El oro: receta anticrisis
Los luminosos de compraventa de oro han proliferado en los últimos tres años con motivo de la situación económica
La crisis se ha convertido desde hace tres años en el instrumento más eficaz para que las empresas destinadas a la compraventa de oro incrementen sus ganancias, al tiempo que los particulares obtienen una liquidez inmediata, con el fin de hacer frente a un bache económico. No siempre ha estado de moda, pero ahora su finalidad parece más que evidente: obtener la máxima rentabilidad económica. Y es que los luminosos que rezan eslóganes del tipo "Compro y vendo oro" han proliferado en los últimos años en la capital malagueña.
La satisfacción es casi idéntica en la mayoría de las tiendas de compraventa consultadas por Málaga Hoy. Todas ellas coinciden en destacar el espectacular crecimiento que su negocio ha experimentado desde que se recrudeciera la crisis, como explica Carmen, empleada de un punto de venta ubicado en Carretera de Cádiz: "Son muchos los que rastrean entre sus alhajas para buscar algún beneficio, aunque sea de un pendiente suelto".
Desde jóvenes que rompen con sus parejas y acuden para vender sus anillos de compromiso, hasta infractores de tráfico que se ven obligados a pagar multas de 800 euros. Pero la necesidad de llegar a fin de mes no es la única razón para empeñar los objetos de valor. Ejemplo de ello es el caso de Virginia. "Mi marido y yo queremos renovar el carné de socio del Málaga, por lo que voy a vender muchos de los anillos que ya no uso. He calculado un reembolso de aproximadamente 500 euros", comenta.
Trabajar con oro exige fuertes medidas de seguridad. Así, todas las piezas que llegan a las tiendas se registran en un libro, donde se incluyen los datos personales de quienes se desprenden de las joyas, que permanecen embargadas 15 días y se acompañan además de una foto. Semanalmente, los encargados facilitan estos documentos a la Policía Nacional, con el fin de controlar que los objetos no hayan sido robados.
TASACIÓN
El procedimiento es el mismo en cualquier tienda de compraventa de oro. Al entrar, el cliente se encuentra con una mampara de cristal blindado. Detrás le atiende un tasador que se encarga de comprobar con un ácido si el metal es de 18 quilates. El hecho de que la marca no desaparezca es la garantía de su originalidad, por lo que el paso siguiente es pesar la joya en una báscula electrónica y tomar nota de los datos del vendedor. El coste por gramo oscila estos días entre los 25 y los 28 euros, pero varía en función de las cotizaciones en el mercado. El requisito principal, ser mayor de edad, aunque cada tienda impone sus propias normas. "Intentamos no comprar joyas rotas u otras en las que se hayan borrado grabados o elementos que las identifiquen, como es el caso de las alianzas", destaca Carmen, que regenta uno de los comercios que decidió hace un par de meses vincularse también a la industria del metal dorado.
Equipada con tres cámaras de videovigilancia, sistemas de alarmas con detectores y varias cabinas individuales para la negociación, la empresa Mr Gold destaca como una de las más sofisticadas en esta materia, según ha podido comprobar este periódico. El coordinador general de la franquicia, que cuenta con unas 45 tiendas de compraventa de oro en España, Juan José Machuca, subraya que el incremento desde hace tres años ha sido "exponencial", tanto en número de locales como en lo que a volumen de negocio se refiere. Así, en 2009 la facturación fue de 10 millones de euros. En el caso de 2010, las ventas se situaron en 67 millones, mientras que el año pasado se cerró con un total de 103 millones. El éxito es tal que la firma se ha propuesto aumentar su presencia en el resto de España y alcanzar en el próximo año unos 150 comercios.
Las operaciones más relevantes se producen a principios y finales de cada mes, máxime cuando los que acuden en busca de reembolsos inmediatos son desempleados a los que se les ha acabado la ayuda extraordinaria de los 400 euros.
La cotización del oro se alimenta de la incertidumbre. De ahí que la mayoría de los tasadores coincidan en la necesidad de venderlo antes de que su valor se desplome de nuevo. "Ahora es el momento de invertir. El gramo ha llegado a estar en 31 euros, pero en unos días puede dar un bajón", explica Eva, empleada de otro establecimiento.
COMPETENCIA
En la capital malagueña, el negocio del metal amarillo se concentra, sobre todo, en la zona centro, concretamente en la tradicional calle Carretería, donde en apenas cien metros la cifra de locales dirigidos a la compraventa de esta materia prima supera la veintena. La competencia es notoria. Y es que en el mismo tramo de acera cada mañana coinciden entre 10 y 15 captadores de clientes, que cobran una comisión por cada persona a la que acompañan hasta el establecimiento para vender sus joyas. Juan Carlos Vélez es uno de estos comerciales: "Hace unos días conseguí hacer una compra de 10.000 euros. En otra ocasión conocí a una familia que reunió todas las alhajas que tenía en su casa, las cuales superaron los 800 gramos", recuerda. Una vez que las tiendas disponen de las piezas, éstas son vendidas a empresas mayoristas especializadas en oro, que se encargan de fundirlo.
INTERESES
La mayoría de las casas ofrecen a sus clientes la posibilidad de recuperar los objetos de valor empeñados. En tal caso, cuenta Paloma, trabajadora de otro negocio del sector, se cobra un interés según el periodo transcurrido, que puede ser de uno (10 por ciento), dos (15 por ciento) o tres meses (20 por ciento). Si una vez que finaliza el plazo el particular no ha recogido su propiedad, tiene la opción de renovar el contrato por otro trimestre pagando un 5% más. "Mucha gente pide que no se pierdan sus joyas porque tienen un valor sentimental", resalta la responsable del local.
Pese a las cifras positivas registradas por los comercios, algunos responsables evitan caer en el optimismo. Uno de los captadores que suele invitar a los viandantes a entrar en sus tiendas alerta de que el oro se está acabando, "ya que la gente ha vendido casi todo el que tenía". Ahora, la tendencia es empeñar piezas que, después, pueden recuperarse, mientras que antes los particulares preferían desprenderse de mayores cantidades.
Nuevas recetas para contrarrestar los efectos de la crisis.
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