Un once femenino de Málaga con mucho 'gol': "Cuando jugamos en las pistas con niños, se piensan que no sabemos jugar"
Once jugadoras relatan las dificultades a las que se han tenido que enfrentar en este deporte y admiten que los logros de la Selección Española ayudan a que se "respete más"
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El fútbol femenino en España vive uno de sus momentos más dulces. El Mundial conquistado por la Selección Española en 2023 y conseguir ser subcampeonas en la Eurocopa de 2025 ha marcado un antes y un después en los grandes estadios internacionales, pero también en los campos locales, donde niñas y mujeres de todas las edades sienten que, por fin, su esfuerzo y talento tienen un espejo en el que mirarse. En Málaga, cada vez son más los clubes, entrenadoras y jugadoras que luchan por abrir camino, por consolidar proyectos y por dignificar un deporte que durante décadas fue invisible para muchas. Ver a una niña pateando un balón en un campo era algo excepcional, incluso incómodo para algunos.
María Jiménez
María Jiménez tiene 22 años y una trayectoria que atraviesa pueblos, ciudades y hasta comunidades autónomas. Empezó jugando con niños en Villanueva del Rosario, su pueblo, y acabó debutando con el primer equipo del Málaga. "Me apunté porque el fútbol era lo que más me llenaba, probé otros deportes, pero ninguno me hacía sentir igual", recuerda. El año pasado jugó en Galicia con el Victoria FC, donde fue la máxima goleadora del equipo. Este verano ha vuelto a casa y defenderá los colores del Benamiel, rodeada de compañeras conocidas.
Pero su camino no ha sido fácil. "Cuando era pequeña y jugaba con niños, escuchaba comentarios feos desde la grada, sobre todo de padres del equipo contrario. Me preguntaban cómo podía un niño dejarse quitar la pelota por una niña", relata. En equipos femeninos, en cambio, nunca lo ha vivido. María se aferra a los ejemplos de jugadoras como las del Barça o la Selección Española: "Son mujeres que vienen desde abajo, como nosotras, y han llegado a lo más alto. Eso me motiva". Aun así, es realista: "A día de hoy, vivir del fútbol femenino es muy difícil, ojalá eso también cambie".
María Farfán
María Farfán lleva toda una vida en el Málaga CF. Esta será su duodécima temporada en el club que la vio crecer desde los 13 años y ahora es su capitana. "Desde pequeña, en cuanto veía una pelota, salía corriendo hacia ella", dice con naturalidad. Recuerda cómo, con solo cuatro años, ya pedía a su madre que la apuntara a fútbol. Lo logró a los seis, en la Escuela Ave María, donde entrenaba el Atlético. "Fui la única niña del club durante muchos años, pero nunca me sentí diferente, siempre me trataron como una más", comenta.
Juega de lateral —tanto por la derecha como por la izquierda— y, aunque ahora es una referente para muchas niñas, creció sin tener una. "No había visibilidad del fútbol femenino cuando yo empecé, pero me gustaba mucho Raúl González Blanco por su historia como canterano y capitán", explica. Hoy, cada vez que ve a una niña en un campo, se detiene a mirar: "Me emociona, porque sé lo que cuesta llegar hasta aquí. Aún hay muchas barreras, pero vamos por buen camino".
Sara López
A sus 16 años, Sara López Ortega lleva solo tres jugando al fútbol profesional. Antes, dedicó siete años al baloncesto, hasta que la pandemia marcó un punto de inflexión. "Tuve una mala racha después del covid y necesitaba cambiar de aires, entonces me enteré de que mi vecino, que es el presidente del club, había montado el CFF Malagueña. Me animé a probar y me enganché", cuenta con una sonrisa. En su club encontró más que un equipo: "Las niñas eran muy acogedoras desde el primer día, sentí que pertenecía".
Desde entonces ha ocupado múltiples posiciones en el campo, aunque se siente más cómoda como lateral derecho. A Sara le ilusiona ver cómo, poco a poco, el fútbol femenino gana terreno: "Cuando empecé había muy pocos equipos en infantil, pero ahora hay muchos más, aunque aún falta mucho por hacer. Ojalá algún día se le dé al femenino la misma visibilidad y valor que al masculino". A pesar de que ve difícil llegar a dedicarse a ello, mantiene el sueño vivo. "Siempre está ahí, aunque sé que es complicado, pero me quedo con lo que me hace sentir este deporte".
Marina Martínez
Para Marina Martínez, el amor por el fútbol nació desde la grada. Su padre, forofo del Málaga, la llevaba desde pequeña al estadio. "Teníamos el abono, coleccionaba cromos, lo vivía desde casa. Siempre ha sido mi mayor afición", cuenta. Aunque intentó jugar en el colegio, no salió adelante el primer equipo femenino. Solo fueron tres niñas, así que siguió jugando en los recreos con los niños, era "la única niña". Ya adulta, al volver de trabajar en Sevilla, su pareja jugaba en el Cándor —en Mijas— y eso la impulsó: "Me dio envidia sana. Pensé: ¿por qué no cumplir por fin ese sueño?".
