¿Por qué suspenden tantos alumnos de Secundaria?
El número de alumnos que no supera Matemáticas y Lengua se dobla en Secundaria. Cuatro profesores explican por qué a partir de su experiencia.
"Fue poner un pie en el instituto y cambiar. Aquel niño de notas razonables que jamás dio un problema empezó a suspender y así llevamos dos años a trancas y barrancas". Juan Manuel sigue todavía sin explicarse la deriva académica de su hijo de 15 años y a punto de comenzar tercero de ESO. Sin embargo, este no es un hecho excepcional. Las estadísticas muestran una importante caída del rendimiento escolar en los primeros años de la educación secundaria, especialmente acusado en Matemáticas y Lengua.
Casi el 84% de los estudiantes de quinto y sexto de Primaria aprueba Matemáticas y otro 86% Lengua. Sin embargo, el porcentaje se desploma en primero de ESO y sigue cayendo en los dos cursos posteriores, tocando mínimos con un 65% de aprobados en Matemáticas de segundo y un 67% que logra superar la Lengua en tercero. Es decir, la llegada a la educación secundaria significa que la proporción de suspensos se dobla. Si en los últimos cursos de Primaria no supera Matemáticas el 16% de los estudiantes, dos años después será el 35%. En Lengua el recorrido es similar. En sexto de primaria suspende el 13%. En tercero de ESO la proporción alcanza al 33%.
Sin embargo, una vez atravesado ese terreno incierto que se extiende desde primero a tercero de ESO, las calificaciones remontan.
Los datos oficiales publicados por la Junta de Andalucía desvelan, además, que las notas de las adolescentes son significativamente mejores que los de los chicos en todas las materias. ¿Qué les sucede a los estudiantes cuando llegan a la educación secundaria? ¿Por qué crece tanto el fracaso académico? Las estadísticas recogen la realidad de los números. Cuatro profesores tratan de explicar la realidad del día a día a partir de su experiencia. Estas son algunas de las razones que encuentran: el cambio del colegio al instituto, la falta de autonomía en el estudio, falta de vocabulario, la dificultad para el razonamiento y, por supuesto, la eclosión de la adolescencia.
"Dejan muy pronto el colegio, donde están muy controlados y protegidos y llegan al instituto sin estar preparados para una dinámica diferente de estudio en la que prima el trabajo autónomo. Se espera que estudien a diario, que hagan resúmenes y esquemas, y pregunten en clase lo que no saben. Les cuesta muchísimo adaptarse a ese ritmo y eso hace que se queden atrás en asignaturas instrumentales como Lengua o Matemáticas", afirma María Antonia Delgado, profesora durante el último curso de Lengua y Literatura en el instituto Vega de Mijas.
Este cambio, de alguna manera, también lo acusan las familias que "ponderan" los deberes pautados, frente al trabajo autónomo. "Sigue habiendo mucha sobreprotección en las familias: algunos padres me piden que les anote a los chavales en la agenda lo que tienen que hacer o que les envíe un correo". De todas formas, cree que hay "mucha desatención en las casas. A las familias les preocupan las notas y acuden al final de la evaluación para ver por qué han suspendido, pero no están pendientes del día a día".
La dificultad para aplicar el conocimiento y razonar es otra dificultad significativa. "Les doy un cuestionario que después utilizo para elegir las preguntas del examen, pero como cambie una sola palabra ya no saben qué responder. Me han llegado a preguntar qué tienen que hacer cuando les he pedido que en una oración subrayen los determinantes y redondeen los pronombres poniendo debajo a qué categoría pertenecen", explica esta profesora, al tiempo que lamenta la falta generalizada de vocabulario de unos estudiantes que muchas veces no comprenden los conceptos sencillamente porque desconocen el significado de las palabras.
Esta transformación se produce coincidiendo con la adolescencia. "Empiezas en septiembre con los alumnos de primero y cuando llega la tercera evaluación ya no son los mismos. Han descubierto todo lo que tiene que ver con la adolescencia, las relaciones de pareja, adquieren pautas de comportamiento de mayores, son otros y, por supuesto, no están dispuestos al sacrificio de los estudios. Su pregunta clave es ¿para qué sirve esto?".
