Málaga

Con el móvil en la mochila

  • Mientras que en Francia se prohibe el teléfono móvil en colegios e institutos, en los centros malagueños empieza a ser una herramienta didáctica

  • Eso sí, sólo se suele permitir que los alumnos lo utilicen en clase y dentro de una actividad controlada por el docente

Con el móvil en la mochila

Con el móvil en la mochila

Igual que no es posible poner puertas al campo, de la misma manera que sería no sólo inviable sino torpe frenar el progreso, resulta extremadamente complicado desposeer a los adolescentes y jóvenes de un instrumento que se ha vuelto esencial en su interación social con el mundo, el teléfono móvil. "No podemos luchar contra lo que ya es una continuación del brazo para nuestros alumnos", considera Adela Camacho, directora del IES Las Lagunas de Mijas. De ahí que mientras que en Francia se va a prohibir la entrada de móviles a colegios e institutos, en las aulas malagueñas este dispositivo junto a las tabletas se está convirtiendo en una herramienta didáctica. Más vale educar en un buen uso que prohibir, opinan muchos docentes. Eso sí, la utilización personal del teléfono, contestar mensajes o hacerse selfies, solo se concibe fuera del centro.

La utilización del móvil en el centro escolar genera debate entre la comunidad educativa y cada instituto -a partir de primero de Secundaria un gran porcentaje de alumnos ya tiene un terminal propio- tiene dedicado un apartado de su reglamento orgánico para su control. "Es cierto que no concebimos un mundo sin tecnología, pero también que cada vez los chavales tienen acceso a ella a edades más tempranas y, muchas veces, no están preparados", considera Virginia Rodríguez, responsable en la provincia de Málaga de la Asociación de Directores de Institutos (Adian). Y agrega que "el uso de las redes sociales y Whatsapp son un peligro en manos de algunos menores que no entienden que lo que se deja escrito, escrito queda, y que las redes son patios vecinales donde gritamos estas cosas".

Con la intención de proteger a alumnos y docentes de malas prácticas, de posibles fotografías, vídeos o comentarios indebidos, con el propósito de impedir la evasión del alumno o la irrupción de la marcha de la clase, las restricciones suelen ser rotundas en los centros malagueños. Normalmente, en clase no se pueden sacar los teléfonos salvo que se trate de realizar una actividad controlada por el docente. Los niveles de vigilancia también varían en función de las edades del alumno y de los espacios del centro en los que se esté. Es más, en las salidas y viajes incluso recomiendan a los alumnos que lleven su teléfono. A los incumplidores les toca asumir responsabilidades según su reincidencia. Desde tener que entregar el dispositivo hasta expulsiones de varios días se estipulan en los reglamentos. Y aunque es casi generalizado que la vida virtual de los alumnos genera conflictos que al día siguiente se tienen que mediar en el aula, los problemas con respecto al uso de los teléfonos no suelen ser demasiado preocupantes.

"Es verdad que en los adolescentes hay una dependencia al móvil que les resta concentración, atención a determinadas cosas, tanto en un centro como en la calle o en casa, pero en la sociedad actual es un herramienta que lleva todo el mundo, que trabajamos con ella y dependemos socialmente de ella y eso lo tenemos que tener cuenta en el aula", estima Ángel Haro Valero, director del IES Ben Gabirol. Y cree que su misión como docente "es preparar a ciudadanos del futuro y el móvil va a estar ahí y hay que aprender a usarlo lo mejor posible".

Ángel Haro dirige un centro con 560 alumnos en el que está prohibido que los escolares de primero y segundo de Secundaria -de 12 a 14 años- lleven teléfono. Aunque, apunta, "tenemos constancia de que los chicos sí que lo traen en silencio dentro de la mochila". En el IES Ben Gabirol si se detecta un móvil a un estudiante que no debe llevarlo se le requisa, pasa a dirección y cuando termina el día se le devuelve. "Si es reincidente son los padres los que tienen que venir a por él y si el alumno hace algo indebido con el móvil, una grabación o un comentario, sí que conlleva una sanción y expulsión de varios días según la gravedad", comenta el director. Luego estos infractores tienen que realizar un proyecto de investigación sobre buen uso del móvil.

Pero en los cursos superiores de este instituto, muchos son los docentes que valoran la utilidad del teléfono "como calculadora, como cámara fotográfica o de vídeo para documentar algún proceso en el que se trabaja, como elemento de búsqueda de información o para usar determinadas aplicaciones útiles y educativas de aprendizaje", dice Ángel Haro. Y esto es necesario muchas veces, como subraya el director, porque "tenemos un déficit de ordenadores bastante grande, están obsoletos y los chicos tienen mejores máquinas que nosotros, además de que nos sirve para darles esas competencias digitales que tenemos que trabajar". Aunque en su centro hay profesores que consideran que interrumpe, "es algo que está ahí y tenemos que dar formación de cómo usar el móvil en su vida diaria, enseñarles la utilidad de redes sociales y aplicaciones, nos tenemos que adaptar a la sociedad del siglo XXI, no podemos cerrar los ojos a ese aspecto".