"De pequeña, me ponían siempre de portera. Era lo típico por ser la única niña, pero me valía con estar en el campo", dice. Ha alternado entre fútbol 7 y fútbol 11, entre equipos federados y amateur, pero siempre ha tenido claro que el fútbol es su refugio. Marina también ha vivido los comentarios hirientes: "Siempre se escucha algún comentario, o a lo mejor la típica broma de 'uy, casi', porque a lo mejor lanzas el balón lejos y parece que los hombres nunca lo hacen. Esas cosas muchas veces se notan en la actitud de los niños, sobre todo". Hoy, a sus 31 años, dirige su propia agencia de comunicación mientras lo combina con el deporte.
Carla Sánchez
Carla Sánchez tiene 19 años y juega en el centro del campo. Su historia con el fútbol empezó con apenas tres años, cuando veía jugar a su hermano y sentía que ella también quería estar en el campo. "Jugaba con él cuando tenía tres años, hasta que le dije a mi madre que yo me quería apuntar a un equipo y empecé con el del colegio un poco más tarde", recuerda. Aquel impulso la llevó a estar muchos años en el Málaga CF y, más tarde, en el Benamiel, donde continúa su carrera.
Aunque su camino comenzó rodeada de niños —"yo era la única niña del equipo"—, asegura que no sintió rechazo directo en su equipo. "Nunca me han llegado comentarios de ‘tú no puedes jugar por ser niña’", explica. Aun así, sí recuerda que en el parque, algún niño llegó a decirle que era "mala por ser niña". Hoy, Carla mira atrás con orgullo y mira hacia delante con claridad: quiere dedicarse profesionalmente al fútbol y lo compagina con el grado de Deporte. "El fútbol femenino ha evolucionado un montón. Lo que está haciendo la Selección Española está ayudando a que la gente lo vea más y lo respete más".
Cristina Medina
Cristina Medina tiene 28 años, es extremo derecha y ha pasado por clubes como el Málaga, Córdoba, Cacereño o el Real Unión de Tenerife, y ahora juega en el Benamiel. Comenzó a jugar al fútbol cuando apenas sabía andar. "Desde que empecé a andar tenía un balón en los pies, nací con esa pasión", dice. Empezó en el Malaka, un club de barrio malagueño, jugando con niños porque, en aquel momento, no existían equipos femeninos de su edad. A los 13 años ya estaba firmando con un club y desde entonces no se ha bajado de los terrenos de juego.
Nunca se sintió discriminada por sus compañeros, pero sí por algunos padres desde la grada. "Cuando le metía un gol a un niño o hacía un regate, se escuchaban cosas como ‘te ha metido una niña’ o 'vete a fregar los platos'. A mí no me afectaban, pero tener que escuchar eso, o que lo escuche tu familia, no es agradable", confiesa. A pesar de ello, ha seguido luchando. Vivió del fútbol semiprofesional durante años —con alojamiento y una pequeña paga—, pero hoy trabaja como dependienta en la tienda del Málaga. "He tenido ofertas, pero el sueldo de un trabajo no me lo da el fútbol. Aun así, sigo jugando porque no lo puedo dejar, es parte de mí".
Sofía Castro
Sofía Castro tiene solo 14 años, juega de mediapunta en el CFF Malagueña y vive en el centro de Málaga. Su historia con el fútbol comenzó desde pequeña, aunque no pudo apuntarse a un equipo hasta los 10 años porque los fines de semana su familia viajaba fuera. "Siempre me había gustado, pero mis padres no podían apuntarme hasta que al final, con 10 años, lo conseguí, y desde entonces no he parado de jugar", cuenta.
Sofía sabe bien lo que significa ganarse el respeto en el campo. "Cuando jugamos en las pistas con niños, se piensan que no sabemos jugar. Luego, cuando lo hacemos, se sorprenden", dice con una sonrisa. Tiene como referente a Aitana Bonmatí, porque juega en su misma posición, y asegura que su sueño es ser futbolista profesional. "Ha pegado un boom el fútbol femenino y me alegra muchísimo, a todas las chicas que tengan miedo por lo que dirán, les diría que no se paren. Si te gusta, vete a por ello, es lo mejor que puedes hacer", añade.
Daniela Muñoz
Daniela Muñoz tiene 14 años, es lateral derecho e izquierdo en el Portada Alta y vive en Ciudad Jardín. Desde muy pequeña ya pateaba pelotas en casa: "Tenía tres años y mi padre me daba pelotas para jugar, le daba mucho con los pies", recuerda. Fue creciendo y el interés no solo no desapareció, sino que se intensificó: "Cuando veía jugar a Cristiano Ronaldo, quería ser como él. Me federé porque quería llegar a algo".
Pero su camino no fue fácil. "De pequeña, a lo mejor me decían que me fuera a limpiar, que no servía", confiesa. Aunque entonces no se lo tomaba muy a pecho, admite que sí le marcó. Hoy, sin embargo, afirma que ese tipo de comentarios ya no los recibe. Ha jugado en equipos mixtos como Sagrada Familia o Portada Alta y se siente parte de una generación que ha vivido el cambio. "Ahora hay más accesibilidad para que una mujer pueda ser futbolista, a mí me encantaría dedicarme profesionalmente. Tengo de referente a Athenea del Castillo", sostiene.
