Balcón de notables

"No hemos querido tener el museo con más cuadros, sino el más entrañable"

  • Vinculada a la cultura de la ciudad por herencia paterna, la quinta hija de Juan Temboury entró a formar parte del Picasso por recomendación de Christine, la nuera del artista, "una mujer con las ideas muy claras"

Se pasea por el Museo Picasso Málaga con la tranquilidad de quien se sabe en casa. Y su sonrisa dibuja una bonhomía capaz de desarmar cualquier protocolo. María Paz Temboury Villarejo se siente parte de dos familias: la que le impone su apellido y la que hace ocho años consiguió hacer del Palacio de Buenavista un espacio "entrañable" donde respirar Picasso. "Aunque yo soy solo un pequeño grano de arena, eso ponlo", insiste risueña. La quinta de los siete hijos de Juan Temboury -mecenas de la cultura y el comercio en la ciudad- recuerda a sus 73 años con total lucidez la "lucha" de un hombre, su padre, por hacer de Málaga una próspera urbe cultural. Con añoranza y orgullo evoca junto a una taza de café la mejor herencia de su progenitor: una entrega a las Bellas Artes como motor de vida.

-¿De dónde le vino a su padre esa devoción por la cultura?

-Mi padre desde que fue director provincial de Bellas Artes, y mucho antes de la gestión del Picasso, estuvo vinculado al arte. En casa hemos vivido todos sus hijos un ambiente muy cultural. Recuerdo que en los años 30 él escribió un artículo insistiendo en que Picasso era malagueño y que la ciudad debería acoger su obra. Luego en los años 40 escribió otro, pero ese ya no se lo dejaron publicar.

-¿Demasiado crítico?

-No. Simplemente porque hablaba de Picasso. Ya en 1953 escribió otra carta muy bonita en la que le pedía a Picasso que mandara cuadros al Museo de Bellas Artes, quería que tuviera una sala dedicada a él. Picasso no contestó, pero envió a su hijo Paul y a su nuera Christine a Málaga a entrevistarse con mi padre para ver cómo se podía organizar. Pero vinieron de vacaciones y mi padre no estaba. No salió ni en la prensa. Luego Jaume Sabartés vino varias veces y se entrevistó con mi padre. A raíz de ahí mantuvieron una amistad enorme.

-Fue entonces cuando comenzó la famosa correspondencia...

-Se escribían unas cartas anecdóticas cien por cien, muy divertidas. Además mi padre le mandaba a Vallauris, donde vivía Picasso, vino dulce, pasas, mantecados, villancicos... todo lo que le recordara a Málaga. Creo que una vez le mandó hasta chanquetes [risa].

-¿Y aún así Picasso seguía sin responder en persona?

-Sí. Pero cuando Picasso celebró su 80 cumpleaños, mi padre fue a Vallauris, con algunas autoridades de Málaga, pintores, etc. No había forma de acceder a él, y en medio de la calle le pegó un grito: "¡Somos de Málaga!". Entonces él se acercó y los invitó a entrar. Precisamente, de esa visita se cumplen a ahora 50 años. Me acuerdo perfectamente.

-A partir de ahí todo serían buenas noticias...

-Fue entonces cuando Sabartés comenzó a enviar al Bellas Artes de Málaga aguafuertes y libros. Recuerdo que mi padre no le llamaba ni Pablo ni Picasso, le decía "el maestro" y él a mi padre igual.

-¿Y cuándo entró en escena Christine Ruiz Picasso?

-Christine, una mujer inteligentísima y convencida de que Málaga tenía que tener un espacio dedicado a Picasso porque se lo había oído decir muchas veces a su suegro, cogió las riendas e hizo en los 90 la primera donación de cuadros.

-La recibiría con los brazos abiertos...

-Después de la donación yo le escribí personalmente una carta muy emotiva, como hija de Juan Temboury, dándole las gracias. Por lo visto le encantó. Y cuando vino a Málaga para formalizarlo todo me llamó Rosa Torres, me citó con Christine en el Málaga Palacio y me dijo que estaba de acuerdo con la carta y que quería que yo participara en el Patronato, en memoria de mi padre.

-Y hasta hoy...

-Hasta hoy. Las dos cármenes, Carmen Giménez como directora del Picasso y Carmen Calvo como consejera de Cultura fueron importantísimas para este primer empuje.

-Y usted también. Si su padre pudiera ver hoy el Museo Picasso, ¿se sentiría orgulloso?

-Se me saltan las lágrimas cuando lo pienso. Porque sé lo que mi padre luchó por esto y la ilusión que tenía. Pero se murió con 65 años y no pudo verlo. Siempre que vengo lo hago sabiendo que estoy aquí por él. Para mí es un privilegio.

-Como miembro honorífico del Patronato, ¿cómo ha vivido la evolución del Museo Picasso en estos ocho años de vida?

