"No se puede motivar a un profesor sólo con salarios y más horas libres"
Sonia Díez rechazó su trabajo de directiva para cumplir un sueño · Su colegio, instalado en el corazón de la Costa del Sol, ofrece un plan educativo pionero lleno de proyectos exclusivos que encandilan a los niños
Los detalles son infinitos. Las aulas del Colegio Internacional Torrequebrada tienen terraza, hilo musical y pizarra interactiva y la luz, gracias al diseño del arquitecto César Sans Gironella, se cuela por todas partes. La ideóloga es Sonia Díez Abad (Bilbao, 1965), una maestra y psicóloga que ha convertido en realidad su sueño de levantar un colegio. Casada y con tres hijos (Lucas, Julia y Luisa), lleva la educación en la sangre y está vinculada a varias asociaciones de mujeres empresarias y directivas. Es expresiva, inteligente, resolutiva y con un espíritu emprendedor que la ha llevado a montar un centro pionero que se asienta sobre las nuevas tecnologías. Fueron sus padres quienes la trajeron por primera vez a Málaga, de vacaciones, cuando era niña.
-¿Cuál es su primer recuerdo de la Costal del Sol?
-Que era el paraíso. Era una niña muy de aire libre, de deportes, de estar con mi familia, de disfrutar de todo. Hacía calor y podía estar en bañador desde las nueve de la mañana hasta última hora de la tarde. Las comidas eran riquísimas porque se podían hacer cosas que no fueran de cuchara, que ahora me encantan. Málaga era el sitio donde uno podía disfrutar las 24 horas y casi, casi diría que sigue siéndolo.
-¿Qué diferencias hay entre esa Málaga y la de ahora?
-Ha crecido mucho, es todavía más multicultural de lo que era antes. Los extranjeros están ahora integrados, participan del entorno social, de los negocios, de la vida económica. Luego, por supuesto, está la construcción, pero también hay mucho más compromiso de crecimiento social, más sentido de comunidad. Antes era más un sitio de paso y ahora, aunque seamos muchos los que venimos de otro sitio, ya queremos contribuir y que éste sea el lugar donde crezcan nuestros hijos.
-¿Cuándo decidió convertirse en empresaria?
-Fue algo atípico, porque tenía muy buen puesto de trabajo, con el mayor sueldo de la empresa. Me habían propuesto llevar una empresa de e-learning, de formación on line en los cinco continentes. Empezó a crecer y fue un éxito. Me gusta hacer cosas y conseguirlas, y cuando vi que eso lo había conseguido, me di cuenta de que quería asumir otros retos. Cuando le planteé a mi jefe que dejaba la empresa para montar un colegio no se lo creía. [Se ríe]. Tú estás loca, me dijo. Después hablamos, hicimos el traslado de responsabilidades y me fui. En ese momento no había empresa, sólo ilusión, y de repente me encontré con los pies en el abismo. Empecé con una casita de alquiler aquí [señala hacia la ventana], abrí mi pequeña oficina y los padres llegaban y preguntaban dónde iba a estar el colegio. Siento una enorme gratitud hacia todas las personas que desde el primer día creyeron que esto era posible.
-¿Ha merecido la pena?
-Cada minuto. Estoy mucho más cansada que antes, sin duda, pero me río con muchas más ganas y disfruto cada segundo.
-Del equipo que ha formado (unas 34 personas), un 80% son mujeres. ¿Prefiere a ellas que a ellos?
-En el sector educativo, sobre todo en las etapas iniciales, la proporción de candidatas mujeres es mayor. En el ciclo de Educación Infantil, por ejemplo, hemos hecho un gran esfuerzo por introducir hombres, porque el patrón masculino hace falta en la formación de los niños. Pero tengo una trayectoria en el ámbito de la defensa de los derechos de la mujer, me metí en el movimiento asociativo de mujeres directivas y profesionales cuando me di cuenta de que tenía que viajar mucho y que los varones tenían sus planes. Poco a poco encontré mujeres interesantes con las que podía hablar de otras cosas y entendí que era un mundo diferente. Defiendo que hombres y mujeres deben trabajar juntos, pero creo que en muchos aspectos, la mujer tiende a ser más leal desde el punto de vista profesional, y en educación eso es fundamental. Un profesor o una profesora tienen que sentirse como un piloto, con una responsabilidad muy grande. Si tienes un grupo de alumnos y no eres leal a los objetivos, a la institución, a tus propósitos, posiblemente ese avión esté dando bandazos.
