¿La procesión no iba por dentro?

Mientras transcurre la Cuaresma, cabe reparar en la capacidad de no pocas hermandades para renombrar rincones de la ciudad y coronarlos con imágenes de sus titulares a placer · Una iniciativa urbana defiende el carácter cosmopolita de Málaga frente a estos privilegios · ¿Quién pone el coto?

La calle Coronel pasó a ser el Pasaje de Nuestra Señora de los Dolores de San Juan en 2006. Y con un bonito azulejo, contra las dudas.
La calle Coronel pasó a ser el Pasaje de Nuestra Señora de los Dolores de San Juan en 2006. Y con un bonito azulejo, contra las dudas.
Pablo Bujalance

Málaga, 05 de marzo 2010 - 01:00

Lo bueno (vale, una de las cosas buenas) de la Semana Santa es que, conforme se aproxima, suscita debates y polémicas casi todos los años sobre los espacios públicos y privados, los derechos de los cofrades y de aquéllos a quienes la Pasión no les suscita interés ni emoción alguna, más allá de unos días de asueto. Estos días, mientras la Cuaresma surca el tránsito entre un invierno de atípica dureza y una primavera que se las ve y se las desea, las hermandades ultiman su proverbial y barroca puesta en escena y despliegan todo el poderío de que son capaces, que no es poco. Ayer mismo, la plana mayor malagueña se dio cita para inaugurar el Museo de la Semana Santa. Y hasta el Ayuntamiento ha tenido que transigir y permitir a las bandas ensayar en la calle. En fin, que a quien no le guste lo tiene crudo. Lo cierto es que el calendario manda, y después del Miércoles de Ceniza y la asignación cristiana de la culpa primigenia resulta legítimo y deseable que una expresión religiosa y cultural de tal calibre salga a la calle. Pero una cuestión diferente es la capacidad que demuestran algunas de esas mismas hermandades y cofradías, no pocas, situadas en ámbitos de decisiva influencia social y política, a la hora de renombrar a placer significativos rincones del centro histórico y coronarlos con perennes imágenes de sus titulares, mediante placas, azulejos y otros bellos ornamentos.

Viene todo esto a cuento por una iniciativa ciudadana cuya reclamación al respecto encontré en mi correo electrónico, abandonado a su suerte después de unos días de descanso. Un grupo de personas ha escrito un sensible manifiesto sobre esta "insaciable sed de algunas hermandades" y se dispone, tras la próxima presentación al alcalde, a iniciar una campaña de recogida de firmas para exigir que se ponga límite a las "renovaciones" promovidas, y conseguidas, desde estas agrupaciones. Las personas a las que me refiero no son indocumentados usuarios del berrinche ni vulgares inexpertos: arqueólogos, historiadores y profesores universitarios (hasta que se haga público y oficial el asunto prefieren el anonimato) alertan de que "la disposición sobre algunas fachadas rehabilitadas de placas que redundan en la presencia cofrade y los cambios de nomenclátor histórico son ejercicios contrarios a la tradición popular malagueña, donde la devoción ha sido privada y la imaginería se ha localizado en zaguanes y portales, al interior de las casas".

Los ejemplos abundan: en cuanto a imágenes de tallas, el manifiesto destaca la placa del Cristo de la Esperanza en la Plaza de la Constitución y el azulejo del Cristo de la Sentencia en la que casa que hace esquina entre las calles Granada y San Agustín. Entre las vías renombradas, se señalan el tramo de la calle Gaona rebautizado bajo la advocación de Plazuela del Santísimo Cristo de la Sangre, la Plaza de Jesús El Rico que borra la denominación de la muralla y del hospital y convento que allí existieron bajo el lema Muro de Santa Ana, el Pasaje Nuestra Señora de los Dolores de San Juan que sustituye a la calle Coronel, y hasta la Plaza de la Virgen de las Penas en detrimento del Arco de la Virgen de la Cabeza. En nada se oponen los impulsores a que las calles que carecen de nombre previo adopten esta imaginería; pero sí defienden "el carácter cosmopolita de esta ciudad, donde ha habido forasteros con barrios propios desde el medievo y que se forjó en el respeto, en el ejercicio de una religión interiorizada, donde los signos piadosos públicos quedaban circunscritos a las fechas de solemnidad, con unos caracteres coincidentes con una presencia determinante de una sociedad civil".

No sé si ese sentido erasmista del cristianismo prendió en Málaga con tanta eficacia. Pero sí sé que la memoria sentimental se alimenta de las calles y de sus títulos. ¿Qué quedará de los viejos arcos, muros y puentes? Ni sus nombres. Pero la fe, ay Dios, es contraria al prestigio.

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