El respeto necesario para enseñar día a día

La Junta regulará la protección del profesorado mediante una Carta de Derechos · Docentes cuentan sus experiencias

Alumnos de 1º de ESO del instituto Torre Atalaya atienden a su profesora de Lengua.
Alumnos de 1º de ESO del instituto Torre Atalaya atienden a su profesora de Lengua.
Cristina Fernández / Málaga

16 de noviembre 2009 - 01:00

Mercedes Moreno, profesora de Francés del instituto Torre Atalaya, cuenta que su hermano estuvo amenazado de muerte por sus alumnos, adolescentes en un pueblo de Cádiz que llevaban encima incluso armas. Por fortuna, son casos aislados y el curso pasado no se produjeron en Málaga casos significativos de agresiones graves a profesores. No obstante, la violencia en las aulas, ya sea a docentes o entre iguales, es algo que preocupa a la comunidad educativa y el nuevo reglamento de organización de Centros quiere hacer especial hincapié en ello.

Este fin de semana la consejera de Educación, Mar Moreno, ha vuelto a anunciar en Málaga que su administración regulará la protección del profesorado mediante una Carta de los Derechos del Profesorado y una completa regulación sobre las garantías de los mismos. Mientras sale adelante esta herramienta para luchar contra conductas indeseables en la escuela, los maestros han de luchar día a día por ganarse el respeto de unas aulas que son el puro reflejo de "los problemas que hay en la calle", como considera el director del IES Portada Alta, Antonio Marfil.

"Al mismo tiempo que cambia la sociedad, se modifican las relaciones en el centro y los niños, si les pides que recojan un papel que han tirado, te contestan: eso no me lo dice ni mi padre, y es verdad, la familia no le corrige esas conductas", dice Marfil. Su centro cuenta con más de 550 alumnos y 25 grupos en los que, "como la vida misma, hay momentos buenos, otros incómodos, situaciones complicadas, desajustes y conductas que pueden impedir el trabajo normal del docente y los alumnos", afirma.

En su centro parten de la siguiente idea: "Hay que hacer frente el conflicto porque existe, lo que se intenta es atajarlo", subraya el director. Por ello, su centro tiene medidas implantadas como el aula de convivencia, un espacio de reflexión para aquellos adolescentes que causan verdaderos problemas. "Aunque el profesor tiene que tener mucha mano izquierda, hay momentos en los que el problema se agudiza y deja la clase parada", relata Antonio Marfil. En ese momento el docente escribe en "la hoja amarilla" lo que ha pasado y el alumno se saca de clase para asistir al aula de convivencia, en la que "se le atiende de manera individualizada". En este espacio se intenta que el alumno "comprenda que su conducta es una falta de respeto".

Para este director, los casos más graves que ahora encuentran es el ciberacoso, aunque "no son generalizados". Y su centro tan sólo ha vivido un par de casos de agresión grave que necesitaron el cambio de centro de los estudiantes. "La educación se universaliza en un mundo muy complejo, la televisión es cada vez más soez, hay menos valores, si la sociedad volviera al respeto y la tolerancia, también lo haría la escuela", asegura Antonio Marfil. Pero este es un trabajo lento y mucho menos visible que impulsar una carta de derechos, un documento que aunque no solucione un problema mucho más profundo como consideran algunos, "todo lo que sea la ampliación de derechos es bien recibida", estima Santiago Cabello, director del instituto Torre Atalaya. Su centro tiene 580 alumnos divididos en 15 grupos de Secundaria y cinco de Bachillerato. A pesar de no ser un centro pequeño, sus docentes se enorgullecen de la poca conflictividad que se da en él.

"Somos partidarios de la propedéutica antes que de la terapéutica, es decir, que hay que adelantarse y prevenir antes de que surjan los problemas", dicen Santiago Cabello y Mercedes Moreno, profesora de Francés. Hace varios años se diseñó en el centro un plan de convivencia en el que es fundamental el contacto directo con las familias, los padres actúan como aliados. "No somos partidarios de viejos sistemas escolares y damos continuas oportunidades a los niños", explica Santiago Cabello y relata el sistema.

Cuando un alumno comete una falta como un insulto, una mala contestación o interrumpe en clase, se le controla el comportamiento en lo que ellos llaman "escala de observación". Además, desde el mismo momento en que se comete la acción, la familia está al tanto de todo. Este control consiste en que el alumno tiene que acudir a clase con un parte en el que se apunta la conducta de ese día en la clase en la que ha tenido el problema. El jefe de estudios es el que lleva el control.

Mercedes Moreno asegura que la simple vigilancia del alumno funciona en la mayoría de los casos. Eso sí, en el Torre Atalaya no hay manga ancha con actitudes racistas o sexistas, con casos de acoso o acciones violentas graves, para las que se ejecutan las sanciones más graves, la expulsión de 3 a 29 días o el traslado a otro centro. Sólo dos casos han tenido que alejar del instituto por pillarlos consumiendo droga "para intentar quitarles las redes de distribución que puedan tener en el centro", señala el director.

En su clase de Francés Mercedes tiene muy claro cómo actuar. "Tienes que ser flexible pero las normas que impongas que estén muy claras, además, cada grupo, cada niño, es diferente y has de hablar mucho con ellos, procurar conocerlos y saber qué les das a cada uno", sostiene esta profesora que por suerte dice "no sentirse amenazada" pero que conoce historias de compañeros "que trabajan en situaciones muy regulares, se sienten en riesgo, tienen auténticos conflictos, como insultos reiterados, amenazas de muerte" o atentados contra el patrimonio de los docentes. "Si cortas las acciones pequeñas ellos son conscientes de que las graves se van a castigar", añade esta profesora.

También en el IES Torre Atalaya existe el aula de convivencia. Y no sólo eso. Este centro TIC y bilingüe participa en los programas Escuela Espacio de Paz, tiene un proyecto de coeducación y ha participado con excelentes resultados en la campaña Los Buenos Tratos. Todas las actividades para intentar inculcar valores a los chavales son bienvenidas, aunque con una reflexión de fondo. "Antes la familia educaba y la escuela reafirmaba, ahora hay, a veces, que enseñarles a decir buenos días. Se pretenden que la escuela eduque sola y eso no se puede", matiza Mercedes Moreno.

La convivencia en las aulas es distinta cuando los alumnos pasan de los 18 años. O por lo menos ésa es la experiencia que tiene Rosario Biedma, profesora de ciclos formativos del IES Santa Bárbara. "Son adultos, ya han decidido lo que quieren hacer, no están allí por obligación, quieren ejercer la profesión que han elegido", dice Rosario que no ha vivido ningún tipo de violencia ni falta de respeto.

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