-¿Ha tenido problemas con hombres en el trabajo?
-Yo no he tenido nunca problemas, siempre he sentido que la fortuna me ha sonreído. Pero sí que es verdad que he visto que, con frecuencia, el hombre considera que los puestos de dirección les pertenecen por derecho propio, mientras que la mujer tiende a considerar que debe estar agradecida porque alguien le dé esa oportunidad. Siempre he tenido muy buena relación con los compañeros y los jefes, pero los hombres tienden a interpretar que su puesto de dirección es un derecho y el de una mujer, suerte.
-Hay muy pocas mujeres directivas.
-Muy pocas. En puestos de dirección de grandes empresas, ahora mismo, somos un 4%. Lo que están transmitiendo es que eres muy válida para ejecutar, pero para tomar decisiones sobre el futuro, la mujer es sospechosa, se puede dejar llevar por impulsos. [Se ríe]. Ése es el mensaje que hay de fondo. ¿Por qué si soy capaz de sacar adelante una campaña de comunicación o de gestionar un presupuesto no puedo decidir la ruta que vamos a seguir?
-Directiva, empresaria y madre. ¿Cómo ha conciliado?
-He conciliado pactando siempre con mi marido, subiéndolo al equipo. Y cuando llegaron los niños, a ellos también los incorporamos al equipo, de tal manera que participaran en las cosas que sucedieran en casa. Si mamá estaba fuera, había que asumirlo y existían unos horarios y unas responsabilidades, desde la nevera hasta la lavadora. Eso por un lado y, por otro, siendo muy organizada, prescindiendo a veces del qué dirán, de que alguien opinase que qué necesidad tenía yo de estar viajando todo el día por ahí. Hay que ser muy fuerte. Es difícil y durante una etapa tuve que prescindir de un sueldo para pagárselo a una persona que cuidara a mis hijos cuando eran pequeños. Pero cada sueldo que pagaba me sabía a gloria con tal de que pudiera estar unas horas trabajando. He intentado ser muy honesta y conciliar depende en gran medida de eso, de ser honesta con uno mismo y con su familia.
-¿Cómo se construye un centro modélico en tan poco tiempo?
-Hay que saber hacia dónde vas. En el colegio hay dos partes, la profesión, el patrón de formación; y el oficio. Yo he mamado desde pequeña lo que es la educación, un colegio, el sistema educativo... Hay que tener muy claro a qué te vas a dedicar y no llevarse ninguna sorpresa cuando llega el final del curso y no hay tiempo ni de respirar, y ocurre lo mismo al principio de curso, o cuando vienen unos padres que necesitan más tiempo del que a lo mejor dispones para hablar de algo que ni siquiera es un problema. Ésa es la parte de oficio. Luego está la de la profesionalidad, cuando dices, bueno, cuando un niño se inscribe en el colegio va a estar 15 años y tienes la responsabilidad de pensar qué voy a hacer para que ese niño esté preparado para el mundo que le va a tocar vivir.
-¿Y cómo se hace eso?
-Con un lápiz y papel, como un pequeño arquitecto, diseñas la estructura para llegar ahí. Ves que el mundo es altamente tecnológico y empiezas a diseñar una estructura e-learning que te permite, por ejemplo, desarrollar formación on line. Pero también tengo que enseñar a los niños. Con las nuevas tecnologías, un volcán en erupción es mucho más que un libro con un dibujito de un volcán con un texto. A través de internet tengo miles de volcanes en erupción, ¿por qué no voy a enseñarlos? Es usar la tecnología como vehículo para traer muchas más posibilidades a la educación. Tenemos un proyecto de multiculturalidad, vinculado a la Unesco, de innovación o de competitividad. Tenemos otro de oratoria y debate público y estamos montando un laboratorio experimental de tareas domésticas. Somos estrictos con el nivel académico, pero los alumnos ven el esfuerzo que se hace por promover proyectos exclusivos. En el colegio los niños tienen voz y voto. El proyecto es mío, pero el colegio es suyo.
