Situación crítica en la hostelería de Málaga

"Estamos desesperados, desamparados, no tenemos ayudas y tenemos miedo"

  • Los propietarios de los restaurantes llevan siete meses en una situación "extrema" y señalan que la imposibilidad de cambiar de municipio les está dando el golpe definitivo

Una cafetería en Málaga capital, este pasado viernes, sin ningún cliente.

Una cafetería en Málaga capital, este pasado viernes, sin ningún cliente. / Javier Albiñana (Málaga)

España es, tradicionalmente, un país donde hay muchos más bares que bibliotecas y Málaga es uno de sus principales exponentes por su climatología. La Costa del Sol y, posteriormente, el centro de Málaga está minada de establecimientos hosteleros ante la fuerte demanda del cliente local y el turista. Son negocios que han dado dinero, pero miles de ellos están ahora al borde de la bancarrota por la pandemia provocada por el coronavirus.

En estos momentos en la provincia malagueña hay 18.000 establecimientos de hostelería con 80.000 empleados, de los que 8.000 están en Málaga capital con 45.000 trabajadores según los datos de la patronal Mahos. Durante años se ha hablado de un exceso de oferta. Generalizar suele llevar al error porque hay zonas realmente saturadas y otras con pocos negocios, pero lo que sí está claro es que es un segmento fundamental para la economía malagueña –representa en torno al 10% del PIB local– que está entre la espada y la pared.

Una buena prueba de ello es que los propietarios y los empleados se han manifestado juntos en varias ocasiones por las calles de Málaga para reclamar un plan de ayudas, una imagen insólita que, si no hay cambios, se repetirá en las próximas jornadas. La última fue este pasado jueves, con un millar de personas en la capital. El Gobierno central y la Junta de Andalucía han anunciado esta semana medidas de apoyo, pero la verdad es que en el sector ya no se creen nada tras nueve meses de crisis sanitaria en los que se han sentido “ninguneados” por las Administraciones y un chivo expiatorio ante toda esta problemática pese a que hay establecimientos que ni siquiera han reabierto sus puertas desde que se decretó el primer estado de alarma en marzo.

Un empleado en el restaurante Candamil en Málaga capital. Un empleado en el restaurante Candamil en Málaga capital.

Un empleado en el restaurante Candamil en Málaga capital. / Javier Albiñana (Málaga)

Este es el caso de dos conocidos restaurantes del centro de Málaga como El Trillo y El Rescoldo. Su propietario es José Porras, un emblemático hostelero que comenzó en esta profesión con 13 años y que ahora, con 62, afirma que “ya no puedo aguantar más, he gastado todo el crédito ICO, que hay que devolver, y tengo que tirar de mis ahorros y vender mi pequeño patrimonio no ya para abrir sino para poder seguir cerrado”, lamenta.

José Porras, propietario Grupo Trillo: "No puedo aguantar más. He gastado ya el ICO y tiro de ahorros para poder seguir cerrado”

Porras explica que cerraron, como el resto, por el confinamiento y han pensado reabrirlos en varias ocasiones, pero veían que no merecía la pena porque ni siquiera iban a poder cubrir los costes. “Hemos analizado en varias ocasiones cómo estaba el mercado, hemos hablado con compañeros de la zona y apenas había un 20 o un 30% de la facturación normal. Un restaurante como el mío no lo puedes abrir con un 20% de clientes porque, si abres, en la cocina necesitas tres o cuatro personas, así como en la barra. No se puede abrir de cualquier forma”, comenta.

Estar cerrado cuesta también mucho dinero. Los dos locales son alquilados y a un precio alto ya que están junto a la calle Larios. Está intentando renegociar el precio con los propietarios, aunque sea de forma temporal. A eso hay que añadirle que, aunque la mayoría de sus empleados estén en el Erte –solo quedan algunos libres para mantenimiento o tareas administrativas– debe afrontar el pago de las cotizaciones sociales de todos. “No se puede aguantar un proyecto sin proyecto, aquí no nos ayuda nadie, nos ningunean y nos prometen cosas que no son reales”, denuncia Porras, quien considera que, en estas condiciones, “el 70% del sector va ahora mismo fuera y en el comercio me están diciendo lo mismo”.

Vista exterior del restaurante Jaipur en Marbella. Vista exterior del restaurante Jaipur en Marbella.

Vista exterior del restaurante Jaipur en Marbella. / M. J. S. (Marbella)

Gustavo Candamil, copropietario del restaurante Candamil, va en la misma línea. Sí está abierto, pero haciendo malabares y con pérdidas. “No tengo terraza, no podemos dar cenas y en las comidas estamos limitados al 25% del aforo pero, sin embargo, los gastos de la Seguridad Social los tengo todos, tanto los de los trabajadores que sacamos del Erte como de los que siguen”, indica.