Sarah Koernig
Sarah Koernig tiene 32 años y ha sido hasta ahora la capitana del PFC Cártama, el único club de la provincia compuesto exclusivamente por equipos femeninos. Nació en Benalmádena y su pasión también empezó en la calle. Pero su vida futbolística cambió de rumbo una noche de 2002. "Fue ver a Zidane en la final de la Champions, ese gol de volea… tan perfecto, tan elegante. Me dejó hipnotizada", confiesa. En aquel instante comprendió que el fútbol podía ser algo más que un juego, "una forma de arte". Desde entonces quiso jugar con esa misma magia, con ese mismo fuego por dentro. Y lo hizo: incluso pasó por clubes de Tercera División en Alemania antes de regresar a Málaga.
Sarah no oculta que su camino ha estado lleno de obstáculos. "Desde comentarios ofensivos por jugar, hasta entrenar con material viejo o en horarios pésimos. Todo eso te hace sentir que tu esfuerzo vale menos", denuncia. Aunque matiza: en su actual club la situación ha cambiado. "Nos tienen como prioridad, eso pasaba en épocas anteriores", subraya. Y cuando se trata de referentes, lo tiene claro: Megan Rapinoe, por "su talento y por lo que representa fuera del campo: igualdad salarial, visibilidad, derechos LGTBIQ": "Me inspira su valentía, su forma de no callarse". Para Sarah, como para tantas otras, el fútbol no es solo deporte: también es lucha, identidad y posibilidad de transformación. Y en ese campo, ella juega con el corazón por delante.
Iria Sigüenza
Con casi 14 años, Iria Sigüenza Peña lleva el fútbol en la sangre desde muy temprana edad. "Siempre me gustó jugar al fútbol porque siempre jugábamos al balón cuando era pequeña", cuenta con la naturalidad de quien ha crecido corriendo detrás de una pelota. Nacida en un pueblo de Antequera, comenzó su aventura futbolística en un club de chicos, el único camino posible en aquel momento, porque "no había nada más" en su entorno. Desde los seis años hasta el año pasado compartió equipo con sus amigos, aprendiendo, disfrutando y sintiéndose una más en el campo. "Fue muy bien porque eran mis amigos y jugábamos muy bien, nos llevábamos todo muy bien", recuerda con una sonrisa.
Ahora juega en el Club de Fútbol Femenino Malagueña, dando el salto al fútbol femenino sin perder la ilusión de sus primeros días en los parques y en el campo de su pueblo. Aunque no tiene una referente clara, juega porque le gusta, y disfruta cada entrenamiento y cada partido como un momento para seguir creciendo. Sobre su futuro, habla con claridad: "Ahora mismo quiero estudiar para la Policía, pero no sé, ya veremos si cambio de opinión o no para dedicarme a jugar". Para Iria, el fútbol femenino está en pleno auge porque "el nivel está aumentando": "También se puede seguir por la tele y hay mucha gente más que lo ve". Sus palabras reflejan la confianza de una generación que ha crecido viendo cómo el fútbol de mujeres deja de ser invisible para ocupar el lugar que merece.
Patricia Núñez
Patricia Núñez también tiene 32 años y descubrió el fútbol como tantos otros: en la calle, en cumpleaños, en fiestas improvisadas donde el balón rodaba entre risas. Pero no fue hasta los 17 años cuando dio el paso de federarse. "Siempre lo he visto en la tele, me ha gustado mucho ver fútbol, los partidos, los estadios…", recuerda. Fue una amiga la que la animó a unirse a un "equipito muy chuli" donde empezó a jugar fútbol sala y fútbol 7 antes de dar el salto al 11. Aquella decisión, casi casual, le cambiaría la vida. Porque aunque una lesión –una semi-rotura del cruzado– la obligó a colgar las botas, el fútbol no terminó para ella. Siguió como entrenadora y, más tarde, como coordinadora.
Hoy lidera el equipo sénior femenino de su club, el Cándor, al que ha logrado ascender esta temporada de Tercera a Segunda Andaluza. "Empecé con niños y niñas pequeñitas y ahora llevo dos años con el primer equipo", cuenta con una mezcla de orgullo y responsabilidad. Pero no olvida las barreras. "¿Una entrenadora? ¿No tendrá casa? ¿Qué hacéis aquí las mujeres?", eran frases habituales. Aunque admite que la visibilidad ha mejorado gracias al éxito de la Selección Femenina y a figuras como Alexia Putellas o Aitana Bonmatí, advierte que aún hay desigualdad. "Hace 10 años desde la grada se decía de todo… eso ha cambiado, pero aún hay zonas donde ni siquiera hay equipos femeninos", reclama. Para ella, lo más esperanzador es ver que las niñas de hoy ya tienen ídolos claros y referentes visibles: "Yo no los tenía. Ahora las niñas sueñan con ser como Aitana, y eso lo cambia todo".
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