Málaga

Los 'secretos' del 'guardián' de la cárcel

  • El subdirector de seguridad de la cárcel de Alhaurín de la Torre se jubila tras 21 años Malaya, Nilo, los motines de 1979 o el atentado de ETA permanecen grabados en su memoria

Santiago García es toda una institución en el sistema penitenciario malagueño. Tras 21 años en Alhaurín de la Torre como subdirector de seguridad, el pasado jueves se jubiló y cerró una etapa profesional que le ha llevado a trabajar hasta en siete prisiones: Carabanchel, San Sebastián, Ceuta, Melilla, la antigua cárcel de Málaga, el Centro de Inserción Social de Málaga y el actual centro penitenciario. Tiempo más que suficiente para recopilar "cientos de anécdotas" y para vivir en primera persona los cambios que ha experimentado el sistema penitenciario español.

La operación Malaya, Nilo, los motines del año 1979, su relación con Montes Neiro (el preso más antiguo de España), el atentado de ETA en 1982 o el paso de los presos más peligrosos por las redes mafiosas asentadas en la Costa Sol permanecen grabados en su memoria casi fotográfica. "Los motines fueron uno de los momentos más duros de mi carrera y me planteé hasta dejarlo. Era una reivindicación más política que contra los fucionarios, pero quemaron la prisión hasta en cinco ocasiones. Fue durísimo", recuerda García. De aquella época aún se acuerda del vampiro de la cárcel: "Una noche unos internos vinieron a hablar conmigo. Decían que no se encerrraban porque había un vampiro en la zona superior. Lógicamente no me lo podía creer, pero al día siguiente subí con cuatro funcionarios para pasar la noche allí. De repente vimos una sombra enorme y lógicamente nos asustamos. ¿Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos un búho gigante de unos 30 kilos? Nos costó la vida cazarlo".

En esa misma época viviría otro suceso que marcó su vida. El 12 de octubre de 1979 fue rodeado por un grupo de internos que lo amenazaban con pinchos. "Fueron dos de los minutos más largos de mi vida porque no sabes lo que te puede pasar. Por suerte, no pasó nada, pero fue una situación límite". Fue testigo directo también del coche-bomba de ETA que hizo explosión en las inmediaciones del edificio que hirió a siete personas. "Aquello también pudo haber sido una desgracia y la suerte fue que el revelo fue antes o después del momento en el que el coche explotó".

Sonríe cuando recuerda el día que él y un grupo de funcionarios salieron al patio vestidos con unas antiguas chaquetas para hacerse pasar por presos. El objetivo no era otro que ver cómo algunos vecinos de Los Palomares, la barriada que linda con la antigua prisión, le tiraban a los reclusos bolas de hachís. "Eran otro tiempos", asegura.

En el CIS, y de la mano de Ángel Herbella, el actual director de la cárcel -"el mejor que he conocido"-, García conoció otro concepto de prisión. "Los reclusos no eran amigos, pero casi. Hablaba con ellos en el bar [muchos de ellos acuden sólo a dormir] y tenía una relación de hermandad. El interno me contaba cosas que un recluso de aquí no cuenta. Me traían a los niños para que los conociera... Jamás tuve un problema con ellos".

En la cárcel de Alhaurín de la Torre, por el propio modelo de la prisión, su experiencia ha sido algo diferente. "La cárcel se proyectó con un modelo de los años 80, por lo que no podemos decir que se trata de una cárcel nueva. Ello genera, lógicamente, una serie de problemas", mantiene el ya ex director de seguridad. En sus 21 años como guardián de la cárcel, ha tenido que enfrentarse a todo tipo de situaciones. Una de las más mediáticas fue el ingreso de Jesús Gil y el posterior estallido de la operación Malaya: "Gil entró como el capo de la Mafia y estaba acostumbrado a mandar, pero no dio ningún tipo de problema". De su figura, guarda un recuerdo un tanto especial: "A los pocos días de su ingreso en prisión, recibimos una caja llena de relojes para los funcionarios. Lógicamente, fue devuelta y no nos quedamos con ningún reloj", mantiene García. Luego fue el turno de Marisol Yagüe, Isabel García Marcos, Julián Muñoz o José Antonio Roca. "Con ninguno de ellos hemos tenido ni un problema. A Yagüe y García Marcos les impactó el sitio y les costó habituarse, pero, repito, no dieron ni un problema. Fue más el revuelo que se montó fuera de la cárcel al impacto que tuvo su presencia en el interior de la cárcel. Hay que tener en cuenta que son personas que entran en el cárcel por delitos de guante blanco y que no son nada conflictivos".

Más complicada fue la operación Nilo, una de las mayores redes de timadores dedicada al fraude a gran escala. La actuación policial propició la detención de 310 supuestos miembros de una red que estafó a personas de 50 países a través de falsos premios de la Lotería Nacional y el timo de las llamadas cartas nigerianas. "De golpe llegaron a la cárcel unos 80 ó 90 reclusos. Aquello fue complicado, me acuerdo que hasta el propio director y yo tuvimos que cachear a los internos. Ángel [Herbella] ha tenido que enfrentarse a operaciones tan complicadas como Malaya y Nilo y lo ha hecho a la perfección. Es un hombre, pese a su juventud, sobradamente cualificado para dirigir esta prisión".

Cuando se le pregunta cómo hay que tratar a un recluso, García no duda ni un momento: "Si eres legal con él, el recluso siempre te respeta". Esa máxima le ha valido para granjearse el respeto de los funcionarios de Alhaurín de la Torre y de los reclusos. "En San Sebastián, por ejemplo, jugaba al frontón con los presos etarras. Eso era normal", mantiene este madrileño casado con una malagueña. Hace unos días, y antes de que se hiciera oficial su jubilación, recibió un obsequio especial. Era de un interno que estaba cumpliendo condena por un accidente de tráfico y que "agradecido" por el trato que había recibido le había pintado un óleo, conocedor del gusto de García por la pintura. Esos detalles, sin embargo, no quitan, como él mismo reconoce, que la cárcel es un lugar complicado para trabajar. No da nombres, pero asegura que en la actualidad hay dos o tres reclusos "extremadamente peligrosos". "Ten en cuenta que en la Costa del Sol hay una delincuencia internacional muy asentada y que esa delincuencia es muy peligrosa. Con este tipo de presos tenemos especial vigilancia y se les dispersa y por suerte tampoco hemos tenido ni un problema".

De Montes Neiro, el preso más antiguo de España y que hace unas semanas fue detenido por su implicación en el robo de unas joyas en un centro comercial de Marbella, también guarda un recuerdo especial. "Lo llegué a tener en la época de los motines. Era malo. Ha sido un preso conflictivo, aunque no era de los más peligrosos. Este hombre tuvo la mala suerte de verse envuelto en una dinámica negativa y jamás salió de ella".

Reconoce que uno de los mayores problemas de las cárceles es la droga. "La he visto de todas las clases y escondida en lugarses que ni se puede imaginar. Heroína, cocaína, hachís, pastillas... Es una lacra, pero los planes que se han puesto en marcha han servido para reducir el tráfico".

Tras 41 años trabajando en la cárcel, ahora se dedicará a dos de sus grandes pasiones: su nieto y la pintura al óleo. El jueves, mientras conversaba con este periódico, la puerta y el teléfono de su despacho no paraban de sonar para despedirse de él. A uno de los funcionarios le dio un consejo: "Educar al que viene. Esa es la máxima".

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