Candamil defiende con orgullo que, en los meses que llevan abiertos tras el confinamiento, “nadie ha cogido el Covid-19 en nuestro establecimiento” y se congratula de un sistema de renovación del aire que colocaron hace unos años por la ley contra el tabaco y que ahora le permite regenerar el aire del local con mayor velocidad y seguridad. “Esto es una prueba financiera muy dura. Llevamos siete meses mal y vivimos en un horizonte incierto, a salto de mata y nos toca perder dinero. La clave es saber si se puede aguantar el tirón o no. En nuestro caso el local es propio y eso, al menos, nos da más tranquilidad”, expone este hostelero.

Gustavo Candamil, propietario Candamil: "No tengo terraza, no puedo dar cenas, solo el 25% del aforo... Pero tengo todos los gastos”

“Tenemos la mitad del personal, no facturamos nada y es un desastre. Veo la cosa muy complicada”,afirma Pablo Refino, propietario de una cafetería en la capital malagueña. “Esto nos está llevando a la ruina. No creo que lleguemos mucho más lejos, estamos cerrando uno tras otro y esperemos que nos dejen trabajar. El negocio va fatal. Por la mañana es flojo el trabajo, por la tarde hay más movimiento en el centro y el cierre a las seis ha sido un jarro de agua fría. No sabemos nada para Navidad, todo son especulaciones sobre las restricciones o los aforos. La gente está asustada sin salir a la calle y no vemos soluciones”, explica Francisco Rodríguez, copropietario de La Peregrina centro en Málaga capital.

Los hosteleros de Marbella ven con preocupación el actual escenario de incertidumbre generado por la pandemia y las medidas que se están aplicando para combatirla, que afectan a los pocos establecimientos que pueden encontrarse abiertos en áreas gastronómicas de la ciudad y dientes del turismo como son el casco antiguo, el paseo marítimo o la avenida Miguel Cano. Es el caso de Juan Marín, el encargado del bar Mi tía Pepa, que califica la situación que atraviesa el sector como “fatal” y piensa que la única manera de remontar es “que dejen a la gente salir”. Valora el cierre de la actividad no esencial a las 18:00 como “negativo”, el cual “se está cargando” el negocio, destacando que “si estas medidas se prolongan hasta la Navidad, no vamos a poder aguantar”. Todo ello, a pesar de que su clientela es “local” y sigue teniendo comensales.

El Skina en Marbella. El Skina en Marbella.

El Skina en Marbella. / M. J. S. (Marbella)

Por su parte, el encargado del dos estrellas Michelin Skina, Jesús Urda, dice que abrir medio día “es un arma de doble filo” para los restaurantes del centro histórico, señalando que este “referente gastronómico tiene su clientela”, aunque “trabaja más de noche y siempre ha sido más de cenas” por lo que “se ha visto cortada la parte gruesa de las ventas”.

Aun así, indica que para esta semana “había algunas reservas” en horario nocturno, por lo que se ha contactado con los clientes y “ninguno ha tenido ningún problema en reubicarlas por el día”. También apuntó que el cierre perimetral de los municipios afecta al restaurante, ya que “trabaja mucho con gente extranjera” que reside en otros municipios de la Costa del Sol.

Francisco Ortega, propietario del Ayo: "Nunca he vivido algo tan duro. Esta sensación es única. Mi principal problema es la movilidad”

Francisco López regenta la cafetería y bar de snacks Los Naranjos, siendo uno de los pocos hosteleros de la plaza principal de la ciudad que se ha animado a permanecer abierto. “Hay que tener esperanza, paciencia y esperar a que las cosas vayan mejorando”, remarca, al tiempo que tilda la situación del sector como “lamentable” y un “desastre”. “Algunos atrevidos y pacientes intentamos al menos mantener las puertas abiertas y ver que hay alguien vivo”, señalando que “es una forma de mantener el tipo, pero no se cubren gastos ningún día” en un “intento de normalidad”, asegura.

Enrique Reyes es el encargado del restaurante La Lonja. Lamenta que el sector no está recibiendo ayudas y que se siguen pagando los “mismos impuestos, pero no nos han descontado nada”, valorando que las restricciones a la movilidad actuales “no las van a poder aguantar todos los negocios”. Como alternativa, el establecimiento ha optado por “reinventarnos y vamos a hacer paellas y pescados para llevar e intentar ver cómo sobrevivimos”.

Es una situación muy difícil y estamos asustados”, señala el restaurador, quién destaca que “la incertidumbre lo que te provoca es miedo”. Ello se ha traducido en el cierre de otro establecimiento que la marca tenía en la anexa avenida Miguel Cano, y de momento “se ha adoptado la medida de mandar a todo el mundo a media jornada y cerrar a las 17:00 para cuadrar las horas”.

Benito Gómez y Mercedes Piña en el Tragatá en Ronda. Benito Gómez y Mercedes Piña en el Tragatá en Ronda.

