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El mundo no es suficiente

El mundo no es suficiente El mundo no es suficiente

El mundo no es suficiente

Escrito por

Juan Pablo Castillo Cubillo

Todos nos hemos preguntado alguna vez cuáles son los factores que realmente permiten a una persona hacerle llegar a ocupar puestos de muy alta responsabilidad, si bien es cierto que algunos de los factores pueden escapar a nuestro control y no siempre la meritocracia actúa aplicando un filtro sensato, la mayor parte de estos factores son más lógicos y coherentes de los que nos imaginamos.

Miren, yo soy de esa generación nacida en los años ochenta, de esos estudiantes que vieron como se pasaba de lo analógico a lo digital de forma masiva a la vuelta de unas vacaciones escolares de Navidad, cuando todos sus compañeros llegaron a clase con sus teléfonos móviles. Soy de esa generación que pudo escoger la asignatura de informática de forma optativa en el colegio después de que el centro adquiriera equipos en condiciones, de los que vivieron los cibercafés cuando todavía no era viable tener internet en casa y cuando había que renunciar a llamadas telefónicas durante nuestras primeras y emocionantes travesías por la red que nos hacían sentir cual Colón o Magallanes intentando ampliar las fronteras de un nuevo y emocionante mundo.

Pues en ese entorno que me tocó vivir, las personas responsables de mi educación y bienestar, tanto de dentro como fuera de la familia, conscientes siempre de esos factores decisivos para poder tomar el control de mi futura vida en un planeta donde la tecnología no iba a parar de expandir las fronteras y revolucionar nuestra existencia, me dotaron, siempre dentro de sus posibilidades, de una serie de herramientas que pudieran servirme para labrarme un lugar en el mundo futuro que se preveía, es decir: formación y educación a la máxima expresión, entendiendo todo ello, no como un gasto, sino como una inversión.

Esa inversión definitiva, que marca puede marcar un antes o un después en nuestro destino, es una realidad indiscutible, por mucho que pensemos que la aleatoriedad y la voluntad de otros son barreras infranqueables para marcar nuestro propio futuro o el de las naciones. Así que hoy voy a contarles una historia que así lo confirma comenzando por un malagueño, nos lleva a la NASA y los confines de nuestra sistema solar.

Misión Artemis I

Todo comenzaba hace unos días, tras muchos nervios, millones de por medio y algún intento fallido por las condiciones meteorológicas, el proyecto más ambicioso de la NASA en los últimos años conseguía finalizar su primer objetivo. Tenía lugar pues, la fase inicial de la conocida como “misión Artemis I” que culminará cuando la primera mujer y la primera persona de color pisen la superficie lunar. Esta misión constará de diversas etapas; desde este primer lanzamiento no tripulado del cohete SLS y la nave espacial Orion hasta la consecución de volver a situar personas en la superficie satelital terrestre, pasando por el establecimiento de una estación orbital llamado Gateway.

Aunque todo esto no suene más que a la típica rutina en lo que ya parecía un desganado intento por resucitar una carrera espacial por la que ya nadie apostaba hasta la llegada de competidores privados como SpaceX, hablamos de un paso de gigante para alcanzar un objetivo final verdaderamente importante en la historia de la humanidad y su avance tecnológico: preparar el camino para futuras misiones a Marte al mismo tiempo fomentar la cooperación y el desarrollo científico entre diversas naciones dentro de este campo que tantas posibilidades tiene.

Al lograr semejante paso, ha quedado claro que no habría sido posible sin la colaboración internacional, ya ha evidenciado que son empresas inasumibles para un solo estado, tanto en lo económico como lo tecnológico.

La Orion, fabricada por Airbus Defence and Space

Así que desenredemos este galimatías de países, naves y tecnologías: tenemos la Orion, fabricada por Airbus Defence and Space, diseñada para realizar misiones de hasta veintiún días sin necesidad de acoplarse a otra nave, y de hasta seis meses acoplada a la estación lunar Gateway mencionada anteriormente. También está ideada para ser capaz de sobreponerse a las altas temperaturas y velocidades del reingreso a la atmósfera terrestre, gracias a su escudo térmico y a su correspondiente sistema de protección. Se lanzará, como ya hemos mencionada sobre el cohete Space Launch System (SLS), el más potente jamás construido, cuyo objetivo último es, a parte de llevar a los primeros humanos a la superficie lunar en 2024, preparar el camino para futuras misiones a Marte.

Para diseñar una máquina tan única y compleja como es la Orion, sin duda alguna, una de las cumbres tecnológicas humanas hasta la fecha, ha sido necesario el trabajo entre distintas agencias para la investigación espacial. Sin ir más lejos, la Agencia Espacial Europea (ESA) se habría encargado de todo lo concerniente al conocido módulo de servicio, donde además de todo lo necesario para la subsistencia de los astronautas, también constaría de un sistema que aportara todo lo necesario para dotarla de energía eléctrica.

Y no es una cuestión menor, el sistema de control térmico, es un elemento esencial y crítico sin el cual, la vida humana en el recinto podría extinguirse sin remedio en el espacio hostil. Pues bien, este sistema de control térmico tan decisivo ha visto la luz en las instalaciones de la localidad madrileña de Tres Cantos, el cual será es responsable de mantener una temperatura propicia para los tripulantes.

El ingeniero malagueño Carlos García Galán, involucrado en la gesta

Y dentro de toda la gente involucrada en dicha gesta se encuentra Carlos García Galán, ingeniero malagueño, quien tiene la responsabilidad de integración correcta de los módulos americano y europeo. De la misma forma, otro ingeniero español, Eduardo García Llama, es nada menos que el encargado de dirigir el sistema que guíe la nave protagonista de esta primera fase. De hecho tan convencido de la transcendencia de dicho proyecto está que ha añadido en el pecho de su uniforme el lema de Felipe II, quien gobernara el Imperio español a los largo del siglo XVI “Non sufficit orbis” que en nuestro idioma significa “El mundo no es suficiente”. Y es que mucho antes de que una frase parecida luciera en el escudo de armas de la familia Bond en las historias desarrolladas por Ian Fleming, ya se utilizaba para aspirar cada día a cotas más altas.

Es por ello que deberíamos seguir el ejemplo de estos ingenieros y considerar que “Non sufficit orbis” es un lema universal que nos muestra que al final, las fronteras de lo que podemos conseguir como personas o países solo depende de nuestra voluntad para prepararnos y avanzar, que los retos de hoy en día exigen de los mejores, de los más preparados, de la unión de fuerzas y tecnología, de sinergias universales, donde la prosperidad va ligada más que nunca a estar formado y preparado, un mundo que no puede permitirse el lujo de dejar fuera a los que comprendieron que la excelencia en el conocimiento antes o después obtiene su recompensa.

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