"¿Eso para qué sirve? Esa es la pregunta", repite Javier López, profesor de Lengua y Literatura durante los últimos cuatro años en el instituto de Serranía de Alozaina. "En Secundaria la asignatura de Lengua tiene un componente teórico muy fuerte. Aparece el análisis sintáctico, las categorías gramaticales y la morfología. Son contenidos áridos y duros y, de alguna manera aflora el espíritu crítico del adolescente que pregunta para qué le sirve todo eso".
Javier López no oculta su descontento porque después de tantos debates en torno a los contenidos de la enseñanza esta asignatura tenga tanta carga teórica. "No tiene nada que ver con la expresión y la comprensión que, a la luz de los resultados de los informes de PISA, es en lo que deberíamos trabajar más". En su opinión incluso la Literatura "está desenfocada. "Hemos vuelto a hace 50 ó 60 años: aprender autores y obras sin tiempo para ofrecer otro aprendizaje". La carga teórica, en su opinión, juega en contra del interés y la motivación de unos estudiantes que en muchos casos tienen meridianamente clara su intención de abandonar los libros cuando concluyan la educación secundaria.
El hecho de que el instituto Serranía esté en un pueblo cambia las perspectivas de los adolescentes. "Se diga lo que se diga no es lo mismo ir a la universidad cuando vives en la ciudad o en un gran municipio que cuando eres de un pueblo del interior porque para unos adolescentes con menor capacidad adquisitiva, el coste es mayor". Incluso están en desigualdad de condiciones para acceder a la formación profesional porque no tienen a su alcance el mismo número de títulos y especialidades. No obstante, más del 92% de los estudiantes de Bachillerato del instituto Serranía han aprobado la selectividad en junio y la nota media en Lengua ha sido de 8,31.
Francisco Rueda estudió en el instituto de Alozaina donde ahora es profesor de Matemáticas. Recuerda que antes de incorporarse a la plantilla docente del centro de su pueblo fue profesor en otro instituto donde de seis clases de alumnos de primero de ESO llegaron a cuarto solo cuatro. Los alumnos de dos aulas se perdieron por el camino.
Desde su punto de vista el bajón en los resultados que se aprecia en la ESO tienen mucho que ver con el imperativo legal de aprobar. Los alumnos solo pueden repetir una vez cada curso, circunstancia que desmotiva el esfuerzo. "Saben que pasarán hagan lo que hagan y no tienen la presión de tener que aprobar". Tampoco las familias presionan. "Hacen como que lo intentan pero un porcentaje alto mira a otro lado. El niño se pasa toda la tarde en el cuarto, pero nadie sabe qué hace, si estudia o si está con internet".
Ahí se produce también otro cambio significativo a juicio de este profesor de Matemáticas. Igual que los niños viven en primaria una vida académica pautada, su acceso a los videojuegos y a internet en esos años también suele está sujeta al control de las familias. Sin embargo, al llegar a secundaria y entrar en la adolescencia internet y los videojuegos suelen estar a su alcance con plena autonomía.
Después está también el rechazo a las materias que arrastran el sambenito de la dificultad. "Lo primero que dicen es no me entero y ya no lo intentan. Como además no tienen autonomía, no saben razonar ni buscar la solución a lo mejor simplemente comparando con otros ejercicios ya hechos en clase".
Javier Cascales es profesor de Matemáticas de adolescentes en el colegio Platero, un centro concertado situado en la zona este de Málaga. A diferencia de los institutos de Mijas y Alozaina mencionados, la transición de primaria a secundaria es más suave porque no implica cambio de centro. "Desde el tercer ciclo de primaria se trabaja la autonomía", matiza, lo que no obsta para que también se aprecie la caída del interés en los tres primeros años de ESO. "Los alumnos se desmotivan al llegar a la adolescencia. Pierden el interés en los estudios, no quieren seguir y se aburren. Entonces empiezan los problemas".
Desde su punto de vista, la desmotivación en la adolescencia no es un hecho nuevo, pero al alargarse la escolarización obligatoria de 14 a 16 años la perspectiva del adolescente cambia. "Antes aguantaba mejor porque sabía que sería poco tiempo. Ahora al ser más a largo plazo se les hace difícil". De acuerdo con su experiencia la implicación de la familia es clave. "Depende de la actitud que tome el resultado será uno u otro. Si la familia está encima el resultado será bueno, pero si en algún momento acepta que el chaval no quiere estudiar será malo. Son las menos, pero las hay".
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