Benito Gómez y Mercedes Piña en el Tragatá en Ronda. / Javier Flores (Ronda)

El propietario del restaurante indio Jaipur, ubicado en el paseo marítimo marbellí, lamenta que el cierre a las 18:00 le afecta de lleno, ya que a su restaurante “viene la gente para cenar y este tipo de comida no la toma en el almuerzo”. También denuncia que “no recibe ningún tipo de ayuda”, por lo que pide, ya que dice pagar los “mismos impuestos”, “dejar abiertos los negocios como antes para poder trabajar algo más y recuperar el empleo”.

Por su parte, el grupo de restauración Da Bruno afirma estar pasando por “unas situaciones difíciles y complejas. Llevamos 25 años en la Costa del Sol y jamás habíamos vivido una tan complicada como esta”, valorando que “el actual cierre de la restauración y del comercio a las 18:00 nos va a afectar gravemente, y esperemos que pronto se puedan establecer nuevos horarios y se permitan también las cenas”.

Francisco Ortega Olaya lleva 52 años al frente del chiringuito Ayo en Nerja y reconoce que “nunca ha vivido nada tan duro”. “Esta sensación es única, la crisis económica fue aceptable y pudimos recuperarnos, ahora es imposible”, expresa el popular cocinero nerjeño quien asegura que las nuevas restricciones le van a obligar a volver a llevar al Erte a muchos de sus trabajadores. A finales de junio sacó a los 42 que tiene y contrató plantilla discontinua, “ahora con las restricciones de movilidad voy a tener que volver a meterlos”. “Mi principal problema es la movilidad porque hasta aquí vienen personas de toda la provincia de Málaga y de Granada”, explica Ayo quien también se queja de la falta de ayudas para el sector.

Belén Abad, Chin Chin Puerto: "La situación es extrema. Esta última restricción nos afecta muchísimo”

Este es el mismo problema que tienen Lourdes Villalobos y Belén Abad, propietarias de Chin Chin Puerto en Caleta de Vélez. Si bien no les repercute tanto la reducción de las horas nocturnas, sí la de movilidad. “La situación es extrema, esta última restricción nos afecta muchísimo porque nos limita a clientes de un núcleo de población con habitantes muy limitados. Nuestros clientes vienen de toda Málaga porque estamos a media hora de la capital”, lamenta Abad quien confiesa sentirse “desamparada”. “Los aforos también hacen muy complicado mantener esta estructura, faltan ayudas y los Ertes han sido una trampa, una obligación de trabajo que ahora no podemos soportar”, expone. “Estamos poco valorados, parecemos un sector vano y tenemos un peso importante en la economía”, añade.

El Caserío de Las Monjas es otro de los restaurantes emblemáticos de Vélez-Málaga. Ubicado en el casco histórico consiguió mejorar sus números con mucho esfuerzo desde que en junio se levantase el estado de alarma hasta octubre. Noviembre, con las nuevas medidas, vuelve a ser una losa. Los recortes horarios nocturnos le ha producido una pérdida de recaudación del 50%.

“El virus afecta a todo el mundo, pero a nosotros nos está haciendo mucho daño. A la hostelería se le está restringiendo mucho más que a otro sector”, manifiesta Txema Alaiz, quien considera muy necesario el establecimiento de “una batería de medidas que ayuden a la hostelería y a la restauración, un tejido empresarial importantísimo en nuestro país generador de empleo”.

Un camarero en un restaurante en Málaga capital. Un camarero en un restaurante en Málaga capital.

Un camarero en un restaurante en Málaga capital. / Javier Albiñana (Málaga)

El restaurante Pedro Romero, uno de los establecimientos de restauración históricos de Ronda, vive en estos días algunos de sus momentos más complicados ante la falta de clientes que conlleva el cierre perimetral de una ciudad netamente turística como es el caso de Ronda. “La situación es complicada, ya no pido ni que nos den ayudas, pero deberían detener el pago de impuestos y dar facilidades para el resto de gastos que supone estar abiertos con estas limitaciones”, señala Tomas Mayo.En su caso han podido soportar bien el paso del verano con el turismo nacional, aunque ahora con las nuevas normas se ven sin clientes y sin ayudas, por lo que piden que se adopten medidas.

Mientras tanto, en el local que acoge Tragatá, el bar que regenta el biestrellado chef, Benito Gómez, junto a su mujer, Mercedes Piña,la situación es parecida. Las mesas prácticamente vacías en su totalidad y solo pudiendo atender con un 30% del aforo por las nuevas limitaciones. “Es un sinsentido estar así, los impuestos hay que pagarlos para que funcione el país, pero nos tienen que dar facilidades para hacerlo cuando podamos trabajar”, afirma Gómez mientras explica que problamente la próxima semana decidan cerrar sus puertas hasta que existe posibilidad de movilidad si la falta de clientes se mantiene en los mismos niveles. En su caso también coinciden que durante el verano han podido ir funcionando con los clientes nacionales en este local, aunque en el caso de Bardal, con dos estrellas Michelin, decidieron cerrarlo desde un primer momento hasta que se retome una cierta normalidad.

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