"Nada perjudica más que dar todo sin exigir un esfuerzo"
ARACELI LÓPEZ RÚA. TRABAJADORA SOCIAL
Cuestiona el 'güenismo' de individuos e insituciones que resuelve necesidades inmediatas pero deja intactas las cadenas que atan los individuos a la marginalidad
Araceli López Rúa es clara, valiente y políticamente incorrecta. Dirige el programa de rehabilitación y reinserción del Centro de Acogida de San Juan de Dios. Alude una y otra vez a los chicos: hombres de diferentes edades, origen social, perfil y formación que acabaron en la calle y ahora tratan de reconstruir sobre los trozos de aquella vida rota otra nueva. La entrevista concluye sorpresivamente con ellos. Conmueve la naturalidad con la que hablan, la sinceridad dramática y abrumadora de quien tocó fondo y ahora nada contra corriente en dirección a la orilla. Han debido de aprender a reconocerse en los errores y a perdonarse después. El programa, que se mantiene sin subvenciones, comenzó en 1993, solo dos años después de la apertura del centro, que el próximo 4 de marzo celebra en el Museo Thyssen su 25 aniversario.
-¿Por qué acaba una persona en la calle?
-Después de conocer a los chicos me di cuenta de que son muchas las variables. Están las políticas sociales inadecuadas porque nada perjudica más a una persona que darle todo a cambio de nada, sin que tenga que hacer un esfuerzo para poder proyectar su vida. Tampoco podemos olvidar las decisiones irresponsables. Yo creo que esta segunda parte la obviamos muchas instituciones porque trabajamos el güenismo, en lugar de la promoción del ser humano. Para trabajar la promoción del ser humano antes tienes que enfrentarlo a una realidad, tiene que objetivizar su problema y reconocer a dónde ha llegado.
-¿Güenismo?
-Yo lo digo así, con g. Yo digo cosas que no gustan a mis compañeros... Digo que algunas veces hacemos tareas sociales de ayuda para ayudarnos a nosotros mismos, porque necesitamos aprobación, alimento psicológico, consideración, afecto, cercanía, calor humano y a veces en los voluntariados se busca eso.
-¿Existe el consumidor de servicios sociales?
-Creo que la mayor pobreza es esa que nos hace pobres hombres. Me explico. Nos llega gente con una pensión buena. Me refiero por ejemplo a 1.500 euros. Vienen el 7 o el 8 del mes y se lo han gastado todo. En ese momento esa persona es un marginado sin hogar, pero nosotros tenemos que enseñarle a vivir con los 1.500 euros, enseñarle a administrarse, ver por dónde le falla la autonomía. Si esa persona va a un sitio sin profesionales, de puertas abiertas para todo, lo haces un esclavo para siempre.
-Nadie habla en estos términos.
-Claro, políticamente no es correcto. No da votos. Podría hablarte de infinidad de casos. Hace muchos años vino un chico. Traía el pelo quemado, una puñalada en un pie y pedía leche para su hija. En vez de quedarnos en su demanda indagamos más. No era difícil ver que había consumo de drogas, empezamos a descubrir que tenía otra vida y otro mundo, que tenía capacidad y potencial. Había pasado toda su vida en los antiguos reformatorios en Torremolinos y después en prisión. Se había casado con una novia que tuvo en la cárcel, tuvo un niño, pero la pareja lo echó a la calle porque no podía con él. Ahora lleva 22 años rehabilitado, ha creado una pequeña empresa porque empezó con su mujer a limpiar y llevar el mantenimiento de locales y llegó un momento en que no podían solos... Imagina si aquel día no descubrimos cuál era su necesidad real. Otra vez llegó un señor de Asturias pidiendo una ducha y una comida. Es algo que no puedes negar, pero a veces negarlo es bueno.
-¿Sí?
