El síndrome del escaparate
Unas 25.000 personas padecen esta patología crónica que provoca dolor y obliga a hacer pausas para descansar

Hay personas que caminan un trecho y tienen que detenerse porque un fuerte dolor en la pantorrilla les obliga a descansar. La patología tiene un nombre rarísimo, pero se le conoce como el síndrome del escaparate por esas pausas que hacen los enfermos como si fueran observando tiendas. El problema se produce por una obstrucción en las arterias de las piernas que provoca que los músculos de la extremidad no reciban sangre suficiente. Al caminar aparece el dolor porque se agrava la falta de riego. No es una patología grave como el aneurisma, pero la sufre mucha gente. En Málaga, unas 25.000 personas. A medida que se agrava es cada vez más invalidante.
El jefe del Servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Clínico y presidente de la sociedad andaluza que agrupa a estos especialistas, Rafael Gómez Medialdea, explica que la patología tiene tres fases: una primera, cuando la pierna sólo duele al hacer ejercicio; otra más avanzada en la que las molestias se notan aún en reposo y una tercera en que aparece la gangrena. Los especialistas advierten que, a veces, si la obstrucción está en una parte más alta del cuerpo, pueden doler los glúteos o la zona lumbar.
Duela donde duela, la causa es la oclusión progresiva de las arterias: el colesterol y las grasas se van pegando a las paredes arteriales y -como si fuera el sarro que se forma en una cañería- acaban estrechando el espacio por donde tiene que pasar la sangre.
El Servicio de Angiología y Cirugía Vascular se encarga de estos pacientes porque es la especialidad que se dedica a tratar los problemas circulatorios de todo el organismo, salvo los de la cabeza (que son coto de los neurocirujanos) y los del corazón (que son terreno de los cirujanos cardiovasculares).
El síndrome del escaparate o claudicación intermitente es la patología vascular más frecuente. Cada año se diagnostican unos 10.000 casos nuevos en Málaga. Para su detección, los especialistas -además del relato del enfermo- se basan en unas pruebas específicas que consisten en tomar el pulso en el brazo y en el tobillo. La comparación entre ambas mediciones permite cuantificar el déficit en la circulación de la pierna afectada.
La enfermedad se trata con fármacos, ejercicio y, en los casos más extremos, con una operación. Además, estos pacientes deben mantener a raya los factores de riesgo. Para ello, es necesario que sigan las recomendaciones que los médicos nunca se cansan de repetir para cualquier mortal que se les ponga por delante: no fumar, controlar la hipertensión, la diabetes y hacer una dieta sana. Quienes sufren el síndrome deben saber que, aunque su patología es crónica, puede evolucionar hacia una fase aguda que es cuando se produce una isquemia [disminución del riego sanguíneo] que obliga no ya a hacer una pausa ante un escaparate, sino a salir corriendo a Urgencias. Si no se cuidan, pueden llegar a perder la pierna por amputación.
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