En el IES Las Lagunas de Mijas está prohibido el uso de móviles siempre fuera del aula, "los tienen apagados en la mochila o donde sea, pero no los requisamos", explica Adela Camacho, la directora del centro. Y añade que "si un profesor quiere usarlo, tenemos una especie de contrato con las familias y se le dice que el uso es educativo". Si el alumno incumple la normativa se habla con la familia y si es reincidente se le sanciona porque no sigue las normas del centro e indicaciones del profesorado. "Estamos a favor del uso educativo en el aula, es una cuestión social, todos vivimos con ellos y entendemos que hay que enseñarlos a hacer un uso correcto, responsable y efectivo de teléfonos, de tabletas o cualquier dispositivo. La educación es el camino correcto", estima Adela Camacho.

Ahora sí, en este instituto de Mijas "nada de ir escuchando música por los pasillos, llamar, hacerse selfies o contestar whatsapp, nada de eso", asegura la directora del IES Las Lagunas. En su centro han pasado por todas las facetas, de mayor a menor restricción, y asegura que "luchar contra lo que ya forma parte de la sociedad es muy difícil". De ahí que la educación sea la clave. "Nosotros somos responsables de que utilicen con corrección las redes", considera y apunta que es raro el profesor de su instituto que nunca lo utiliza en clase.

Jorge Figueroba, director del IES Bahía de Marbella, explica que el proyecto educativo de su centro regula que los móviles están prohibidos en el centro. "No se pueden usar salvo que un profesor lo requiera para su clase", indica. Sin embargo, opina que "el problema no son los móviles, sino la utilización que se hace de ellos, se resolvería mucho más con un programa educativo sobre su buen uso que con la prohibición". Y añade que "no podemos ir contracorriente, estamos perdiendo en la clase una herramienta muy potente con la prohibición". Figueroba también habla de sus contras, "las grabaciones indeseadas, el ciberacoso que se pudiera producir, un comentario hiriente pero son cosas que se producen a la salida o fuera del centro, no dentro".

En su centro, los alumnos que no cumplen el reglamento tienen que entregar el dispositivo y son sus padres los que tienen que ir a recogerlo al día siguiente o a última hora. "Muchos padres nos dicen que nos quedemos con el móvil una semana para no tener el problema en casa", relata el director del IES Bahía. Si no quieren entregar el teléfono se les expulsa un día pero son casos totalmente infrecuentes. "Algunos profesores tienen mucho miedo a este cambio porque creen que se pierde el control de lo que se está haciendo, cuando es lo contrario, se gana control al usar este tipo de herramienta, tienen en sus manos un ordenador que podrían usar y están surgiendo muchas herramientas, es algo que les motiva más y los resultados se notan", cree Jorge Figueroba.

En el instituto Puerto de la Torre está prohibido que lo saquen en clase y se recomienda que no lo traigan al centro. Sin embargo, en los pasillos sí se puede utilizar. "Pero si se hace un mal uso conlleva una sanción dura, incluso la denuncia si llega a mayores", explican desde la dirección del centro. También cuentan que no se requisan, se da un primer aviso, que es un parte, y al segundo se expulsa un día al alumno. Pero en este instituto de 800 alumnos tan sólo han habido dos expulsiones por este motivo durante el primer trimestre del curso. "Los problemas más graves son los que se generan por la tarde, las redes sociales son muy complicadas en estas edades, sobre todo de 12 a 14, porque los escolares no son conscientes", matizan desde la dirección del centro.

Al margen de la utilización personal que hagan adolescentes y jóvenes de sus teléfonos, lo cierto es que, como destacan los docentes, en un entorno controlado son importantes formas de alcanzar un aprendizaje más participativo y dinámico. La profesora de Historia Rosa Liarte, del IES Cartima, en Cártama, es una ferviente defensora del uso didáctico de las nuevas tecnologías. Aunque principalmente utilizan tabletas "y el que no tiene puede usar su móvil", dice. "Hoy todos llevamos un móvil en el bolsillo y no podemos negar esa evidencia, lo que aprovechamos nosotros es para educar en su uso", coincide Liarte. Para ella es fundamental enseñar al alumno a filtrar información, a ser crítico y saber discernir, a no quedarse como válido con lo primero que aparece en el buscador.

En el IES Cartima los móviles no pueden entrar en los baños ni en el recreo, que es "para correr, disfrutar y relacionarse". Pero en su clase redes sociales como Instragram y Twitter son aprovechadas para realizar proyectos sobre su asignatura. "Es imprescindible hoy en día saber manejarse en la vida virtual y el papel del profesorado también cambia, tiene que ser quien guíe al alumno para que llegue al aprendizaje, quién enseñe a saber utilizar las herramientas más que ser una fuente de absoluto conocimiento", considera Rosa Liarte. El progreso, también dentro del aula, es imparable.

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