-Pensemos. Si estuvo tres meses sin ducharse, tres meses y un día qué más da. Vi que el problema no era la ducha, sino cómo estaba aquel ser, lo terrible que traía en su cara. Le puse una serie de excusas, pero le ofrecí el albergue para dormir y le dije que podía ducharse allí. Él, que venía tan distante, tan introvertido, dijo que no. Seguí hablando y hablando... Conseguí que se quedara esa noche. A la mañana ya era más abordable. Ya no era tan esquivo, tan distante y así un día y otro día hasta que me fui ganando su confianza. En los temas sociales lo que nos interesa siempre es la red social, cómo esta persona se rompió, así que cuando ya pude le pregunté por su familia. Me dijo que se lleva fenomenal con ellos...
-¡Qué extraño!
-Aquel hombre había tenido una tienda de pinturas y había sufrido un accidente de coche grave. Mientras estaba de baja la tienda no funcionaba porque su mujer no conducía ni tenía fuerza para mover los bidones de pintura, de modo que él le ayudaba, pero le hicieron una inspección y lo arruinaron. Él se dijo que antes de ver a su familia arruinada se moría. ¿Cómo hacerlo? No tomar la medicación para la enfermedad de corazón que padecía e irse. Estuvo tres meses comiendo en la basura.
-¿Son excepciones?
-Nosotros tenemos aquí a gente trabajando que en su día se rehabilitó. El responsable de mantenimiento, los dos auxiliares de la noche, un auxiliar de clínica, el abogado que lleva el voluntariado y la labor solidaria , y otro hombre que aquí [muestra el móvil] aparece en fotos con el presidente de Colombia y su mujer.
-¡Qué me dice!
-Era adicto al alcohol. Hace años la orden decidió crear centros de empleo. El primero fue una lavandería en Alcalá de Guadaíra. Llamé al hermano que la llevaba y le pedí que lo empleara porque iba a ser bueno para la orden y para él. Respondió tan bien que acabó siendo el responsable del centro, con 54 deficientes mentales trabajando allí. Estuvo varios años, hasta que se casó con una chica colombiana y se fueron a Colombia. Su antiguo jefe, al que él había firmado cheques falsos, al que había robado y al que luego había pedido perdón y quiso devolver lo que le debía, se hizo bienhechor del centro de Alcalá de Guadaíra y al irse a Colombia le proporcionó el aceite y el vino para todos los makros de aquel país... Ahora tiene allí una empresa.
-¿Qué porcentaje de rehabilitación se consigue?
-Dicen que solo el 22%.
-¿Dónde está la clave del éxito o del fracaso?
-Creo que no es muy diferente a lo que puede ser un hogar familiar. Está en encontrar lo que necesita una persona y no verbaliza. Muchas veces dan información implícita. Cómo puede hablar libremente alguien cuando lo que piensa de él..., y me acuerdo ahora de la reflexión de un chico que decía no merecer la felicidad porque siendo chiquitito su madre lo abandonó. Cómo esa persona puede estar segura de sí misma, tener esa fortaleza, esa resiliencia para afrontar su vida. Creo que el éxito está en sentir ayuda, seguridad, firmeza, en ser valorados y entendidos.
-Pero siempre exigiendo.
-Siempre. La mejor ayuda se la dan ellos mismos. Tú puedes iluminar o conducir, pero ellos son los artífices de su vida, de su rehabilitación, promoción y progreso.
-¿Cómo se transita por este borde del alma humana, cómo se resiste personalmente?
-Me ha pasado como con mis hijos. Cuando me equivocaba con ellos tenía remordimientos, hasta que llegó un momento en que me dije: si esto lo he hecho con todo el amor del mundo, ¿por qué me voy a culpar? Pues aquí igual.
-¿No se lleva la desazón a casa?
-Muy poco. Es que a mí esto me da mucho porque tienes que amarrarte los machos, tienes que entender al otro, tienes que ponerte en su lugar, tienes que ser honesta, no puedes fallarles...
-Después de todo lo que ha visto, ¿qué opina sobre la regulación y el acceso a las drogas y el alcohol?
-Me importan poco las drogas y el alcohol. Me importa esa persona cuando toma las decisiones en su vida. Si la persona sabe decir que no, si sabe pedir ayuda, si tiene un proyecto de vida, si es capaz de llevarlo adelante... entonces, si las drogas están ahí no importa.
