución de siete años. Solo a las Administraciones Públicas le adeuda 1,2 millones de euros y estas entidades no van a recuperar todo ese dinero. La Junta de Andalucía es la que lo tiene más difícil, ya que sus 600.000 euros corresponden a un crédito subordinado, es decir, como mucho cobrarán la mitad y están los últimos en la lista, por lo que es posible que no alcance el dinero. A la Seguridad Social, AGC le debe 307.956 euros -cobrará la mitad seguro por ser un crédito privilegiado- y del resto una parte. A la Agencia Tributaria se le adeudan 233.000 euros y al ayuntamiento de Málaga 50.741 euros por impagos de tasas e impuestos en La Moraga de Antonio Martín. La Seguridad Social, al margen del concurso, ha solicitado 311.869 euros de su patrimonio personal a todos los socios de la empresa, entre los que se incluyen Narváez y Dani García, para sufragar la deuda con esta institución y los afectados lo han recurrido. Hubo embargos a la sociedad cuya ejecución se paralizó al declararse el concurso de acreedores y una multa de 30.000 euros de la Junta de Andalucía por considerar que las obras realizadas en la terraza del Antonio Martín eran ilegales.

En medio de toda esta historia de anuncios grandilocuentes, expectativas frustradas, peleas entre socios e impagos ha habido también elementos surrealistas. Uno de ellos es, por ejemplo, que la Seguridad Social no ha localizado durante años ni a Narváez, pese a ser marido de la número 2 del PP en Málaga, ni a la empresa, cuya sede está en calle Larios. Ha tenido que publicar edictos públicos para reclamar la deuda "ante la imposibilidad, por causas no imputables a la misma, de notificar los expedientes".

Otro hecho llamativo tuvo como protagonista a la Junta de Andalucía. En enero de 2012, cuando AGC ya tenía acumulados numerosos impagos a la Seguridad Social, convocó una rueda de prensa en la Feria Internacional de Turismo (Fitur) en Madrid para, supuestamente, presentar la firma de un convenio para relanzar la imagen de La Moraga en el mundo. Narváez estuvo en esa rueda de prensa y anunció que entre 2012 y 2013 se abrirían seis restaurantes en Frankfurt (Alemania), México DF (México), Miami (EEUU), Tokyo (Japón), y Madrid y Valencia (España). Eso formaba parte de un plan más ambicioso que contemplaba la apertura de 80 locales en varios países en un plazo de 15 años. Al final, solo se han abierto restaurantes en Frankfurt, Miami y Madrid. En ese acto se firmó un convenio, pero Narváez reconoció a este diario que "ni siquiera era un documento legal sino solo una presentación".

En estos momentos, la situación es distinta y más esperanzadora. Los administradores concursales tomaron las riendas de AGC en marzo del año pasado, se regularizaron los pagos y se logró proponer y aprobar un convenio regulador en un tiempo récord -se presentó el 11 de junio de este año-, una celeridad que no es habitual en los concursos de acreedores. Los dos emblemas de la compañía son ahora La Moraga de Antonio Martín en Málaga capital y La Moraga Banús en Marbella, donde AGC tiene el 50% del capital. El Antonio Martín -ha eliminado el nombre Moraga en su carta- cambió la plantilla por completo hace unos meses y se le encargó la gestión culinaria a Adolfo Jaime, un cocinero muy conocido en la ciudad que cerró su propio restaurante recientemente por jubilación y que vuelve a los fogones con una ilusión renovada. Del éxito de ese restaurante dependerá en buena medida que se generen los ingresos suficientes para poder ir pagando a los acreedores en los siete años comprometidos y se devuelva parte del dinero público que ahora mismo está en el aire.

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