-El museo ha ido in crescendo de una manera fantástica. Y la gente de Málaga y la de fuera han respondido muy bien.

-¿Hay alguna exposición que le gustaría destacar sobremanera?

-Me han marcado varias exposiciones. La inaugural, por supuesto, y luego las que se han hecho de las cerámicas, maravillosas, la dedicada a las mujeres en Picasso... y que no sean de obras de él, la de Sophie Taeuber-Arp, Caminos de vanguardia. A mí, que soy un poco feminista me gustó mucho.

-Por la pinacoteca han pasado tres directores, ¿qué impronta cree que han dejado ?

-Cada director ha aportado lo suyo en su momento. Bernardo Laniado-Romero siguió la línea de Carmen Giménez, y José Lebrero tiene ahora una visión internacional de la pintura y le está dando un empuje diferente.

-La polémica que suscitó la exposición 'Viñetas en el frente' el pasado mes de junio casi provoca la destitución de Lebrero, ¿cómo se vivió desde el Patronato ?

-Hay que entender a Christine. Es una mujer con las ideas muy claras y la cuestión de la guerra le horroriza. Es enemiga de cualquier guerra, no sólo la de España. Cada uno tiene sus vivencias. Ella tiene derecho a tener ese criterio. Es una mujer mayor que ha vivido la guerra muy de cerca. Tenía esa opinión y no todo el mundo estaba de acuerdo. Pero para ella el museo es lo primero. Las asperezas se limaron, no hubo ningún problema y Lebrero lo supo llevar muy bien. Tampoco la exposición fue para tanto.

-¿Que tiene qué envidiar el Museo Picasso de Málaga al de Barcelona o al de París?

- Yo te digo una cosa, a mí me gusta mucho más este. El de Barcelona lo visité hace un año y está muy descuidado, sobre todo el entorno. El palacio es precioso y tiene muchísimos cuadros , pero no tiene el encanto que tiene el de Málaga. El que sea familiar -Christine lo dice siempre- tiene un valor añadido. El de Barcelona sabemos que es del Ayuntamiento y que lo dio el señor Sabartés por su vinculación con la ciudad. Y el de París fue la herencia, lo que dejó al gobierno francés. No tienen nada que envidiar.

-¿Amor de madre?

-Para mí que haya una persona como Christine que haya podido dar ese gran paso tiene más valor que ninguna otra cosa. Nunca hemos pretendido tener el museo con más cuadros del mundo, pero sí el más entrañable, el que se ha hecho con más atención y delicadeza.

-Su padre jugó un papel clave en la reconstrucción de La Alcazaba, ¿lo vivió con la misma intensidad?

-Yo era muy pequeña, pero lo recuerdo muy bien. Desde el principio tuvo un interés enorme, trabajó mano a mano con los arquitectos. Luego se paró la reconstrucción por motivos económicos y después se retomó. Él estaba a cargo de la obra. Y era todo complicadísimo. Recuerdo un día que llegó loco de contento, porque aquello estaba lleno de casuchas de mal vivir y un día dentro de una alacena los obreros encontraron ese arco tan bonito que luce ahora en el patio.

-El Archivo Temboury es hoy uno de los fondos documentales más ricos en Málaga, ¿qué le debe esta ciudad a su padre?

-Precisamente de aquella época de La Alcazaba sacó muchas fotos y de la provincia entera, de sus pueblos, sus iglesias... Mi padre tenía una idea muy clara en todo lo que hacía: tenía que ser para la ciudad. Nosotros éramos siete hermanos y él decía "esto es para que la gente estudie y se forme", ten en cuenta que en aquella época no había universidad. Siempre venía gente de fuera a consultarle, sobre todo relacionado con su biblioteca árabe.

-Y a usted logró formarla en ese principio de cultivar el espíritu...

-Yo quise estudiar Historia en Granada y no pude. Pero lo he vivido tanto que yo es como si lo hubiera estudiado. Los libros que llegaban de Picasso pasaban primero por mi casa y luego mi padre los llevaba al museo. Yo llego a casa de mi madre, que vive todavía, y mientras está dormida veo los libros de mi padre.

-Fue su auténtico maestro...

-Me ha ayudado mucho la cultura que me inculcó. Yo he tenido la suerte de vivir eso con mi padre y mi madre, que apoyó y secundó a mi padre en todo. Le ayudaba a escribir a máquina los artículos.

-¿Entiende Málaga como ciudad cultural?

-Con lo de la capitalidad en Málaga tendríamos que haber hecho más. Se cogió tarde. Todavía no tenemos hecho el Auditorio ni el Museo de Málaga. Pero no sólo fue eso. Ha sido un proceso muy difícil, ni Córdoba lo logró. Yo sabía que iba a ser San Sebastián.

-¿Es usted experta en Picasso?

-Eso es lo que yo quisiera, ser experta en Picasso [risas]. Pero hay muy poca gente que lo sea.

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