-¿Cómo se consiguen unos padrinos como Federico Mayor Zaragoza, Jorge Valdano o Juan Antonio Samaranch?
-La verdad es que no lo sé. [Se ríe]. Hay gente que me dice, oye, ¿y cuánto te ha costado?, y les digo, que no... Son personas que llegan a querer el colegio y siguen vinculados a él. Han vivido mucho mundo y seguramente han visto cosas con mucha cáscara y poco fondo, y les ilusiona participar en un proyecto donde saben que hay mucho fondo y poca envoltura.
-¿Le molesta que puedan tachar el colegio de elitista?
-No, no me molesto por casi nada. Y en un momento determinado puede interesarme preguntarle a esa persona: ¿por qué crees que es elitista? Lo que estamos haciendo nosotros lo puede hacer cualquiera.
-¿Cree que en la provincia hay suficientes centros bilingües públicos?
-Habrá que preguntar a los usuarios si están contentos, pero las cosas no se pueden hacer como churros, y menos en educación. Creo que es prudente empezar poco a poco. No sé si son suficientes, probablemente, en la medida en que la población los vaya demandando, no lo será.
-¿Qué opina de la educación pública en Andalucía?
-Tiene unos retos muy diferentes a los nuestros y no debería juzgar desde fuera. Son proyectos diferentes y mi posición es de respeto. Yo tengo la suerte de estar viviendo y creando un sueño, pero, igual que la sanidad, la educación pública tiene unos retos sociales que son difíciles de absorber. Me da mucha pena cuando critican a los profesores, creo que se les debería tener siempre respeto desde el punto de vista social dada su responsabilidad. Ahora bien, pienso que poco a poco habría que dar una mayor autonomía a los centros, es muy difícil que uno dé el máximo de sí mismo cuando lo único que hacen es controlarte. Creo que la Administración pública irá progresivamente dándose cuenta de que la autonomía de los centros es el gran valor del futuro. No se puede motivar a un profesor sólo con salarios y más horas libres, la retribución real viene de la satisfacción en el trabajo.
-¿Y cómo se logra eso?
-Dejándolos participar. Qué bonito sería que una comunidad educativa, manteniendo unos estándares mínimos, pudiera desarrollar los proyectos que se le ocurrieran. Por ejemplo, los centros que tienen mayoría de población extranjera. Posiblemente, en ese centro a los profesores hay cosas que les preocupa más que la burocracia del día a día, y si pudieran tener un grado de flexibilidad, desarrollarían muy buenos proyectos. Un equipo humano comprometido es capaz de salvar todas las dificultades que una Administración, sólo mediante el ordeno y mando, no puede salvar.
-¿Cómo se le explica a un alumno que un alcalde elegido en las urnas acaba en la cárcel por presunta corrupción?
-Pues que el error forma parte del aprendizaje humano. Independientemente de la valoración moral del alcalde, el error está en que el pueblo es soberano, pero también se equivoca. Eso es lo que hay que explicar.
-¿Qué opina de los casos de corrupción que ha vivido la provincia, como Astapa?
-Me da pena porque hacen mucho daño a la Costa del Sol, a la identidad de todo un pueblo. Mis tres hijos son malagueños y cuando uno tiene que hablar de su identidad, es difícil explicar que aquí hay muchas personas honestas que luchamos por hacer bien las cosas. Proyectar una imagen de que vivimos del pelotazo y del poco esfuerzo es tirar tierra sobre nuestros intereses. Pero somos culpables de falta de tradición democrática para informarnos y preguntar, porque muchas veces la gente vota por afición. Hay que votar con interés real, con responsabilidad y por proyectos.
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