-¿Cómo llega al Centro de Acogida de San Juan de Dios?
-Me entusiasmó la labor hospitalaria de los hermanos de San Juan de Dios, cómo ven las cosas en globalidad. No la ayuda puntual y asistencial de la comida, el alojamiento o la higiene, que es lo que podría pensar uno que satisface las necesidades de los marginados sin hogar. Ellos siempre fueron más allá, a descubrir qué lleva a la marginalidad. Por eso se creó este centro. Al principio era para el programa de rehabilitación. Después la experiencia nos fue diciendo que hacían falta otros recursos para trabajar con el potencial de la persona, un lugar donde tuviera un referente, un ambiente familiar... Nosotros tenemos hombres que de niños estuvieron en instituciones y otros que han tenido una familia estructurada. Podemos tener una persona que apenas sabe leer y escribir y hoy mismo está en la última fase de rehabilitación un licenciado en Filosofía y Letras.
-Todos tienen en común venir de la calle.
-Todos. Nosotros solo podemos trabajar con gente que está en la calle.
-El programa comienza aquí, en el centro.
-Sí. Las fases son acogida, comunidad y reinserción. Las dos primeras se hacen aquí. Tienen construir una red social más amplia, buscar amigos y acceder al mundo laboral siempre apoyados por nosotros. La mejor lección es la de ellos mismos, cómo están, cómo trabajan, cómo lo viven. A nosotros nos interesa mucho porque una persona solo puede estar bien cuando se convierte en un ser libre. Cuando está en la calle es la persona más esclava del mundo. Es esclava de todo porque no puede tomar elección por nada. Después pasan a un piso donde lo único que hacemos nosotros es tutorizar. Saber si están bien, si llevan a cabo tanto la higiene, como el horario o la alimentación...
-¿Cuántas personas hay en la primera?
-Hay 12 plazas pero, bueno, ahora hemos incluido a una persona más.
-¿Y en la fase de inserción?
-Ahí depende. Son los que llegan, los que superan la primera fase. Muchos se quedan por el camino.
-El servicio de Puerta Única, que pone a todas las instituciones en red, ¿ha sido útil en esta trayectoria?
-Mucho. Empezamos San Juan de Dios, el comedor social y Cáritas porque aprendimos de Valencia. Nosotros hacíamos de puerta única y las otras instituciones nos mandaban personas. Luego se unió el Ayuntamiento. Al principio los servicios sociales en el Ayuntamiento lo que hacían era callar bocas y se acabó. Hoy ya parece que trabajan de otra manera.
-¿Cómo es su relación con los religiosos de la orden?
-Fenomenal. Lo que más me ayuda es que me dejan totalmente libre para tomar decisiones.
-¿Y su relación de 28 años con Málaga?
-Magnífica. Soy gallega, tengo la idiosincrasia del gallego y nunca renunciaré a mi tierra, pero para mí hoy mi ciudad es Málaga. Es la ciudad de mis hijos y mis nietos. La defiendo a capa y espada.
-Han sido años de cambios y transformación.
-Mucha y para bien.
-Porque en a finales de los 80 era una ciudad dura.
-Sí. ¿Sabes que me sorprendió cuando llegué? El analfabetismo. En Galicia no se suele dar aún en aldeas remotas. Yo soy de un pueblecito de Orense y la mayor parte de los padres emigraban para que sus hijos estudiaran.
-¿Cree que todavía falta aquí dar más valor a los estudios?
-El turismo creó empleo fácil, es verdad, pero también ha tenido la ventaja de no dispersar a las familias. De todas formas yo trabajo con jóvenes en el programa de rehabilitación y son chapó. Son un psicólogo, un trabajador social y un integrador social. Son tan meritorios, tan formados, luchan tanto... Fíjate en nuestro trabajo, con gente de la calle que ha corrido mil historias, que sabe mil manipulaciones, que ha tenido problemas con la justicia, que ha llevado vidas duras y conectan con ellos desde los valores de una forma ex traordinaria.
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